Desde hace décadas llevo observando, con mucho pesar, la indolencia de los ciudadanos de a pie -personas como yo, cercanas y familiares- al juzgar sin más a la minería como algo funesto y pernicioso. Pero quiero resaltar que no es un juicio de razón, pues dicha acción, que hacen a priori, debería entenderse como un acto de prejuicio. Conozcamos también qué y cuál es la minería del presente, sus beneficios y adversidades; analicémosla conjuntamente con la información de la que ustedes disponen, información adquirida y transmitida por el saber popular y a través de los medios de comunicación públicos. Finalmente, concluyan con sus verdaderos juicios críticos al respecto, pues conociendo las posturas de todas las partes involucradas podrán llegar a enjuiciar con fundamento.
Pues bien, como os digo, muy a mi pesar, siempre se ha entendido la minería como algo nefasto, perjudicial y contrario a cualquier postura ecológica y ambiental razonable y protectora.
Desde mi perspectiva como ingeniero de minas, comprometido con el desarrollo sostenible y el bienestar del planeta, fundamentar por qué creo que, a día de hoy, persiste esa confusión entre la minería del pasado y nuestra realidad actual es algo crucial y merecedor de esta publicación. Es una cuestión que me preocupa profundamente, ya que la brecha entre la percepción pública y la realidad de nuestra profesión es vasta y perjudicial para el progreso.
La persistencia de esta visión obsoleta se debe a una combinación de factores históricos, comunicacionales y psicológicos:
El poder de las imágenes históricas y la memoria colectiva
- Imaginario visual duradero: Las imágenes icónicas de las minas de carbón del siglo XIX, las grandes ciudades industriales de mediados del XIX, los dueños de fábricas en urbes grises y lluviosas, con chimeneas altas que expulsaban humos oscuros bajo cielos encapotados, el trabajo infantil y los paisajes devastados, están profundamente arraigadas en la cultura popular, el cine y la literatura. Estas representaciones visuales son potentes y eclipsan la realidad de una operación moderna y bien gestionada.
- Asociación inmediata: La palabra minería evoca instantáneamente esas imágenes históricas, no la de un ingeniero operando un sistema de gestión ambiental sofisticado desde una sala de control.
Comunicación deficiente y sesgos de información
- Las noticias negativas venden: Los incidentes negativos (derrames, escombreras, accidentes) son, por su naturaleza, más noticiables y generan mayor impacto emocional que las historias de éxito en reforestación o eficiencia hídrica. Las buenas prácticas rara vez llegan a los titulares de los grandes medios de comunicación: eso no vende.
- Lenguaje técnico y distancia: La industria a menudo comunica sus avances en un lenguaje técnico que la población general no comprende ni con el que conecta emocionalmente. Esto crea una barrera y desconfianza. Debemos aprender a contar las cosas de manera más sencilla y sin tantos tecnicismos.
La visibilidad del daño y la invisibilidad de la restauración
- Impacto inmediato y visible: El proceso de apertura de una mina —grandes movimientos de tierra, construcción de infraestructuras, balsas de contención— implica un cambio físico inmediato y muy visible en el paisaje. Algo que se percibe en apenas unos meses.
- Restauración a largo plazo: La restauración ecológica y el cierre de minas son procesos que toman años, incluso décadas, y ocurren mucho después de que la atención pública se haya desplazado. La gente ve el antes de la operación, pero rara vez se le muestra el después de la rehabilitación completa.
Desconocimiento del ciclo de vida del mineral en la sociedad
- Contradicción del consumidor: Existe una desconexión fundamental entre el deseo de tener teléfonos móviles, vehículos eléctricos y energía renovable, y la aceptación de que los minerales necesarios para fabricar esos productos deben provenir de algún lugar. La gente quiere el producto final, pero no la industria que lo hace posible.
- “No en mi patio trasero” (NIMBY, por sus siglas en inglés, Not In My Back Yard): Esta mentalidad es común. Se apoya la tecnología moderna, pero se rechaza la actividad minera localmente, lo que perpetúa la falta de familiaridad con las operaciones actuales.
Percepción de prioridades incompatibles
- Beneficio frente a naturaleza: Persiste la idea errónea de que la minería solo busca el beneficio económico a toda costa. Si bien la viabilidad económica es clave, hoy en día la sostenibilidad ambiental y social son pilares regulatorios y éticos ineludibles para cualquier proyecto serio. Invertimos millones en tecnologías limpias y programas comunitarios.
