Una familia nervense lleva dos años de lucha para que Educación ponga en marcha un aula de Educación Especial en el CEIP Maestro Rojas de Nerva

Paqui Torrado y Jorge Gómez son dos padres de Nerva que llevan dos años luchando para que pongan en marcha un aula de Educación Especial en el CEIP Maestro Rojas de la localidad, donde se encuentra matriculado su hijo de seis años, que padece trastorno autista. El niño necesita ese servicio para seguir en su centro, pero, hasta ahora, la única solución que le dan desde la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía es su traslado al colegio del municipio vecino de Minas de Riotinto, una solución que la familia ve inviable por los “trastornos” que el cambio de rutina ocasionaría a su hijo, explican.

La madre del menor lamenta la “nefasta” actitud de Educación ante la situación no solo de su hijo, sino de otros alumnas y alumnas nervenses que requieren el mismo servicio. “Le impiden seguir en su colegio de referencia y lo trasladan a otro centro sin importarles todos los trastornos que le ocasiona”, lamenta Paqui Torrado, quien, tras dos años de lucha, recientemente ha solicitado al Defensor del Pueblo Andaluz que ejerza como intermediario para conseguir el aula de educación especial en el colegio nervense.

Paqui Torrado y Jorge Gómez determinaron que era preciso emprender este camino cuando, hace casi dos años, la orientadora del colegio de Nerva les comunicó que su hijo pasaría de la modalidad B a la modalidad C, la cual consiste en un aula de Educación Especial. Sin embargo, al no tener este servicio, les dieron la opción de un traslado al colegio Virgen del Rosario de Minas de Riotinto, que es el más cercano con los requerimientos necesarios para su hijo, explica Paqui en declaraciones a TINTO NOTICIAS -El periódico de la Cuenca Minera de Riotinto-.

No obstante, estos padres se niegan rotundamente a esta posibilidad, porque aunque les proporcionen transporte y acompañamiento gratuito, garantizan que el cambio de rutina con un ambiente desconocido afectaría a la salud del menor en cuestión. “Cuando su rutina cambia, no come ni duerme. Se pone muy inquieto, con más pataletas, y repercute tanto en su estado de ánimo como en su comportamiento social. Esto conlleva que para los profesionales que lo asisten, les sea más difícil trabajar con él”, explica la madre.

Además, Paqui y Jorge, los padres del menor afectado, explican que “el traslado no supone solo 15 minutos como dicen desde Educación, porque a nuestro hijo hay que levantarlo con mucho tiempo para adelantar su día a día con pictogramas, ya que no habla, y repetirlo varias veces. Este proceso necesita mínimo de media hora para que lo asimile. Por tanto, si nos vamos a otro sitio más lejano, nos lo dificulta todo.”

Del mismo modo, “nuestro hijo ya se aísla de por sí por su naturaleza, por lo que si se le suma que cuando sale del colegio, no ve a los niños del parque que hay enfrente de donde vivimos, se aislaría todavía más. Esto conlleva un trastorno y un atraso, sobre todo, para su salud,” concluyen.