Tras marcharse de Riotinto hace 17 años, actualmente dirige la Obra Social de la Asociación ‘Espiral Loranca’, desde donde no olvida a su pueblo, al que adora y vuelve siempre para participar en sus fiestas y tradiciones

Luis Francisco Naranjo Ramos es un riotinteño que, a sus 39 años, es director de la Asociación ‘Espiral Loranca’, una entidad con sede en Fuenlabrada (Madrid) que trabaja en favor de la infancia, juventud y familia en situaciones de vulnerabilidad.

Todo un logro para este minero que pasó toda su infancia en Minas de Riotinto, hasta que, a los 18 años, se desplazó a Sevilla para estudiar la carrera de Magisterio, en la especialidad de Educación Primaria. Según nos cuenta en esta entrevista, “así estuve 3 años, a caballo entre el pueblo y la capital hispalense, hasta que, unos meses después de terminar los estudios, a principios del año 2002, me fui a Madrid para probar suerte y encontrar una oportunidad laboral”.

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No fue fácil, pero, tras unos meses en los que trabajó como operario de restauración en el Parque Warner, en diciembre de 2002 comenzó a desarrollar la labor de educador en la Asociación ‘Espiral Loranca’, una obra social que los Hermanos Maristas de la Provincia Ibérica habían iniciado en Fuenlabrada unos años antes.

“Durante los primeros años, trabajé como educador de formación básica en programas de garantía social para jóvenes que no habían terminado sus estudios de ESO, enseñándoles las áreas de Matemáticas y Ciencias a los alumnos que iban a aprender el oficio de fontanería, informática o estética. También estuve varios años coordinando estos programas de formación, mientras lo compaginaba con las clases a los jóvenes, además de empezar a participar también durante las tardes en los programas socioeducativos para menores en el Centro de Día que tenemos en Fuenlabrada”, recuerda Luis.

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Esta experiencia le permitió crecer personal y profesionalmente, asumiendo nuevas tareas y responsabilidades, hasta que, en el verano de 2012, le propusieron asumir la dirección de la obra social. Una labor que desarrolla desde entonces y de la que nos habla en la presente entrevista, donde hace balance de sus 17 años fuera de la Cuenca Minera.

-Luis, ¿por qué decidiste irte fuera, a Madrid?

-La decisión fue tomada principalmente por la situación económica que había en casa. Eran tiempos difíciles, ya que mi padre, trabajador de la empresa que explotaba las minas, estaba junto al resto de empleados de la misma en plena lucha por conseguir unas jubilaciones y prejubilaciones dignas, después de que la empresa cerrara y la situación se estaba alargando demasiado, con todo lo que eso conllevaba. Así que en mi casa se tiraba para adelante con la ayuda de la pequeña pensión de mi abuela y con lo que se podía. Mi hermana mayor estaba trabajando fuera y la pequeña seguía estudiando su carrera en Sevilla, así que decidí que tenía que aportar lo que pudiera buscando un trabajo, donde fuera y como fuera.

La casualidad hizo que la que por entonces era mi pareja vivía en Madrid y me facilitó la posibilidad de probar suerte en la capital. Creo que apenas lo pensé porque lo vi como una oportunidad de no ser una carga en casa mientras salía algo, así que llené el coche de trastos, me imprimí un mapa de cómo llegar a Madrid y me fui a vivir una nueva aventura. Creo que a mis padres les comuniqué mi decisión prácticamente el día antes, en plena celebración de los carnavales.

-Tras 17 años en Madrid. ¿Cuál es tu balance de la experiencia?

-Mi balance es muy positivo. He crecido y aprendido muchísimo a nivel personal y profesional. He vivido nuevas experiencias y, sobre todo, he conocido gente maravillosa en todos estos años. La única pega es que me separan algo más de 500 kilómetros de mi tierra.

-¿Qué estás haciendo en estos momentos?

