El autor ha recibido pedidos desde América, Madrid y Barcelona 

‘Nunca faltaron flores’, el libro del nervense Carmelo Rufo sobre la historia de Julia Rufo, la mujer que arriesgaba su vida en Nerva durante la guerra civil para salvar la vida de los demás, está traspasando fronteras. Sólo 15 días después de su publicación, la obra ha llegado incluso a América, además de a ciudades españolas como Madrid, Barcelona o Sevilla y a todos los pueblos de la Cuenca Minera de Riotinto.

Desde todos esos lugares han solicitado ya el libro a su autor, a quien incluso han pedido que hable de la obra a los alumnos y alumnas de una clase, por lo que Carmelo Rufo no puede ocultar que se siente “muy feliz” ante la acogida que está teniendo la publicación, de la que ya se han vendido más de 300 ejemplares.

Todos los interesados e interesadas en adquirir el libro pueden hacerlo en el Museo Minero de Riotinto y en la tienda de regalos ‘Motivos’, donde está disponible una obra que, tal y como ya informó Tinto Noticias -el periódico digital de la Cuenca Minera de Riotinto- relata la historia de una mujer que no dudaba en acudir al lugar en el que se producían los fusilamientos con el ánimo de ayudar y socorrer a los posibles supervivientes.

Ella es Julia Rufo Alcaide y su historia es la de una mujer que, “en el anonimato, desde joven, se acercaba por las noches al cementerio de Nerva, después de las ejecuciones, para ver si alguien había quedado con vida malherido”, tal y como destaca el autor, bisnieto de Julia. Y no sólo eso, “hasta que murió hace unos años, incluso en plena dictadura, siempre puso flores donde las tropas fascistas fusilaron a cientos de mineros de la Cuenca Minera de Riotinto, en el camino que conduce al cementerio de Nerva”, añade Carmelo Rufo.

El autor narra en este libro, que cuenta con el patrocinio por Fundación Atalaya y Restaurante Época, una historia que no sólo le contaba su propia bisabuela, cuando acudía a verla los fines de semana, de niño, al asilo de Nerva, sino también, al cabo de los años, algunos ancianos de la localidad, quienes corroboraron que aquellas historias eran ciertas.