Tras desarrollar gran parte de su vida en Galdácano, donde se casó y ejerció de soldador, una operación de columna le trajo de nuevo a la provincia de Huelva, lo que le permite visitar la comarca cada vez que tiene nostalgia de ella

La vida de los ‘mineros por el mundo’ es a veces intensa, ya que les lleva a diferentes destinos, pero siempre teniendo a la Cuenca Minera en el corazón. Así le ha ocurrido a José Luis Danta Rubio (Nerva, 1957), quien, tras vivir en Galdácano, hoy en día, a sus 62 años, reside de nuevo en la provincia de Huelva, concretamente en La Antilla.

Su historia comienza en el año 1971, cuando emigró con sus padres a la ciudad vasca de Galdácano. El motivo fue el traslado de su padre desde la empresa de Minas de Riotinto a la fábrica de explosivos UER.

Por este motivo, los años centrales de su vida se desarrollaron en el País Vasco, una tierra en la que asegura que “fui muy bien acogido”. Tanto es así que Euskadi “me dio todo, mujer e hijos. Por eso, me siento orgulloso de poder decir que tengo dos tierras: Andalucía y Euskadi”.

Pero, en 1992, su vida volvió a dar un giro al tenerse que operar de la columna. Esta intervención le obligó a dejar su profesión de soldador y, desde entonces, se encuentra pensionado, una situación tras la que decidió trasladarse de nuevo a la provincia de Huelva, esta vez a La Antilla, donde se encuentra desde entonces.

Aquí lleva “una vida tranquila, respirando a mar, que me da bastante vida”, afirma. Eso sí, para José Luis, la Cuenca Minera siempre serán sus raíces, “a las que nunca renunciaré, aunque es cierto que, cuando uno se ve obligado a dejar su tierra, duele mucho”.

Por este motivo, suele regresar a la comarca cada vez que tiene oportunidad, momentos en los que visita a la familia y participa en algunos actos culturales de la zona. Así que, gracias a que vive cerca, acude a la Cuenca cada vez que tiene nostalgia de su tierra.

Con todo, para terminar, deja este mensaje a sus paisanos: “Que resurja toda la Cuenca Minera, que tenemos unas raíces fuertes, que jamás se perderán. Saludos y ¡Viva Nerva!”.