Nuestros antepasados nos contemplan desde el Dolmen de El Pozuelo de Zalamea, un lugar para descubrir

Huelva es una de las provincias más ricas de la Península Ibérica cuando se habla de arte prehistórico. Sus casi 200 monumentos megalíticos la convierten en un referente de estas construcciones funerarias con 5.000 años de antigüedad. El Pozuelo (Zalamea la Real), Los Gabrieles (Valverde del Camino), El Labradillo (Beas) y el Dolmen de Soto (Trigueros) son algunos de los más emblemáticos, pero no los únicos. Un valioso patrimonio que, a pesar de su importancia, a veces es poco valorado.

Un conjunto en el que destaca el caso de Zalamea la Real, cuyos orígenes se remontan a la prehistoria, considerado el más claro y mejor documentado exponente de las construcciones megalíticas onubenses, cuya homogeneidad las ha proyectado a un lugar primordial dentro del panorama de la prehistoria peninsular. Unos monumentos que pertenecen al Calcolítico o Edad del Cobre, cuyo ritual funerario estaba caracterizado por el levantamiento de dólmenes con corredor. En concreto, El Pozuelo es una necrópolis de enterramientos colectivos dispersa en el territorio en grupos individualizados, cuyos sepulcros se sitúan cronológicamente entre el 3000 y el 2500 a. C.

Su descubrimiento y excavación se debe, en su mayor parte, a Carlos Cerdán Márquez, que llevó a cabo estos trabajos durante la década de los cuarenta del pasado siglo XX. Trabajos que fueron todo un hito, teniendo en cuenta que se trata de las primeras arquitecturas prehistóricas de la provincia de Huelva y una las más antiguas de la fachada atlántica, así como de las más originales en su concepción de toda la Península Ibérica.

En cuanto a su estructura, el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH), destaca que ‘El Pozuelo’ se compone de “18 monumentos de arquitectura adintelada que muestran en muchos casos la peculiaridad de tener un diseño en múltiples cámaras. En lugar de constar de una sola galería de planta rectilínea, o de un corredor y una cámara en su extremo profundo, como ocurre en la gran mayoría de los megalitos andaluces, varios de los dólmenes de El Pozuelo muestran múltiples cámaras a las que se accede desde la entrada única que luego se bifurca y a cuyos lados aparecen frecuentemente cámaras laterales. Estas cámaras están cubiertas por túmulos circulares de hasta 20 metros de diámetro, que se acomodan ala irregularidad del terreno, y elaborados mediante la acumulación de bloques de piedra o pequeñas losas de pizarra”.

Interesantes son también los objetos encontramos en los enterramientos, que formaban parte del ajuar de los muertos, entre los que destacan herramientas de piedra tallada, como cuchillos, perforadores o puntas de flecha, y pulimentada, como hachas, sin olvidar los vasos cerámicos. Es decir, solían incluirse elementos que se utilizaban para la vida cotidiana.

Más llamativos pueden resultar, sin embargo, los adornos personales, como pueden ser cuentas de collar, que aparecieron en algunas tumbas, junto con ídolos religiosos, entre los que destacan dos tipos: los denominados cruciformes, que se asemejan a una figura humana muy estilizada, con cabeza, tronco y extremidades inferiores sutilmente indicadas, y los denominados placa, elaborados a partir de una pequeña placa de pizarra o esquisto sobre la que se graban y /o pintan motivos geométricos y más ocasionalmente partes anatómicas.

Por último, en varias de las tumbas se encontraron también restos de pintura sobre ortostatos, así como restos de ocre asociados a suelos y artefactos votivos.

Todas estas características hacen de este conjunto de la Cuenca Minera uno de los restos neolíticos más importantes de Andalucía, de ahí que los Dólmenes de El Pozuelo fueran declarados Bien de Interés Cultural (BIC), con categoría de zona arqueológica, en junio de 2002.

Eso sí, a pesar de su importancia, debemos advertir, que en Zalamea, hasta la fecha, se han encontrado un total de 49 yacimientos megalíticos, que se agrupan en dos grandes áreas: la occidental, que se puede denominar como cultura dolménica de El Villar y El Buitrón, y el área oriental, ocupada por los Dólmenes de El Pozuelo, situados en una zona de monte bajo con pronunciadas laderas y numerosos arroyos y barrancos.

‘El Pozuelo’ está integrado por cinco unidades, con delimitaciones específicas: Los Llanetes, donde se ubican cuatro dólmenes; La Veguilla, con tres construcciones funerarias; El Riscal, con dos, y Los Rubios y Martín Gil, con un sepulcro cada una.

