La imagen de cabecera parece una más de las muchas que dejan un testimonio gráfico de la época más trágica de la España del siglo XX. Ha sido una de las fotografías más utilizadas para ilustrar el periodo de la guerra civil en la provincia de Huelva. La primera edición del libro La guerra civil en Huelva, del historiador Francisco Espinosa Maestre, un estudio pionero en la recuperación de la memoria de una época oscura y silenciada, la tenía en su portada junto a otras dos, todas en color sepia. Ha sido empleada también por el historiador Joaquín Gil Honduvilla para la portada de uno de sus últimos libros publicados, Militares y sublevación, Huelva 1936, un recorrido por los sucesos de aquel fatídico año en esta provincia a través de los documentos militares y que ofrece una óptica distinta que merece la pena leer detenidamente, pues nos ofrece datos únicos extraídos 

de los relatos que los principales protagonistas militares reflejaban en sus informes. Pero, pese a ello, en muchas ocasiones, ha pasado desapercibida, se ha hablado poco de su contenido, de las frases escritas por los mineros en los camiones blindados para hacer frente a los sublevados fascistas.

Esta imagen ha sido una obsesión para quienes, como yo, socio fundador y miembro de la Asociación Provincial de Memoria Histórica de la Provincia de Huelva (AMHPH) como secretario de Investigación, hemos visto en ella más que una simple fotografía. Consignas como “Contra nuestros enemigos”, “Viva los mineros de Nerva” y “Por los 300 Judas” pueden verse junto a las siglas U.G.T. (Unión General de Trabajadores), F.A.I. (Federación Anarquista Ibérica), C.N.T. (Confederación Nacional del Trabajo) y F.I.J.L. (Federación Ibérica de Juventudes Libertarias). ¿Quiénes son los personajes que aparecen en ella? ¿Cuándo y dónde fue tomada? ¿Quién la tomó? Y, sobre todo, ¿qué significa “Por los 300 Judas”? Esta última pregunta llevaba rondándome desde el mismo instante que pude ver la imagen con la suficiente nitidez como para observar dicho grito escrito en el lateral del vehículo blindado.

Despejar ésta incógnita forma parte de esa misión inaplazable que nos hemos encomendado aquellos que formamos parte de asociaciones memorialistas, investigadores, historiadores, familiares y demás personas comprometidas con la verdad. Porque tenemos la necesidad, como sociedad, de esclarecer los hechos, de reconstruir y dignificar la memoria de todos aquellos que perecieron por luchar por la libertad, de todos aquellos que fueron asesinados tan sólo por ser quienes eran, por sus principios y su lealtad a sí mismos, porque si somos es porque fueron.

Así, entrando ya de lleno en ella, esta fotografía ha acompañado a más de un artículo sobre la historia de la Columna Minera, parada de golpe en La Pañoleta, a la entrada de Sevilla. Este hecho ha dado a muchas de las personas que han podido observar la imagen la idea de que el vehículo fue uno de los utilizados por dicha columna y de que la imagen fue tomada antes de la salida de la columna de mineros. En principio, incluso habíamos pensado algunos que la persona vestida de traje que aparece en la foto era el mismísimo Cordero Bell, diputado por Huelva que se ofreció a la recluta de mineros para la formación de la columna en la noche del 18 de Julio de 1936. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

La instantánea fue tomada por el fotógrafo Serrano, Juan José Serrano Gómez, en el marco de los trabajos de reportero gráfico que realizaba para el periódico ABC, el cual le encargó seguir de cerca la toma de la Cuenca Minera onubense. A él le debemos la mayor parte de las imágenes que ilustran sucesos acaecidos por la provincia durante esos días, en los que acompañaba al periodista Gil Gómez Bajuelo, con el cual ya había trabajado en varias ocasiones. Tal vez uno de los reportajes más importantes de sus carreras fuera la cobertura periodística y gráfica que también para el diario ABC realizaron de los sucesos de Casas Viejas en enero de 1933, a donde, curiosamente, fue enviado Luis Cordero Bell en comisión parlamentaria para investigar dichos sucesos. La persona que viste traje en la fotografía, finalmente, no es éste último, sino el periodista Gil Gómez Bajuelo, identificado gracias a la colaboración de Miguel Guerrero Larios (nieto de Miguel Guerrero González, uno de los 24 nervenses fusilados en Sevilla por los sucesos de la Pañoleta), quien lo corroboró en su visita a la fototeca del Archivo Histórico de Sevilla.