-Sigo trabajando en la Asociación Espiral Loranca, el proyecto social en el cual aterricé por casualidad en diciembre de 2002, desarrollando la labor de dirección, pero, realmente, es una labor más entre otras tantas dentro de la entidad. La Asociación Espiral Loranca es una entidad que trabaja en favor de la infancia, juventud y familia en situaciones de vulnerabilidad mediante la prevención, promoción y educación integral, como factores de cambio y de justicia social, a través de la realización de programas socioeducativos. Se fundó como tal en el año 2004, aunque el proyecto inicial data del año 1997, fruto de la inquietud de los Hermanos Maristas por realizar una obra social en los alrededores de Madrid.

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En la actualidad, cuenta con tres centros, donde atiende a diferentes perfiles de destinatarios: Un Centro de Día para menores de entre 4 y 14 años en Fuenlabrada; un Centro de Formación Profesional para jóvenes y adultos desempleados en Humanes de Madrid; y un Centro comunitario de promoción social para adultos, principalmente mujeres, también en el fuenlabreño barrio de Loranca. Atendemos a más de 350 personas al año con un equipo educativo de 17 personas y la inestimable colaboración de casi 30 voluntarios.

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Mi función principal como director es coordinar la labor que se desarrolla en los diferentes centros, con la ayuda del resto del equipo directivo y los coordinadores de programas. También gestionar los recursos humanos y velar por el cumplimiento de los fines de la entidad. Gestionar la comunicación, servir de enlace con otras entidades sociales y con la Provincia Ibérica, búsqueda de financiación y captación de fondos, temas de calidad y cuando la ocasión me lo permite, disfrutar con los niños en actividades puntuales como un educador más, apoyando la labor de mis compañeros.

-Es una labor muy gratificante…

-Sí que lo es. El trabajo de educador es de los más gratificantes que existen. Yo soy maestro por vocación y siempre imaginé mi trabajo en un aula con niños, dando clase y enseñándoles. Pero esto no me lo esperaba. Nunca imaginé que mi trabajo consistiría en mucho más que eso. Dedicar tu tiempo a quien más lo necesita y ver sus pequeños gestos de felicidad y agradecimiento es la sensación más bonita del mundo. Y eso que, como explicaba anteriormente, ahora por mis funciones actuales no puedo dedicar todo el tiempo que quisiera a ejercer como educador, a estar directamente con los niños o jóvenes, pero, siempre que puedo, lo intento. Además, se aprende mucho de ellos y tienen mucho que decir como los verdaderos protagonistas que son en Espiral.

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-¿Te has marcado algún nuevo objetivo?

-De momento, en principio, tengo por delante casi otros tres años como director de esta obra social. Así que muchos de esos retos van en la línea de seguir consolidando la asociación. Siempre hay que seguir mejorando y aprendiendo y son muchos los objetivos que nos hemos marcado recientemente para este trienio: reconocimiento en aspectos de calidad, transparencia y buenas prácticas, mejorando nuestra puntuación en el sello Madrid Excelente e intentando formar parte de las entidades y ONGs acreditadas por Fundación Lealtad. También seguir abriendo nuevas vías de financiación para nuestros proyectos, intentando mantener las ayudas públicas y buscando nuevas alternativas en el sector privado mediante colaboraciones con empresas a través de su RSC. Seguir introduciendo mejoras metodológicas en nuestra práctica diaria y estar al día en aspectos innovadores, mejorando así la calidad de la intervención con nuestros destinatarios en todos los programas.

Concretando un poco más, tenemos sobre la mesa un apasionante reto que es iniciar en breve un nuevo proyecto social en el madrileño barrio de Lavapiés, donde, a pesar de las numerosas entidades que trabajan en la zona con menores de población en su mayoría inmigrantes, siguen haciendo falta recursos socioeducativos para atender la demanda. Ahora mismo hemos conseguido un local que está en proceso de reformas y esperamos que pronto podamos iniciar el proyecto. Además, ya se han ofrecido muchas personas para colaborar provenientes de centros educativos Maristas de la capital.