En definitiva, por su cronología, diseño y la importancia de los objetos descubiertos en el interior de los dólmenes, El Pozuelo es uno de los yacimientos arqueológicos más representativos de la Península Ibérica, por lo que merece la pena descubrirlo.

Fotos: IAPH

Nicolás Vargas: «Vivo desde hace más de 50 años en Cataluña, pero mi corazón lo tengo en Riotinto»

Son muchos los mineros onubenses que decidieron marcharse a Cataluña durante los años sesenta y setenta en busca de un trabajo y un futuro mejor. Por este motivo, son muy numerosos los onubenses que viven en la comunidad catalana, onubenses que han formado una familia y desarrollan allí sus vidas desde hace años. Eso sí, sin olvidar en ningún momento sus raíces en la Cuenca Minera.

Es el caso de Nicolás Vargas Domínguez, un riotinteño nacido hace 72 años en la calle Comandante Haro, número 5, de Minas de Riotinto. Sus padres, Cipriano y Carmen, tuvieron cuatro hijos, María del Carmen, Isidora, Cipriano y el propio Nicolás.

La niñez y la adolescencia de Nicolás se desarrollaron en su Riotinto natal, hasta que, con 18 años recién cumplidos, en el año 1960, decidió marcharse a Cataluña con el deseo de encontrar un empleo. Su destino fue la ciudad de San Feliú de Llobregat, en la provincia de Barcelona, hasta donde se fueron otros muchos onubenses con el mismo objetivo que nuestro protagonista.

“Me vine a San Feliú de Llobregat, una ciudad preciosa, aunque, he de reconocer, que como Minas de Riotinto no hay nada. Eso sí, a pesar de lo que puedan decir, Cataluña es una tierra maravillosa, que me acogió con los brazos abiertos. Nunca en mi vida he tenido ningún problema por no ser de aquí. Es más, uno de mis jefes siempre decía que los mejores trabajadores eran los andaluces”, nos confiesa Nicolás.

A lo largo de su vida, este riotinteño ha trabajado en diferentes sectores, desde una grifería, como clasificador de piel o, por último, en la construcción. Para Vargas, “los catalanes son gente fabulosa, siempre lo he dicho. Me ha ido muy bien en todos los sitios en los que he trabajado, porque me han acogido siempre muy bien, contando con jefes que han mirado por los andaluces”.

Tanto es así que este onubense formó una familia en la que ha sido su tierra de acogida, puesto que se casó con una catalana, con la que ha tenido tres hijos, dos niños y una niña. Además, tiene cinco nietos, dos nenas y tres nenes.

Una familia que no ha olvidado sus raíces mineras, puesto que sus hijos suelen venir cada vez que pueden a Huelva, una tierra que les encanta. Por ejemplo, el pasado verano, uno de sus hijos tuvo la oportunidad de visitar la provincia de Huelva junto con toda su familia, donde visitaron la Cuenca, Aracena y El Rocío y todos quedaron encantados, así que están seguros de que repetirán este año.

Por su parte, Nicolás Vargas también suele venir cada vez que puede a su tierra. De hecho, el año pasado estuvo en Atalaya durante 18 días en los que tuvo la oportunidad de reencontrarse con familiares y amigos, entre los que se encuentran, por ejemplo, Jesús Chaparro o Rafael Cortés, entre otros.

Siendo así, desde San Feliú de Llobregat manda un caluroso abrazo “a todos mis paisanos de Huelva y para todos los ‘mojinos’ de Riotinto”. Gracias Nicolás.

El estudio inédito de Moreno Bolaños que desmiente muchos mitos del Año de los Tiros

A pesar de haber pasado ya 130 años de aquel acontecimiento, el Año de los Tiros sigue siendo una incógnita. No hay que olvidar que esta huelga ocurrida en Riotinto el 4 de febrero de 1888 supuso un antes y un después para las relaciones laborales planteadas en la Cuenca Minera de Huelva debido a su trágico final, aunque el número de muertes nunca se ha determinado con exactitud. En concreto, la huelga del Año de los Tiros comenzó el 1 de febrero y culminó el día 4 con una marcha que partió desde Zalamea con la participación de unas 12.000 personas, entre obreros, agricultores, mujeres y niños procedentes de toda la comarca.

Una protesta que, hasta ahora, se pensaba que su origen estuvo en las teleras de calcinación al aire libre –conocidas popularmente como ‘los humos’-, una forma de fundición del mineral que provocaba emanaciones sulfurosas a la atmósfera.

