Sobre el ancho paisaje fluvial, silencioso y cristalino, se levantan en el arcén de la ría unos muelles férreos y monstruosos donde empiezan a sumarse los millones de la gran empresa nordetana: cargaderos con grúas de mandíbula e imanes, transbordadores y viaductos, insisten en las marismas con formidables plataformas apoyadas en vigas de celosía y columnas de fundición.

El Metal de los Muertos -1920- Concha Espina

Antiguamente se transportaba el mineral desde las minas de Riotinto hasta el puerto de Huelva en carretas de mulas, por los caminos romanos desde Urium hasta Onuba, donde se llenaban unas barcazas de poco calado, de las que la compañía llegó a tener hasta siete, y de estas se cargaban a los barcos.

También se enviaba el mineral directamente a la Real Maestranza de Artillería de Sevilla, en un carro tirado por bestias a través de las calzadas romanas que partiendo de la Aldea de Riotinto, hoy Nerva, pasaba por las minas del Castillo de las Guardas, Itálica en Santiponce y llegaban hasta la capital hispalense.

Al regreso de la caravana de mulas hacia Riotinto, se transportaban mercancías como carbón de cok, alimentos, maquinaria, madera, etc. Una vez construido el ferrocarril del Buitrón en 1870, las Reales Minas de Cobre de Riotinto firmó un convenio con la compañía del Buitrón de tal manera que desde Huelva remontando el Río Tinto en barcazas hasta San Juan del Puerto, cargaban las mercancías en sus trenes que las transportaban hasta la Estación Vieja de Zalamea la Real, conocida con este nombre por ser la primera de las dos estaciones que tenía Zalamea. Ya desde Zalamea restaban tan solo 9 kilómetros para llegar a Riotinto.

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Foto: imagen del muelle embarcadero publicada por la revista La Ilustración Española y Americana en 1886 del fotógrafo francés J. Laurent