-¿Qué piensa tu familia y amigos?

-Ellos están orgullosos de lo que hago y les encanta verme feliz con mi trabajo. Es cierto que estar lejos de ellos se hace difícil, pero siempre están presentes.

-¿Cuáles son tus planes futuros?

-Más allá de lo profesional, seguramente, formar una familia y seguir “viviendo”. Siempre he dicho, -y aún lo mantengo-, que me encantaría volver, si no a Riotinto, por el tema laboral principalmente, sí a Sevilla o Huelva. También soy realista y ahora mi vida está aquí, pero no quiero descartarlo. Me gusta pensar que la vida da muchas vueltas y nunca se sabe…

-¿Qué es lo que más echas de menos de Huelva?

-Por supuesto, mi tierra y mi gente. Yo soy muy mojino y, a pesar de la distancia, sigo haciéndome presente en Riotinto siempre que puedo. Sigo participando activamente en eventos como los Carnavales, que no he faltado ni un año a cantar a mi pueblo con mi chirigota de la peña El Doblao, sigo yendo cada otoño a las fiestas de la Virgen del Rosario para salir con La Esquila, San Roque, Navidades, Semana Santa, puentes… Muchas veces me dicen mis amigos que me ven más a mí que a otros que a lo mejor viven en Sevilla o Huelva. Y creo que no exageran tanto (risas).

Luis Francisco Naranjo carnaval

Mi familia, que, aunque estamos algo repartidos, siempre intentamos vernos todos, aunque sea una vez al año. Llegar a mi casa, porque siempre será mi casa, y estar con mis padres, charlando, en torno a una de las increíbles tortillas de patatas que hace mi madre y con una copa de un buen vino del que a mi padre siempre le gusta tener. Jugar y pintar con mi sobrino Mario, que es como mi sombra cuando coincidimos, a mí me encanta.

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Mis amigos, que es cierto que cuando voy, a veces nunca coincidimos todos, eso es casi imposible ya, pero siempre hacen por estar y coincidir para disfrutar de ratitos juntos. Aprovechamos un café, una caña, un ensayo de la chirigota y, cuando se tercia, en ocasiones especiales, nos llegamos a juntar un buen número. Y ya cada vez con más niños pequeños en el grupo.

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Es totalmente cierto eso de que hasta que no te toca irte de tu tierra no la valoras como cuando la disfrutas día a día.

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-¿Qué supone para ti la Cuenca Minera?

-Para mí es todo, mi tierra, mis raíces, mi infancia, mi gente… Es un orgullo enorme ser de Riotinto y lo llevo muy a gala, y los que me conocen lo saben. Recuerdo que me dio mucha pena empadronarme en Madrid, porque en mi documento de identidad ya no aparecería el nombre de mi casa (aunque siempre se leerá, como lugar de nacimiento, Minas de Riotinto). Aquí en Madrid, todos mis amigos y compañeros saben de dónde soy y lo que siento por mi tierra, saben que en Riotinto empezó a jugarse al fútbol y también saben que el color del río Tinto no es por la suciedad que arrastra el agua de los minerales. “Tú has estado en tu pueblo, ¿verdad?”, me dicen cuando me ven un lunes y me notan el acento “andalú” muy marcado.

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-Para terminar: un mensaje a tus paisanos.

-Agradecerles que se acuerden de mí y que quieran siempre lo mejor. Darles las gracias, porque me encanta que, cuando vuelvo a Riotinto, me saluden en la calle y me pregunten qué tal me va todo. Y decirles que, aunque evidentemente no siempre es oro todo lo que reluce, que, aunque Riotinto tenga su idiosincrasia, sus problemas, sus dificultades…, vivan y disfruten de nuestra tierra ellos que pueden y que tienen la suerte de seguir allí donde nacieron. Ojalá yo algún día pueda volver y quedarme para siempre…