Como ingeniero, entiendo que la confusión es el resultado de una narrativa histórica dominante que no ha sido actualizada eficazmente. Nuestra responsabilidad como profesionales del sector es educar, ser transparentes y demostrar con acciones que la minería moderna puede y debe ser entendida por todos como una actividad compatible con la conservación del medio ambiente y el progreso humano. Porque, sin ella, el progreso tecnológico que todos disfrutamos simplemente se detiene.
Desde mi perspectiva, apasionado por la naturaleza y comprometido con el progreso sostenible, entiendo perfectamente por qué persiste esa confusión entre la minería obsoleta y la moderna. La brecha entre la realidad actual de nuestra industria y la percepción pública se debe a una combinación de factores históricos, comunicacionales y, siendo autocríticos, a las acciones de algunos actores que aún no adoptan las mejores prácticas.
El peso de la historia y una imagen gráfica impactante
La memoria colectiva está cargada con imágenes potentes del pasado: mineros con carbón en la cara, campamentos insalubres y ríos teñidos de naranja por el drenaje ácido. Estos son hechos históricos innegables y trágicos. Aunque hoy la realidad es radicalmente distinta —con operaciones limpias, automatizadas y con estrictos protocolos—, la imagen visual del daño pasado es más memorable y emotiva que la de una planta moderna de tratamiento de aguas. La minería tradicional dejó cicatrices físicas y sociales que tardan generaciones en sanar, y esas historias se transmiten, configurando una narrativa difícil de cambiar.
Comunicación deficiente y ausencia de transparencia
La industria minera no siempre ha sido buena comunicando sus avances. Históricamente ha operado de forma discreta, lo que ha generado una falta de confianza. La gente tiende a llenar los vacíos de información con sus peores miedos. Aunque las empresas modernas publican informes de sostenibilidad y realizan evaluaciones de impacto ambiental, esta información a menudo no llega al público general de forma clara o accesible, o es vista con escepticismo por provenir de las mismas empresas.
La existencia de prácticas irregulares (minería ilegal y subestándar)
Este es un punto crítico y doloroso. La percepción negativa se ve reforzada por la existencia de la minería ilegal e informal, que opera sin controles y causa graves daños ambientales y sociales, tal como se hacía en el siglo pasado. Cuando los medios reportan sobre un río contaminado en la Amazonía, la distinción entre la minería ilegal artesanal y una operación industrial certificada a menudo se difumina en la mente del público, que generaliza la mala praxis a toda la industria.
La complejidad de la sostenibilidad minera
Seamos honestos: la minería, por su naturaleza, altera el entorno. Extraemos recursos finitos y movemos tierra. Pero la diferencia fundamental hoy es cómo gestionamos y mitigamos ese impacto. La minería moderna se enfoca en minimizar la huella, rehabilitar terrenos y proteger la biodiversidad. Sin embargo, explicar los matices de la gestión del drenaje ácido o los planes de cierre de minas es complejo. Para el ciudadano de a pie, es más simple la dicotomía “minería mala, conservación buena”, ignorando que los minerales que extraemos son esenciales para su vida diaria (teléfonos, coches eléctricos, infraestructuras médicas, etc.).
Sesgos emocionales y falta de educación
Existe un sesgo emocional. Es fácil apoyar la conservación de un bosque, pero es difícil ver la conexión directa entre ese bosque y el litio de la batería de su ordenador portátil. La educación sobre el origen de los materiales que sustentan nuestra sociedad moderna es escasa. La gente quiere los beneficios de la modernidad, pero a menudo no quiere aceptar el proceso necesario para obtenerlos.
Entiendan esta visión: el progreso y la sostenibilidad no tienen por qué ser mutuamente excluyentes. Trabajamos cada día para asegurar que cada proyecto cumpla con los más altos estándares, restaurando los ecosistemas y contribuyendo positivamente a las comunidades locales. Eso es lo que hace la minería moderna. Para cambiar la percepción general sobre este sector de la industria, necesitamos que toda la industria opere de manera ejemplar y que la sociedad esté dispuesta a escuchar y diferenciar entre el pasado obsoleto y el futuro responsable al que aspiramos.
“Como ingenieros y profesionales del sector, tenemos la esponsabilidad de comunicar mejor lo que hacemos: con transparencia, con evidencia y con empatía.
Y como sociedad, tenemos el deber de informarnos y distinguir entre el pasado obsoleto y la minería responsable del presente.
La minería moderna no es el enemigo del planeta, sino un aliado indispensable para su transformación sostenible”















