En mis primeros pasos como periodista, años ochenta, el término seguidores (followers) se aplicaba específicamente al fenómeno fan (el fútbol o la música, en la industria del entretenimiento, en general) o, en un sentido peyorativo, a la deriva fanática de las sectas. Hoy, en pleno siglo XXI, parece que cierta lógica se ha invertido en el mundo de la comunicación, por lo que la generación millenial, imbuida del síndrome FOMO (Fear of Missing Out), por miedo a perderse algo, anda perdida en las redes sin encontrar nada ni nadie. Pero aprendimos, como el buen Jesús Ibáñez ironizaba sobre la investigación, que quien no se pierde nada encuentra. Y como somos del materialismo del encuentro no nos gusta seguir a nadie ni que nos sigan. En todo caso que nos encontremos en la fiesta, cosas del ethos barroco. Más aun en una cultura tabernaria como la nuestra.

La vindicación de la fiesta es, en este sentido, la política de resistencia habilitada para el encuentro, lo contrario es el fanatismo de los herederos de Torquemada, o, como dijimos el mes pasado, la oligarquía del Tribunal de Orden Público. Y por ello un grupo de militantes, académicos, representantes de las mareas y la sociedad civil andaluza hemos publicado un manifiesto que trata de cultivar, con ánimo alegre pero interpelativo, el arte de la escucha activa y el diálogo como proceso de construcción de una alterativa de futuro para nuestra tierra. El manifiesto, subtitulado “Por un encuentro para el cambio en Andalucía”, señala por lo mismo que “para recuperar la senda de la ilusión, la justicia social y ambiental, la prosperidad y el respeto a nuestro patrimonio natural y cultural, necesitamos un gobierno diferente en Andalucía, un gobierno con voz propia, que reclame más autogobierno y mejor financiación para sus políticas. Por esta razón, desde Andalucía es necesario mirar con esperanza el proyecto de encuentro político que empieza a construirse alrededor de algunos partidos de izquierda, numerosos movimientos sociales y multitud de personas independientes que reivindican el espíritu dialogante, transversal y solidario del 15M. Es el momento de la responsabilidad y de la generosidad por parte de partidos, colectivos y personas; es el momento de interpelar y animar a la sociedad civil y a los partidos políticos para construir unos espacios abiertos, que traigan unidad, esperanza y futuro. Por el bien del pueblo andaluz y de todos los pueblos de España”. No sé si el lector suscriba esta voluntad de articulación que algunos venimos impulsando, pero lo que no se puede negar es que el arte de la política es la mediación. Cuando esta no es posible es que se está en posiciones pre o postpolíticas, que para el caso tanto da. La convocatoria cívica Andalucía se Encuentra es, en este sentido, un llamado a los dirigentes de las fuerzas de izquierda a escuchar el sentir y la pulsión plebeya, que gusta de la unidad, en la diversidad, que afirma la diferencia en la acción conjunta, que desea o aspira a una traducción política de las mareas articuladas, que esperan, en la línea de Frente Amplio que propone Yolanda Díaz, una escucha activa. Ya conocemos la exitosa experiencia que fue Convocatoria por Andalucía que liderara Julio Anguita. Hoy, como antaño, es tiempo de innovar, política y socialmente, de construir nuevas lógicas de enunciación frente a estériles tacticismos y la miope tendencia a visualizar los retos políticos que tiene por delante nuestra tierra a corto plazo. En definitiva, la izquierda no puede ser oportunista, o será definitivamente derrotada por falta de coherencia y convicción, más en tiempos que la autonomía de lo político resulta mediatizada por plataformas digitales monopólicas y el control corporativo del Estado que centralizan nuevos actores transnacionales como los GAFAM. Hay que volver, en suma, al materialismo del encuentro, a las calles y frentes culturales, al espacio público no mediatizado, a juntarnos con los militantes y la gente de a pie. A escuchar y decir en común, pidiendo la paz y la palabra, y asumir que los zapatistas tienen razón. Hay que mandar obedeciendo.

Por Francisco Sierra Caballero (www.franciscosierracaballero.net). Colección ‘Notas rojas’