Un día en el calendario del alma,
una fecha de sangre y fuego,
una grieta vulnerando la Historia,
una mano ciega en el tiempo.

Hay un día donde muere la hora,
donde el llanto inunda la Corta,
donde hasta el pensamiento duele,
hay un día en lo eterno de la memoria.

Siempre hay un día donde la vida perece,
aunque siga el latido;
siempre hay un día donde se oscurece el firmamento,
aunque el cielo nos muestre su brillo;
siempre hay un día donde los jirones del alma se esparcen por las esquinas,
aunque el cuerpo prosiga hasta la orilla.
Siempre habrá un grito silencioso
en este quebrado mutismo,
siempre habrá un cuatro de febrero
y un año de los tiros.» R.S. ©