Sin embargo, el investigador Alfredo Moreno Bolaños ha podido realizar varias revelaciones que desmienten algunas de las ideas que, hasta ahora, se tenían sobre este episodio histórico. Y lo ha hecho a través del libro Génesis del Anarquismo en Minas de Río Tinto, una obra editada por el Ayuntamiento de Minas de Riotinto que trata sobre estos acontecimientos de 1888. Presentado el pasado año 2017 en el propio Consistorio y en el Museo de Huelva, la obra prácticamente ya ha agotado su primera edición, por lo que no se descarta que pronto vea la luz una segunda tirada.

En concreto, según explica Alfredo Moreno a Tinto Noticias, este libro realiza una gran aportación, puesto que introduce una nueva fuente hemerográfica, hasta ahora desconocida, como son los artículos escritos por el sindicalista Maximiliano Tornet en el periódico ‘El Productor’, páginas a las que el autor ha tenido acceso en PDF, dado que esta gaceta sólo se conserva en el International Institute of Social History de Amsterdam.

“Con este libro, he conseguido salir de la versión oficial que existe sobre el Año de los Tiros, sin repetir nada de lo que ya han hecho otros investigadores anteriormente, como pudieron hacer Dolores Ferrero Blanco o Rafael Moreno, en forma de novela. En este caso, aporto datos y reflexiones inéditas hasta ahora, puesto que me he basado en los artículos escritos por Maximiliano Tornet entre 1887 y 1893 en el periódico anarquista ‘El Productor”, nos aclara Moreno Bolaños.

A través de estas fuentes, este investigador riotinteño ha podido comprobar cómo la figura de Tornet sufrió un giro ideológico a lo largo de su vida, puesto que, lejos de lo que se piensa hasta ahora, este sindicalista no fue una figura fundamental a la hora de convocar a los trabajadores en la manifestación, sino que fue el defensor de los intereses de los caciques de Zalamea, especialmente interesados en que se acabaran las teleras de las minas porque afectaban a sus tierras. No en vano, sólo el 2% de los zalameños trabajaban entonces en las minas, por lo que era lógico que defendieran sus intereses agrícolas en contra de las grandes empresas mineras.

Como asegura este escritor, “Maximiliano Tornet no fue cabecilla de los trabajadores, en todo caso sólo lo fue de su departamento de la fundición, que suponía el 7% de la plantilla, además de que no era anarquista, sino que se abrazó a esta ideología a partir de escribir en el semanario ‘Libre Pensamiento’, periódico que él distribuía por la Cuenca Minera. Es más, cuando nace su hijo en Minas de Riotinto, le puso el nombre del fundador del periódico. Fue así cómo Tornet se hizo anarquista a partir de 1887. Luego, cuando salió de la cárcel en enero se une de forma descarada a los caciques de Zalamea, llevando con él, incluso, a menores de tan sólo 15 o 16 años”.

Una cuestión que para este autor confirma que el Año de los Tiros no fue, en ningún caso, una manifestación ecológica, como se ha querido demostrar en los últimos años, sino que fue una protesta instigada por los caciques zalameños. Es más, “para mí la efeméride debería conmemorarse el 10 de enero de 1880 y no el 4 de febrero de 1888, porque fue entonces cuando se produce la primera protesta contra los humos, una manifestación celebrada en Huelva, pero que no llegó a tener mucha repercusión debido a cuestiones políticas”.

Para Moreno Bolaños, los datos erróneos que han llegado hasta nuestros días se deben a la manipulación periodística que primó en aquellos días de finales del siglo XIX, puesto que “si normalmente se habla del diario ‘La Provincia’ como el portavoz de la Compañía minera de Riotinto, otros rotativos se dedicaban a dar datos falsos por ser proclives a la Liga Antihumista”.

Otro de los puntos de interés del libro ‘Génesis del anarquismo en Minas de Río Tinto. Maximiliano Tornet como paradigma y su papel en el Año de los Tiros’ es su aportación sobre el número de detenidos y fallecidos en aquel trágico episodio. Para Alfredo Moreno, las consecuencias de la represión fueron mucho más allá de la cifra de 13 fallecidos oficiales, porque “he tenido acceso a una hoja en la que se relata cómo se transportaron fallecidos desde la Plaza de la Constitución de Riotinto durante la noche del 4 de febrero, mientras que los muertos oficiales se enterraron al día siguiente, el día 5 de febrero. Es decir, que hubo muchos más muertos de los que se habla”. Datos que este investigador encontró mientras realizaba un estudio sobre los deportes británicos en la Cuenca Minera, un documento cuyo autor reconocía ser el sobrino del maquinista que, en la noche del 4 al 5 de febrero de 1888, transportó los cadáveres de los muertos no oficiales en una batea.

