¡Cuánta paz te llevas si es que te has ido!,
¡qué dolor tan amargo es tu muerte!,
te serán amables
los pinceles de la eternidad
y se habrán hecho pasionalmente a ti
los versos viejos y las rebeldías;
ahora se nos desordena la amistad
de abrazarnos, se nos acaban las cuitas
de nuestros asuntos
y volveremos a la nada cada vez
que nos recordemos.
Preguntaré por ti en los libros
y en los lienzos, en las calles de Zalamea
y los museos, preguntaré por ti cada abril
y cada catorce, a cada renglón de los cuadernos
preguntaré por ti. Ay, amigo, quién pudiera
volverte a traer con la misma bandera de libertad
que nos dejas enrojecida y huérfana.

Por Ramón Llanes