Este alfarero de Campofrío cuenta con el distintivo de Andalucía Calidad Artesanal y es autor, entre muchas otras obras, de una estatua de Santiago Apóstol que tiene en su taller

Aunque reside en Campofrío, José Antonio González López nació hace 43 años en Mina de Riotinto. Un minero para el que el mundo de la artesanía no tiene secretos, de ahí que hayamos querido conocerlo más en profundidad.

Su vida se desarrolló durante su infancia y adolescencia como la de cualquier otro niño de la zona, yendo al colegio y jugando en los ratos libres con los amigos, con los que hacían las travesuras propias de esa edad, mientras que, durante el verano, ayudaba en un huerto que tenía su familia regando los árboles y demás tareas, recogiendo cuando se ponía el sol. Así transcurrieron sus primeros años.

Un punto de inflexión en su vida se produjo siendo un niño, puesto que, a los 12 años, cuando se encontraba estudiando EGB, la Junta de Andalucía ofreció una serie de subvenciones para talleres que se desarrollaban los jueves por la tarde (entonces el colegio también tenía clases por la tarde) de diferentes prácticas, como carpintería, mecanografía, primeros auxilios, etcétera. Y el destino quiso que José Antonio conociera entonces la cerámica.

Según recuerda, “uno de los talleres que se impartían era el de cerámica. Pusieron unos papeles para que se apuntaran los que quisieran. Cuando pasaron varios días fui a hacerlo y creo que el destino era para mí, puesto que sólo quedaban dos plazas en el taller de cerámica. En los demás ya no quedaba hueco”.

Fue así como este artesano comenzó en esta disciplina en la que se inició junto con unos amigos. “Desde entonces, me di cuenta que eso de modelar el barro con las manos era mi trabajo y mi verdadera pasión”, afirma. Así que, tras los dos años de EGB que le quedaban para terminar, continuó su formación con el profesor que le había estado dando clases, Manuel Bermejo Cordón, así como su esposa Dolores Pérez Rufino, docentes con los que estuvo aprendiendo durante cuatro años en turnos de dos horas diarias. Unas clases que pagaron sus padres.

Un aprendizaje que le permitió, tas finalizar el servicio militar, montar su propio taller. Corría entonces el año 1996 y, por el momento, continúa con él.

Tras más de veinte años de diferentes trabajos, este artesano asegura que “un alfarero no puede estar orgulloso de solo 1,2,3 trabajos…, cada pieza que sale de las manos moldeada y trabajada tiene un pedacito de ese artesano. Eso sí, si tuviera que decir un trabajo del que estoy orgulloso, me quedo con un Santiago Apóstol que he hecho de escultura, que, desde siempre lo quise hacer, y está conmigo todos los días en el taller, dándome todo lo que le puedo pedir”.

Y es que José Antonio convierte en piezas únicas todos los trabajos que realiza: “No hay dos iguales, están hechas con las técnicas de mapeado y chorreado”, nos dice. La mayoría de sus trabajos se vende en la Sierra, por cierto.

Una serie de méritos que le han valido para que la Junta de Andalucía le otorgue toda una distinción al estar en el Registro de Artesanos de la Administración autonómica, teniendo el reconocimiento de Punto de Interés Artesanal. Además, hace unos meses, le han dado el distintivo de Andalucía Calidad Artesanal. Distintivos que, tal y como afirma, “ha supuesto que, en un pueblo tan chico como es Campofrío, las personas puedan saber que hay artesanos que no dejamos perder los oficios de nuestros antepasados. Una serie de logros que no hubieran sido posible sin la labor de María José y Nuria del CADE de Minas de Riotinto, por lo que quiero darles las gracias”.

Por todo ello, el balance que hace de todos estos años de trabajo es “muy bueno, aunque quisiera que se reconocieran más a los artesanos que estamos hay día tras día en esto”.

Siendo así, para terminar, invita a todos los lectores a que le visiten su taller para estar un “rato conmigo de charla. Porque las puertas de mi taller están siempre abiertas para todos”.