Unos fallecidos no oficiales, que según adelantó Moreno Bolaños, junto a Manuel Pérez López, en un artículo publicado en la revista ‘Narvae’, pudieron haber sido enterrados de forma masiva utilizando como tapadera el futuro cementerio de La Naya, que actualmente no existe. Unos hechos que ha podido comprobar gracias a un libro que le fue cedido por Julio Macías, concejal de Turismo en el Ayuntamiento de Mina de Riotinto en 2015.

Más escalofriante puede ser el hecho de que parece certificado que aquellos fallecidos en la manifestación del Año de los Tiros fueron transportados en el que llamaron ‘El tren de la muerte’, tirado por una máquina conocida como ‘La Maldita’, la número 51, que hoy se encuentra de reserva en el Tren Turístico de Riotinto. Una cuestión confirmada por el campillero Uberto Hernández Vallecillo, al que se lo contó su suegra, que vivió en primera persona aquellos acontecimientos de 1888. Un detalle que era vox populi en la Cuenca Minera.

Con todo ello, este investigador, ex trabajador de la mina ya jubilado, lo único que pretende es que “se conozca la verdad sobre lo que pasó aquel 4 de febrero de 1888. Me gusta la historia y, por eso, me he propuesto difundir lo que verdaderamente sucedió en Minas de Riotinto”. Unos hechos que Moreno Bolaños considera que también se trata de un episodio de Memoria Histórica, que, además, estuvo relacionado con las protestas a nivel mundial del 1 de mayo. En cualquier caso, asegura que “nunca ha existido una represión tan dura como sucedió durante el Año de los Tiros”.

Por este motivo, este aficionado a la historia continúa trabajando en esta línea, para poder conocer más detalles de este acontecimiento y, de hecho, tiene previsto trasladarse a Segovia para consultar los archivos militares y recabar más datos de aquellos hechos. Trabajos que espera que sean una herramienta muy útil para otros investigadores, para que continúen indagando en aquella mítica huelga del 4 de febrero de 1888.

Sobre el autor

Alfredo Moreno Bolaños nació en Naya (Minas de Riotinto) el 29 de marzo de 1957. En 1972 se trasladó al Alto de la Mesa. Tras realizar sus estudios en 1976 comenzó a trabajar en Rio Tinto Minera en el Departamento de Topografía, pasando por otros Departamentos como Planificación hasta la finalización de su período profesional en 2002.

Desde 2004 viene desarrollando una labor de investigación sobre diversos temas relacionados con Riotinto, desde los deportes británicos, pasando por el estudio de la presencia de los técnicos extranjeros en Riotinto hasta la producción minera de las minas que nos ocupan. Fruto de estas investigaciones son doce capítulos de libro, cinco artículos en revistas especializadas, la coautoría de un libro y su primer libro en solitario que será presentado en breve. Además de varios trabajos que abarcan desde la tauromaquia a aspectos concretos del desarrollo de la actividad minera que esperan pronto ser puestos blanco sobre negro. Actualmente junto a Gilberto Hernández está digitalizando e investigando en el Archivo Municipal de Minas de Riotinto aspectos concretos de la historia del pueblo.

Sobre la calidad del trabajo realizado por Alfredo Moreno da cuenta el Premio Nacional Francisco Javier Ayala en 2011 otorgado por la Sociedad Española para la Defensa del Patrimonio Geológico y Minero al mejor artículo publicado sobre esa temática. En 2012 recibió una mención honorífica de la Real Academia de la Historia por su trabajo sobre el Mineral Extraído en Riotinto entre 1725-2002 y cuenta con un artículo publicado sobre la Minería de Hierro en Riotinto en la revista científica más antigua de España y más prestigiosa sobre temas mineros el Boletín Geológico Minero de España.

Corta Atalaya, la mina a cielo abierto más grande de Europa, más que un símbolo de la Cuenca Minera

Hablar de la Corta Atalaya de Minas de Riotinto no es nada fácil. A nadie se le escapa que, desde tiempos inmemoriales, es la mejor carta de presentación de la Cuenca Minera, además de todo un símbolo de la provincia de Huelva. Siendo la mina a cielo abierto más grande de Europa y la segunda más destacada del mundo, son muchos los artículos y reportajes que han venido a desgranar las peculiaridades de este espacio de gran belleza, que ha sido escenario de cine en más de una ocasión.