Tenemos que situarnos, primero, en el día 20 de agosto de 1936. A las 9 de la mañana la aviación sublevada bombardea Riotinto y Nerva, ocasionando 19 muertes, la mayoría mujeres. La fase final de la operación, bajo el mando de Álvarez de Rementería, dio comienzo el día 24 de agosto. Mientras, la columna comandada por Redondo ocupaba Campofrío, bombardeada desde tierra y aire. Las fuerzas de Varela Paz se dirigieron a Zalamea La Real, encontrando gran resistencia. Al día siguiente, y tras un bombardeo de seis horas, estas mismas fuerzas entraron en Salvochea (El Campillo), la cual fue poco después incendiada por la columna Redondo. Los mineros sufrieron muchas bajas. La noche del 25 al 26 un numeroso grupo de vecinos de Nerva y Riotinto encabezado por el alcalde de Nerva huyó a la Sierra. Fue el comité extraordinario entonces creado y formado por Antonio Fernández Ortiz, presidente de la Cruz Roja, Cristóbal Roncero, director del hospital municipal, y Francisco Macarro, presidente del comité de abastos, el que unas horas después se acercó a El Madroño para comunicar a Álvarez de Rementería que podía entrar en Nerva cuando quisiera…

Entregando una carta con los siguientes términos:

La presencia de las fuerzas del General Queipo de Llano, en pueblos inmediatos y a la seguridad de que pronto han de ser atacadas las viviendas de nuestra villa, en evitación de más sangre, de la generosa sangre de nuestros vecinos, me ha hecho pensar detenidamente en rendirnos, para ello y para que mañana aparezca la bandera blanca en nuestro pueblo, entrego a ustedes, para que lo hagan a las referidas fuerzas el Ayuntamiento y con él a veintisiete detenidos por cuyas vidas les ruego que miren defendiéndolas, como yo lo he hecho, de todo peligro.

Nerva, 26 de agosto de 1936

Fdo. Alcalde José Rodríguez.

Como imagen queda la de Eduardo Álvarez de Rementería-Martínez junto a varios de sus hombres y el periodista de ABC Gil Gómez Bajuelo en una de las principales calles de la población nervense el mismo día 26 de agosto. La imagen del vehículo repite a algunos de estos personajes, el que tiene el traje de chaqueta es, por tanto, el periodista Gil Gómez Bajuelo, y las otras dos personas que le acompañan son militares de la columna Rementería. En consecuencia, la pintada de la camioneta es nuestra última incógnita y la mayor incógnita que nos ofrece la imagen.

En principio y tras largas conversaciones con el historiador José Juan de Paz Sánchez y con el investigador comarcal Fernando Pineda Luna, dos de las personas que más han estudiado los movimientos sociales de esa época en la zona minera onubense, nos preguntábamos si sería el nombre de alguna asociación anarquista o comunista de la zona, incluso que la pintada se correspondiera con el número de personas que la noche del 25 al 26 de agosto decidió huir desplazándose hacia el norte por Extremadura, uniéndose en su huida a las de otras poblaciones y formando lo que se conocería como la columna de los ocho mil.

Faltaban, en cambio, pruebas, certezas, hasta que tras no pocas búsquedas en documentos de la época nos encontramos con una propaganda electoral de Acción Popular, que formaba junto a otros partidos la gran coalición de la derecha española liderada por Gil Robles. Dicho documento tiene en su pie el eslogan “A por los 300”, lema que acompañaría a Gil Robles en artículos de prensa y otros documentos propagandísticos de las elecciones de febrero de 1936 y que era el número de diputados que aspiraba a alcanzar dicha coalición para conformar así el Gobierno del “Poder para el Jefe”. La inclusión de la palabra Judas parece clara, ya que la izquierda gobernaba y la sublevación parecía un movimiento de la derecha política para hacerse con el poder. “Por los 300 Judas” era, por tanto, un grito de guerra, un desesperado intento de acobardar a quienes por las armas intentaban recuperar el poder perdido en las urnas, a aquellos que, desde la democracia, desde, al menos, su supuesta adscripción al sistema democrático, lo habían traicionado.