A sus 75 años, Manuel Márquez Calero puede sentirse orgulloso de haber tenido una vida plena, en la que ha compagino su actividad profesional con su amor por la historia y el estudio a nivel general. Nacido en Berrocal, en la calle La Fuente, Manuel se marchó de su localidad natal en 1962, cuando tenía 19 años.

Su destino fue Sevilla, hasta donde se marchó para alistarse como voluntario en el Ejército, donde ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria profesional, hasta que pasó a la reserva. Un trabajo que le ha permitido vivir en diferentes lugares de España, residiendo en la actualidad, ya jubilado, en la capital hispalense.

Junto a su actividad profesional, Manuel ha mantenido una constante labor a favor del conocimiento, puesto que reconoce que “me encanta aprender”. Con este objetivo, este onubense ha estado en el Aula de la Experiencia de la Universidad de Sevilla, además de asistir como oyente a las clases de la Facultad de Historia. En total, más de veinte años vinculado a la Hispalense de un modo u otro, unido a su amor por la lectura, lo que le ha permitido desarrollar diferentes trabajos de archivo e investigación.

El resultado se ha plasmado en dos libros, Estampas del Berrocal que yo viví y Berrocal en el pleito del Campo y Sierra de Tejada (Siglos XVII, XVIII y XIX), para el que tuvo que estudiar Derecho y, especialmente, Historia del Derecho. Dos publicaciones de gran interés para quienes quieran conocer el municipio en profundidad. Trabajos que complementa con otros comentarios y artículos en foros como Facebook, donde, por ejemplo, difundió un bonito pasaje en el que imaginaba un viaje desde Huelva a Riotinto como si se desarrollara en 1888, a través del tren minero, describiendo cómo era el paisaje, su gente y los pueblos por los que discurría el trayecto.

Un bagaje que ha permitido a Manuel tener un profundo saber sobre su tierra, de su comarca. De hecho, en el marco del 350 Aniversario de la emancipación de la villa de Berrocal fue invitado por el Ayuntamiento de la localidad para ofrecer una conferencia en la que dio cuenta de la importancia de aquella fecha histórica, el 25 de agosto de 1658, cuando se produjo un hecho fundamental en el devenir de este municipio. En su disertación, Calero hizo un recorrido por los litigios que tuvo que pasar hasta que Berrocal consiguió el título de villa.

Todo ello pone de manifiesto que, aunque esté ya jubilado, es una persona muy inquieta, al que le preocupan “muchas cosas de la vida, como el ecologismo, la conservación del planeta, la situación de la Cuenca Minera, etcétera. Hay que tener en cuenta que he estudiado mucho la historia de la zona, de las minas de Riotinto, indagando en personajes como Eladio Orta o Félix Lunar, las luchas obreras o el mismo Año de los Tiros”.

Una actividad investigadora que compagina con su vida familiar, ya que Manuel está casado, tiene dos hijos y tres nietos, con los que va de vez en cuando a Berrocal, como sucede con las jornadas de la naturaleza que se organizan en el municipio. “Estamos dando todo nuestro apoyo al pueblo, tratando de animarlo y darle más vida, de ahí que no hayamos querido perder el contacto, ni que lo perdieran mis hijos. Yo tengo en Berrocal una pequeña casa en el campo, de unos 30-40 metros, con una chimenea, a la que suelo ir cuando puedo. Siempre digo que en un pueblo lo primero que se cierra es la escuela y lo último, el cementerio”, comenta Márquez Calero.

Eso, a pesar de que reconoce que la vida del campo, de la zona, ha cambiado mucho desde que él la conoció hasta ahora. Tal y como nos cuenta, “tengo muchos recuerdos de mi infancia y adolescencia en mi pueblo, como resumo en mi libro Estampas del Berrocal que yo viví. Me acuerdo mucho de los esteros, de los trabajos que se hacían entonces y que se basaban en una economía de subsistencia, pero con lo que éramos felices. Tampoco conocíamos otra cosa”.

Una etapa de su vida que permanece marcada en su memoria y en la que cosechó grandes amigos, con los que sigue manteniendo contacto, puesto que suele reunirse con ellos de forma periódica para cambiar impresiones y poner en marcha diferentes proyectos, como actividades culturales, de cuidado de la naturaleza o foros sobre memoria histórica.

En definitiva, para despedirse, Manuel Márquez Calero lanza un mensaje para concienciar a todos sobre “la importancia de conservar y mantener los pueblos pequeños de la comarca, como Berrocal, Campofrío o, incluso, El Campillo, que están en peligro de extinción debido a que no tienen ninguna forma de vida, no hay ningún tipo de industria o motor económico, por lo que habría que crearla o buscarla, al margen de las subvenciones oficiales. Se han convertido en pueblos de fines de semana y eso es un motivo de preocupación”.