María José Llergo levantó al público de sus asientos en varias ocasiones durante su primera actuación en Huelva

“La voz de María José Llergo es un rayo láser de plata y zafiro atravesando la noche de los tiempos” dijo Ana Baldallo en su muro de Facebook tras concluir la actuación de la artista cordobesa en el Aula Magna del edificio Jacobo del Barco de la UHU.

Este es el tipo de reacciones que provoca una insultantemente joven artista que ha venido para revolucionar el flamenco a golpe de sintetizador y con una voz libérrima y portentosa, con una paloma que echa a volar de su garganta y que brota a borbotones llenando el espacio de un sonido prodigioso. Los que ayer destinaron 8 euros al concierto (lleno absoluto del aforo permitido por las medidas covid) recibieron una bofetada de talento y el compromiso y honestidad de una cantante que hasta se avergonzaba ante la lluvia de vítores que recibía cada vez que ponía al público en pie y sostenía el aplauso durante largos y largos minutos. “Quiero volver a Huelva”, decía con sencillez y al poco peguntaba “¿algún truco para cantar y llorar a la vez?”

Y es que esta enésima renovación del flamenco sí ha calado de verdad. En primer lugar porque toca de lleno a una nueva generación de seguidores de esta disciplina que se ha dado mil veces por muerta pero que resurge de sus cenizas como un Fénix, y en segundo lugar, porque lejos de inventos y subterfugios, Llergo se refugia en su voz para componer nuevas letras que hablan del drama de la inmigración en el Mediterráneo, de la mujer empoderada, de las desigualdades y sus riesgos… y eso conecta mucho con una nueva generación Z que se ha echado en sus brazos sin contemplaciones.

Llergo tiene una manera de componer que da la mano a García Lorca (Cien cuchillitos de agua, riegan mis flores de encaje y en cada una de ellas, una lágrima de sangre) muy alejada de los estereotipos de una juventud despreocupada musicalmente. Letras con poesía y con mensaje que además se materializan en una inmensa sonoridad y con una amplísima variedad de registros vocales.

Pero además, todo ello lo hace respetando la tradición y la esencia del flamenco, lo de Llergo es otra cosa, pero también es la arraigada esencia de siempre que no huye de las raíces de cantes de siega en el campo (dicen que la patria es un fusil y una bandera. Mi patria son mis hermanos que están labrando la tierra) o de amores envilecidos y con mácula (Soy como el oro, soy como el oro, mientras más me desprecias, más valor tomo).

Ayer María José Llergo, que cantaba en Huelva por primera vez, puso otro ladrillo en la firme construcción de una carrera musical destinada a llegar muy alto, y a dar nuevos aires al flamenco. El público onubense, ya la espera.