Con 30 años de experiencia profesional como enfermero, compagina su trabajo con su participación en las campañas de vacunación que lleva a cabo la ONG ‘África Arco Iris’

El Centro Cultural de Nerva acoge hasta finales de este mes de julio, tal y como ya informó Tinto Noticias -el periódico digital de la Cuenca Minera de Riotinto-, una exposición que cuenta con un gran componente de solidaridad y cooperación internacional. Se trata de ‘Miradas de Marfil’, una galería de retratos de niños de Costa de Marfil vacunados contra la meningitis por voluntarios del Grupo IHP Pediatría en colaboración con la ONG ‘África Arco Iris’, proyecto en el que participa el nervense Juan Alfonso Martín Quintero, director de Enfermería del IHP (Centro de Especialidades Pediátricas), ubicado en Sevilla. Una oportunidad que no hemos querido perder para conocer en profundidad la trayectoria y la labor desarrollada por este enfermero de la Cuenca Minera.

Un enfermero que optó por esta profesión después de descartar estudiar una Ingeniería de Minas y a la que se fue enganchando poco a poco, tanto que hoy asegura que es un auténtico apasionado de esta profesión. En concreto, tiene su plaza en este hospital infantil, en el área pediátrica, actividad que compagina con el ámbito privado en el Hospital de San Juan de Dios, además de ser profesor en la Escuela de Enfermería de la Cruz Roja, donde imparte clases de las asignaturas de Enfermería de la Infancia y de la Adolescencia. En total, 30 años como enfermero.

Fue precisamente en la Escuela de Enfermería de Cruz Roja de Sevilla donde Alfonso Martín realizó sus estudios, a partir de lo cual se marchó un año a Minas de Riotinto y, después, a Sevilla, donde reside todavía. Su primer destino en la capital hispalense fue el Hospital Infantil, donde le ofrecieron un contrato en el Área de Pediatría. Y, aunque al principio estaba un poco reacio, decidió probar y, 30 años después, continúa en este espacio.

Para Martín Quintero, su balance de todo este tiempo es “muy positivo. Cogí la plaza de la Unidad de Oncología, que es una planta muy dura, pero tenemos un gran equipo de profesionales y todo ello nos motiva mucho. Es un trabajo que te cambia totalmente el punto de vista y que te hace valorar mucho más las cosas que tenemos”.

Tras la carrera, este nervense hizo un Máster en Investigación en Atención Primaria, a partir del cual se encuentra doctorándose a través de un ensayo, acorde a su perfil profesional. Es más, también ha estudiado Fisioterapia, carrera de la que tan sólo le quedan dos asignaturas, pero que no terminó nunca.

Incluso acaba de participar en la creación de la primera asociación de vacunólogos, que el pasado 25 de mayo organizó su primer congreso a nivel nacional y que ha sido todo un éxito. El objetivo de esta Asociación Nacional de Enfermería y Vacunas (ANENVAC) es fomentar el uso de las vacunas en la sociedad, así como dar visibilidad a este cuerpo profesional. Una entidad de la que Juan Alfonso es socio fundador.

Ocupaciones que no le ha impedido desarrollar su vena solidaria desde hace años. “Empecé a tener contacto con el Instituto Hispalense de Pediatría, que ahora opera a nivel regional y, a partir de ahí, conocí a Jesús Mejías, fundador de la ONG ‘África Arco Iris’, que comenzó a realizar campañas de vacunación en Costa de Marfil, campañas con las que empecé a colaborar. La primera que hicimos fue en el año 2005 y, desde entonces, ya llevamos varias campañas”, nos cuenta Juan Alfonso.

En concreto, esta organización solidaria desarrolla una (octubre-noviembre) o dos campañas cada año (otra también en marzo), dependiendo del dinero recaudado, para lo cual, según nos cuenta Alfonso, “hasta mi madre ha vendido papeletas en el pueblo”. Una labor encomiable que les permite distribuir entre 8.000 y 15.000 vacunas.

Aunque en un principio Alfonso Martín no solía viajar a Costa de Marfil, sí colabora con esta actuación desde 2005. Y, poco después, comenzó a acudir a este país, donde asegura que “se vive una experiencia increíble, porque lo mejor que le puede pasar a una persona es intentar salvar la vida de los niños, que nos reciben de una manera entrañable. En cada viaje nos llevamos allí unos ocho días. Prácticamente no nos da tiempo a nada, porque sólo nos dedicamos a poner todas las vacunas”.

Un esfuerzo enorme, teniendo en cuenta que Costa de Marfil es un país subsahariano en el que se alcanzan temperaturas muy altas. Además, aunque el país ahora respira de una calma tensa, cuando comenzaron a desarrollar las campañas estaba en plena guerra civil, que se ha venido desarrollando entre 2002 y 2007. Y, junto a las vacunas, esta organización social está haciendo también una escuela, al tiempo que están trabajando para llevar agua potable y saludable a la zona.

Una experiencia muy positiva que, para este nervense, “es algo que no se puede explicar con palabras. Es indescriptible cuando estos pequeños te regalan una sonrisa. Y su recibimiento es fantástico”. Una experiencia que ha sido captada en las fotografías que ahora se exponen en la Sociedad del Centro Cultural de Nerva desde el pasado 21 de junio, cuya inauguración contó con una charla del propio Martín, que abordó la importante labor solidaria que realiza en Costa de Marfil.

A nivel personal, Alfonso viene a la Cuenca Minera cada vez que puede, aunque, reconoce, que como sus hijos son ya mayores -tiene un hijo y una hija de 20 y 16 años, respectivamente-, cada vez lo tiene más complicado. “Al menos una vez al mes, voy a ver a mi madre y a mi hermana. La Cuenca es muy especial para mí, por lo que voy siempre, al menos, para echar el día”, nos comenta, al tiempo que recuerda que “he vivido el esplendor de la Cuenca. Cuando era niño era una zona con fama, con recursos, con unas fiestas muy destacadas, a las que acudía gente muy famosa. Y todo esto fue cambiando con el paso del tiempo, por lo que también he vivido su declive. Por eso, me da mucha nostalgia y pena cuando vengo y veo el centro todo vacío. Es cierto que últimamente se está recuperando un poco, pero no es como antes. Y la verdad es que muchos de mis amigos pequeños no están ya en Nerva, porque estudiaron y se marcharon, como me sucedió a mí”. A pesar de ello, Alfonso se declara un auténtico enamorado de su tierra, por lo que siempre acude a sus fiestas y, en ocasiones, se acerca al Hospital de Riotinto para saludar a sus antiguos compañeros.

Con todo ello, para terminar, Juan Alfonso se dirige a sus paisanos para desearles salud y que “la zona, poco a poco, se vaya recuperando, que se encuentren recursos económicos para desarrollarse. Y no sólo en la minería. Y, por supuesto, invitarles a que conozcan nuestra exposición y si quieren colaborar con nuestra organización se lo agradecemos, porque pueden estar seguros que todo el dinero que aporten irá para las vacunas. Aquí no hay intermediarios”.