Pero era obligado iniciar esta sección destinada a recorrer los rincones más singulares de la comarca minera haciendo una visita a la Corta, una auténtica joya de carácter único. Y es que la Corta Atalaya es uno de los paisajes más singulares, no sólo de la Península Ibérica, sino también del resto del continente europeo.

Un enclave que desde el 18 de enero de 2005 es espacio protegido por la Junta de Andalucía al formar parte del Paisaje Protegido de los tramos alto y medio del río Tinto y su entorno, una franja de 57 kilómetros que se extiende a lo largo de once municipios de las provincias de Huelva y Sevilla, como son Berrocal, El Campillo, La Palma del Condado, Minas de Río Tinto, Nerva, Niebla, Paterna del Campo, Valverde del Camino, Villarrasa y Zalamea la Real, en la provincia de Huelva, y El Madroño, en la provincia de Sevilla.

 

Dedicada principalmente a la explotación de cobre, sus dimensiones son de 1.200 metros de largo, 900 metros de ancho y 350 metros de profundidad. Además, su círculo central tiene más de 2.000 metros cuadrados. Todo ello le confiere una belleza que sobrecoge a los visitantes y turistas que acuden a la zona.

Un enclave que, además de su belleza e importancia económica, también tiene un componente histórico de enorme interés. No en vano, esta mina fue explotada desde los tartessos y, sobre todo, por los romanos, si bien es cierto que todos recordamos su etapa más reciente, cuando fue adquirida por la Rio Tinto Company Limited desde el último tercio del siglo XIX.

 

En concreto, fue a principios del siglo XX cuando se descubrieron en esta mina a cielo abierto una serie de pozos y galerías mineras de época romana, que intensificaron este sistema de explotación, comenzando en la Corta Filón Sur ya empezada por los ingenieros españoles, pero sobre todo a partir de 1907 en la Corta Atalaya, de la masa San Dionisio, explotada hasta entonces por minería interior. Tanto que llegó a ser un modelo revolucionario de explotación minera que albergó a más de 12000 obreros en sus labores de arranque, carga y transporte de minerales.

La masa San Dionisio, a la cual pertenecen la Corta Atalaya y Pozo Alfredo, se localiza en el flanco sur del anticlinal de Riotinto, asociado a un pliegue menor (sinclinal) de dicho flanco.

Un escenario de cine

Su paisaje inquietante ha provocado, además, que el cine se haya fijado en este espacio como el mejor escenario para el séptimo arte. En concreto, en la Corta Atalaya se han rodado dos películas: El corazón de la tierra, de Antonio Cuadri, basada en la novela de Juan Cobos Wilkins, y la cinta de ciencia-ficción Próxima, de Carlos Atanes.

El Corazón de la Tierra es, sin duda, la más recordada. No en vano, nominada a los Premios Goya y elegida Mejor Película en el Festival de Cine de Miami, hablar de la película de ‘El Corazón de la Tierra’ es quedarse con la historia de Huelva. No sólo porque esta cinta de 2007 estuviera dirigida por el triguereño Antonio Cuadri y basada en la novela homónima del escritor riotinteño Juan Cobos Wilkins. Sino porque esta película recuerda un episodio clave de la etapa contemporánea onubense: la huelga del ‘Año de los Tiros’ y las relaciones creadas en la Cuenca Minera entre los trabajadores de las minas y la Riotinto Company Limited, S. A.

En concreto, la película cuenta cómo en la España de finales del siglo XIX una poderosa compañía inglesa obtiene una concesión para explotar durante más de 30 años las milenarias minas de Riotinto, en Huelva. Blanca Bosco, una niña de 9 años, y su inseparable amiga inglesa Kathleen, sobrina del director británico, son testigos de las miserables condiciones de vida de los trabajadores, entre los que abundan niños, y de la terrible contaminación atmosférica y la lluvia ácida que asola toda la comarca. Cosechas, ganado, árboles. ríos, pero sobre todo la población, desde Sevilla hasta el sur de Portugal, sufren la agresión de los humos tóxicos.

En el reparto, además, encontramos actores de la talla de Catalina Sandino Moreno, Bernard Hill, Joaquim de Almeida, Sienna Guillory, Philip Winchester, Jorge Perugorría, Ana Fernández, Fernando Ramallo, Juan Fernández o Mercedes Hoyos.

Con todo ello, la Corta Atalaya es un lugar de obligada visita en cualquier época del año, ya sea por los mismos vecinos de la zona como por cualquier persona de fuera, que quedará admirado por la belleza y singularidad de esta mina. Una invitación a conocer y valorar nuestro patrimonio económico y natural.