En 1859 Ramón Rúa Figueroa, Ingeniero del Cuerpo de Minas, escribió en su libro “Ensayo sobre la historia de las minas de Rio-Tinto”: – El origen de las explotaciones minero-metalúrgicas del término de Minas de Rio-Tinto se pierde en la noche de los tiempos. Examinadas con detenimiento las escorias se descubren dos edades de producción distintas, que representan otras tantas dominaciones: la de los fenicios, que cargaba sus naves con la plata de la Bética y la de los romanos, ese pueblo que sitiado por Alarico reducía sus ídolos a moneda para comprar la libertad-.

Desde que los romanos abandonaron las minas en el siglo V hasta que se reanudó de nuevo la explotación en el siglo XVIII, pasaron más de 13 siglos en el olvido y apenas hay constancia de trabajos en las minas por parte de otros pueblos.

Mas tarde, en 1725 una Real Orden de Felipe V le concede Asiento y concierta con Lieberto Wolters Vonsiohielm caballero sueco de nación, que se encargue del trabajo y beneficio de las Minas de plata de Rio-Tinto, Guadalcanal, Cazalla, Aracena y Galarosa por un periodo de 30 años. Sin embargo, Lieberto Wolters no pudo ver cumplido su sueño ya que tan solo dos años más tarde falleció, dejando su legado a su sobrino Samuel Manuel Tiquet.

Pero en 1747 llega a las minas uno de los más controvertidos personajes de la historia de Rio-Tinto, Francisco Thomas Sanz, el sastre de Valencia. Para unos el impulsor de la primera minería subterránea moderna de Rio-Tinto y principal responsable del incremento de producción de cobre, que lo consideran como el verdadero “reformador”. (3). Para otros, un personaje que sembró el desorden con su más que dudosa honradez y que practicó el nepotismo e injustificadas reclamaciones hasta su muerte en 1800. Sufrió, además, varios intentos de asesinatos de los cuales salió airoso.

El hecho es que contribuyó notablemente a poner en funcionamiento la empresa minera. Y así lo reconoció Samuel Tiquet, ya que a su muerte nombró a Sanz albaceas y administrador de las minas. Y así se lo reconoció también el antiguo pueblo de Riotinto al rotularle una calle con su nombre, la calle principal del pueblo donde estaba el club de los ingleses, la calle Sanz.

Como administrador de las minas se hizo cargo en 1758 cuando tenía 14 trabajadores y las revertió a la Corona en 1778 con 780 trabajadores.

El 31 de julio de 1762 trabajando los operarios de Rio-Tinto en una antigua galería, se encontraron una lámina de cobre con una inscripción dedicada al emperador romano Nerva. Este sería el nombre que le pondrían a la aldea de Rio-Tinto cuando se segregó de Zalamea en 1885.

Pero en lo que estuvo francamente desafortunado Sanz, fue en su mencionado nepotismo. Sus colaboradores familiares no poseían la capacidad y la habilidad que él demostró. Su hermano Gabriel, impulsor de la construcción del Sepulcro de Zalamea en 1776, llegó a ser tachado de “charlatán presuntuoso”; su yerno Atanasio José Rodríguez, tesorero, fue conocido como “el satanás de las minas”, por su prepotencia y abuso de poder; y su nieto Vicente de Letona, contable y después gerente de las minas, no pudo desvincularse de las presiones negativas que ejercía sobre él el clan familiar.

Llamado ante el éxito de su hermano Francisco Thomas Sanz, Gabriel Alejandro Sanz empezó a trabajar de Fiel en la entrada del carbón, Pagador de operarios y Capataz de barrenería en el año 1750, nombrado por el asentista Samuel Tiquet.

Seis años después, en 1756, le despachó el título de Contador y Pagador con el sueldo de 250 ducados, el cual no fue efectivo, ya que las minas no producían para sufragar estos gastos. Además se le agregó durante 4 años el trabajo de Escribano habilitado para las minas por el Juez conservador D. Martín Alonso Bolaños. Aparte de ello, también hacía otros trabajos solicitados por Tiquet como Correos y correspondencia o asistirle en su larga enfermedad.

En 1760 siendo administrador de las minas su hermano Francisco Thomas, le confirió a Gabriel Alejandro amplios poderes, ya que estaba en la necesidad de adquirir fondos con que sostener las minas y seguir sus pleitos; de esta forma, le aumentó su sueldo a 300 ducados anuales.

Posteriormente en 1770, viendo como trabajaba Gabriel, le volvió a otorgar el título de Director de las minas, pero con el desempeño también de la Contaduría, habiendo de servir uno y otro cargo por el sueldo de 500 ducados anuales.

En estos años, siendo director de las minas y estando casado con la zalameña Feliciana García Beato, cursó en 1776 una solicitud al Cabildo reclamando una extensión de terreno para construir en él una ermita que se llamaría del Santo Sepulcro, “para que se venere con mayor culto una imagen de Nuestro Señor Sepultado”, con la finalidad original, que aún se conserva hoy, de emular el sepulcro donde fue enterrado Jesús de Nazaret tras su muerte en la cruz.

Esta obra se coronó con la colocación de una campana en la espadaña del sepulcro y en la intervención para su restauración en el año 2013 salió a la luz la inscripción del promotor de la obra del sepulcro y padrino de la campana Gabriel Alejandro Sanz, el cual dedicó el nombre de la misma a San José.

El cargo de Contador Director de las minas lo tuvo por 9 años, hasta que en 1779 se le separó de la Contaduría de las Reales Minas de cobre de Rio-Tinto.

Pero Gabriel Alejandro era muy optimista y solo cuando su hermano Francisco Thomas cesó como administrador de las minas en 1783, comenzó a sufrir apuros económicos. En una carta de las muchas que escribió al Consejo de Hacienda, fechada el 30 de junio de 1790 desde Zalamea, a Pedro de Lerena, Ministro de Hacienda con Carlos IV, le dice que desde que lo separaron de la Contaduría sin tener antecedentes, ni haber el más leve motivo, perdió la salud de tal modo que no logró restituir su robustez y le solicita un empleo al servicio del rey e incluso que pueda vestir con el uniforme oficial similar al de los ingenieros franceses.

Su tiempo libre lo dedicó a realizar experimentos científicos y a escribir y publicar artículos como “los usos del lino”, “el cuidado de las abejas” o “una nueva forma de producir cobre por un proceso químico” en el que pretendía demostrar que el cobre de cementación era un hierro teñido de cobre lamentándose del descrédito que esto ocasionaba a los cobres españoles. No concebía que el hierro se disolviese en las aguas vitriólicas para reemplazar el cobre, quedando Gabriel Alejandro para la Real Sociedad Patriótica de Sevilla, según un informe del 12 de mayo de 1791, como un charlatán presuntuoso.

Lo cierto es que Gabriel Alejandro Sanz contribuyó de manera positiva a la institución de una de las más arraigadas tradiciones que perduran casi 250 años después, en el viernes santo de la Semana Santa Zalameña, la Vía Sacra, que comienza en las puertas de la iglesia y termina en la ermita del Santo Sepulcro, habiendo realizado un recorrido similar al que realizó Jesús de Nazaret en su camino al calvario.

Por Juan Carlos Domínguez Vázquez