Ya se sabe que el Bar del Goro carecía arquitectónicamente de interés, para haberlo declarado patrimonio cultural nervense. Pero la imagen de aquel modesto bar que vio la luz en los años cincuenta del pasado siglo, estaba tan arraigada en las gentes que lo conocieron, que olvidarse para siempre de él era más o menos imposible, debido a los altos niveles de popularidad que adquirió en tan sólo unas décadas de vida.

El Quiosco El Goro era un edificio de reducidas dimensiones, que disponía de un alargado ventanuco para quienes deseaban beberse sus copas de vino o aguardiente sin necesidad de pisar sus compartimentos interiores; pero con el paso de los años se hicieron varias ampliaciones, hasta convertirlo en uno de los bares mineros más dinámicos y prósperos de la Nerva de entonces…aunque parte de esa popularidad debemos atribuírsela a su magnífica terraza (sombreada con macilentos y longevos eucaliptos) y a su típica pista de baile para la atracciones orquestales de verano.

Ciertamente, el Quiosco o Bar El Goro (ya lo hemos dejado dicho), carecía de valor arquitectónico; pero tenía un valor sentimental tan grande, que casi todos los nervenses y nervensas que lo conocieron en pie, lo siguen guardando todavía entre sus recuerdos más preciados. Este quiosco legendario fue como una inequívoca señal de identidad, que caracterizó al pueblo de Nerva desde mediados del siglo XX hasta las décadas finales de dicho siglo.

Las personas que disfrutaron de su barra o su terraza, en alguna de sus épocas más florecientes, no puede olvidar aquellas noches de agosto, paladeando un vaso de ponche o una copa de aguardiente bajo la luz de la luna. Ni pueden olvidar, por muchos años que pasen, aquellos bailes de San Bartolo que duraban hasta el amanecer del día siguiente. Incluso, algunos de los hombres que frecuentábamos aquella pista de baile, tuvimos la suerte de bailar por primera vez “agarrados” con la mujer o mujeres que pretendíamos sentimentalmente.

Tampoco podrán olvidar nunca El Goro los mineros de Río-Tinto que trabajaban en Talleres-Mina, Fundición, Naya u otros departamentos de ese entorno, lo cuales hacían el camino a pie entre Nerva y sus puestos trabajos, diariamente. Las rutas alternativas eran dos: una que bordeaba el Dique de Marismilla, por la Fuente Tomé; y otra que pasaba por el Matadero y cruzaba un pequeño puente sobre el río Tinto, aguas abajo de Talleres-Mina…de modo que, bien a la ida, a la vuelta o en ambos casos, lo mineros se paraban a tomar su vino peleón o su copa de aguardiente.

El lunes 2 de septiembre de 2019, le arrancaron a Nerva una de la página más importantes de su historia moderna; pero el recuerdo del famoso Quiosco-Bar El Goro nadie podrá borrarlo de la memoria colectiva de todos lo nervenses.

Texto: Antonio Perejil Delay

Foto: Ayuntamiento de Nerva