Tras estudiar Arquitectura Técnica en la Universidad de Sevilla, esta joven de 38 años trabajó en empresas de Sevilla y Málaga, tras lo que la crisis de la construcción la llevó hasta las Islas Baleares, donde trabaja desde hace un año y medio como jefa de obra de una veterana constructora
En el carnet de Lucía Gómez Fernández aparece reseñado que nació en Huelva capital hace 38 años. Sin embargo, su nacimiento en la ciudad fue algo totalmente circunstancial, puesto que se debió a que el ginecólogo que atendió a su madre en los partos anteriores, -ella es la pequeña de cuatro hermanos-, estaba en Huelva. Así que su familia se trasladó allí, pero, a los dos días de nacer, ya estaba en Minas de Riotinto. Y, de hecho, Lucía vivió en la localidad riotinteña durante toda su infancia y su juventud, hasta que se marchó a Sevilla para estudiar Arquitectura Técnica.
Fue en la capital hispalense donde se inició en el mundo laboral, puesto que, antes de terminar la carrera, trabajó en un estudio de arquitectura. Después, cuando acabó los estudios universitarios, se marchó a vivir a Málaga, donde estuvo trabajando dos años y medio como jefa de producción en varias constructoras.
Sin embargo, como nos cuenta Lucía, “la llegada de la crisis en el sector de la construcción me llevó de vuelta a Sevilla, donde estuve un tiempo en el paro, hasta que comencé a trabajar de camarera en un bar pequeñito en Triana. Como la construcción no remontaba, trabajé de forma intermitente en la hostelería, pero siempre con un ojo puesto en la posibilidad de volver a mi sector, porque lo mío es vocación”.
De hecho, la joven trató de reinventarse en varios sectores, como la fotografía. “Es un ámbito que también me apasiona…, pero es otro mundo muy complicado. Hay que entrenar mucho el ojo y ser arrojado con una idea o estilo de fotografía. Descubrí a Chema Madoz, que hace poesía visual y es mi fotógrafo favorito. Y entonces entendí que lo mío solo era una afición. Lo que me apasiona es la construcción”, afirma.
Por ello, cuando encontró trabajo de lo suyo en Mallorca no lo dudó dos veces. Fue así cómo se marchó hace un año y medio, en febrero de 2017, a la isla balear, desde donde nos cuenta su aventura a través de esta entrevista.
-Lucía, ¿por qué elegiste estos estudios?
-Mi padre era jefe de topografía en Riotinto Minera y mi abuelo trabajaba en cocheras, reparando locomotoras, vagones y todo lo que caía en sus manos. Me crié rodeada de planos, tornillos, tuercas y ese rico olor a grasa en el cuartillo de mi abuelo, donde no se veían las paredes ni el techo de la cantidad de cachivaches que tenía colgados por todos lados. Mi madre, por su parte, era auxiliar de clínica en el Hospital Comarcal de Riotinto y, aunque me gusta ayudar a los demás, no puedo con las agujas.
Mi hermano José Manuel, el mayor, estudió Filología Hispánica y es profesor. Cayetano estudió hostelería y gestión de empresas. Mi hermana Ana estudió Derecho. Y yo me decanté por el Bachillerato Tecnológico. Me encantaba el dibujo técnico y tengo buena visión del espacio.
-¿Por qué decidiste irte fuera?
-Me fui fuera porque no encontraba trabajo de técnico en Andalucía. Mi último empleo fue de cocinera en un bar de tapas en Huelva. Así que cuando me ofrecieron un puesto de trabajo en Mallorca no tuve que pensármelo demasiado.
-¿Qué haces en Mallorca?
-Trabajo como jefa de obra en una constructora que lleva 80 años construyendo en Mallorca llamada ‘Llull Sastre’.
-¿Cuál es tu balance de la experiencia por ahora?
-A día de hoy, te digo que muy positiva. Pero, los inicios han sido muy difíciles. Es complicado llegar a un lugar completamente nuevo, casi sin amigos y teniendo que ser totalmente autónoma, sin tener en quien apoyarte. Cuando me fui a Málaga, viví algo parecido, pero era Andalucía, donde sigues encontrando pescaito frito (risas).
-¿Cuál es tu lugar de residencia?
-Vivo en Inca, un pueblo del centro de la isla. Mallorca es preciosa, tienes playas espectaculares, montañas preciosas donde he llegado a ver nevar y tiene un tamaño perfecto para no sentirse aislado. Es un tercio del tamaño de Huelva y, a los peninsulares, no nos da pereza movernos de una punta a otra de la isla.
-¿Te has marcado algún nuevo objetivo?
-Por ahora, seguir creciendo profesionalmente y seguir descubriendo la isla. Tengo muchas ganas de visitar las islas de Menorca y Formentera; Ibiza también, pero en invierno, cuando haya menos gente.
-¿Cuáles son tus planes futuros?
-Por ahora…, seguir tratando de ser feliz y hacer feliz a mi entorno. Tener muchas visitas de amigos, que siempre les digo que tienen una casa en Mallorca.
-¿Algún sueño que conseguir?
-Nunca he tenido ningún sueño definido por conseguir. En los años que he trabajado en la hostelería, soñaba con volver a la construcción, cosa que he conseguido. Supongo que conocer a algún amigo que tenga barco y me lleve a dar la vuelta a Mallorca (risas).
-¿Qué supone para ti la Cuenca Minera? ¿Qué recuerdos tienes de ella?
-Aquí muero. Es mi tierra y son mis raíces, mi infancia y todos los grandes recuerdos de familia y de amigos. Nunca falto a la Virgen del Rosario. Sé de un amigo que vendría a Mallorca y me arrastraría por los pelos para ir a acompañarle en la procesión, ¿verdad Agustín? Y los recuerdos son muchos, muchísimos. Es sorprendente lo que se echa de menos las cosas más tontas cuando estás lejos.
-¿Vienes mucho a la Cuenca?
-Voy todo lo que el trabajo me lo permite
-¿Tienes familia y amigos aquí con los que sigas manteniendo el contacto?
-Mis padres viven allí y tengo muchos amigos con los que sigo en contacto a diario por las redes sociales.
-¿Qué es lo que más echas de menos de tu tierra?
-¡La comida de mi madre! Eso sin duda.
-Para terminar: un mensaje a tus paisanos.
-Pues que disfruten y cuiden de nuestra tierra, que tenemos una provincia preciosa, desde la Sierra hasta la Costa. Y que tienen una casa en Mallorca (risas).