Aunque se encuentra en ruinas, esta semana recordamos la estación de ferrocarril de La Naya, adscrita a la aldea del mismo nombre, un poblado que surgió precisamente al amparo de la construcción del tren

Perteneciendo al término municipal de Minas de Riotinto, ‘La Naya’ era el poblado minero más meridional. Una aldea que se construyó a partir de la compra de la mina por parte de los ingleses en 1873, en una finca que tenía este mismo nombre, ‘La Naya’, adquirida este mismo año por la compañía británica, por la Riotinto Company Limited.

En un principio, la finca fue utilizada por la empresa como lugar de aprovisionamiento y logística de los operarios que, precisamente, construían el ferrocarril. Sin embargo, en 1876, este espacio ya se había dotado de viviendas y de una cantina para el avituallamiento de los empleados residentes en Naya.

Un poblado que, a partir de aquí, fue creciendo, hasta el punto de que, en abril de 1883, se aprobó la construcción de 100 casas. Luego, en 1889 se construyó una ermita, un pequeño templo de una sola planta junto a la que se instaló un matadero.

Un desarrollo que se debió principalmente al paso por la zona del ferrocarril, pero también porque se encontraba muy cerca de las áreas de procesado y fundición de mineral, por lo que muchos trabajadores adscritos a estos departamentos, como zarandas o lavadoras, residieron en La Naya.

Las viviendas de los obreros tenían una sola planta con tres o cuatro habitaciones. Unas casas de unos 45 metros cuadrados construidos, que solían contar con una puerta y una o dos ventanas.

A este tipo de viviendas se unieron a partir de 1922 casas para los jefes de las minas, de estructura similar, pero ya con baño incorporado.
Un poblado o aldea que contó con su propia estación de ferrocarril. Una construcción de la que, desgraciadamente, en la actualidad, sólo se conservan sus ruinas, ubicadas cerca de Zarandas.