Ya fuese en las cuencas mineras del norte o en las del sur de la Península Ibérica, es lamentable el reconocer que la explotación de las riquezas de la tierra fue cosa de hombres. Ese sistema paternalista de ver y adoptar la minería desde el punto de vista masculino, toda ella como si fuese de propiedad exclusiva del varón, donde él dicta las normas y las hace cumplir como si de una familia patriarcal se tratase; es un entendimiento arcaico. El machismo es una cultura que debe desaparecer en todas sus doctrinas; en la minería parece que la tendencia actual es ir aboliéndose desde la década de 1990 (“la minería es de todos y de todas, es la única manera de ser enfocada”).

Al contrario de lo que se ha difundido y dado a conocer desde tiempos inmemoriales, la presencia de la mujer en la minería ha existido desde siempre; nombrar a las mujeres en los tajos era algo inaudito para los varones mineros, la política del país era no darse a conocer su presencia, ni permitirles su trabajo en los tajos. Todo era incierto, las mujeres desarrollaron desde el S. XIX trabajos en minería de interior y en sus diferentes instalaciones, siendo conocido en el sector que ellas realizaban las tareas peor consideradas, peor cotizadas y menos deseadas de todos los trabajos.

Escasas han sido las referencias a la presencia de aquellas mineras que constituyeron una parte importante de la fuerza de trabajo en las explotaciones mineras del país. Esposa, madres e hijas, todas han sido olvidadas en el devenir de los tiempos, siendo relegadas a los papeles de esposas, cuidadoras y defensoras de los hijos. El numero de empleadas comparado con el de empleados es mínimo, pero eso no debe ser razón para olvidarlas; es un hecho, el cual no podemos obviar, que por ejemplo, durante el desarrollo de la I y II Guerra Mundial, cuando los hombres marcharon al frente a combatir, sus puesto de trabajo quedaban vacóos, siendo las propias empresas mineras las que optaron por cubrirlos contratando mano de obra femenina.

No es hasta la segunda mitad del S. XIX cuando resurge la minería en España. Ello nos llevó al empleo de métodos sofisticados de extracción de mineral y nuevas tecnologías extractivas. El paulatino desarrollo de dicho sector trajo consigo la alta demanda de mano de obra a emplear; primero se contrataron personas de la población autóctona, posteriormente los mineros ambulantes (personas venidas de todas partes de la península ibérica y lusitana buscando mejorar sus condiciones laborales y económicas) y, por último, pero no menos importante, el colectivo femenino, cuya presencia no fue menos necesaria que la del resto de trabajadores masculinos. Sus funciones no se relegaban únicamente a las tareas domésticas y reproductivas consideradas por entonces propias de su sexo, sino que trascendieron mucho más allá, haciendo posible que el sector industrial pudiese proliferar y avanzar, porque como bien nos describe con sus palabras Montserrat Garnacho, “la mina atañe también a las mujeres porque ellas fueron quienes mantuvieron con su trabajo buena parte de la estructura económica y social que la hizo posible en cualquier época y lugar” (Montserrat Garnacho, ‘Mujeres Mineras’).

Carboneras en el Valle del Nalón, Valentín Vega.

También durante la dictadura de Franco el número de mujeres empleadas en la minería del carbón fue relevante y significativo. Todas estas mujeres trabajaban durante interminables jordanas de trabajo de sol a sol y por la mitad del sueldo que por entonces percibía un minero masculino, pero que era muy necesario para poder mejorar la economía actual de sus hogares.

El perfil de trabajadora o minera era el de mujer joven y soltera, aunque también existía un perfil de mujer viuda y el de casada. Los cargos o puesto que desempeñaban no eran los más deseados dentro del gremio, de hecho estaban bastante mal considerados desde el punto de vista del minero. Estos era el de entibadoras, aguadoras, lampisteras, carboneras, vagoneras, dependientas de economato, telefonistas… Además de esta fatal consideración tan poco fructífera, también debían soportar discriminación a nivel salarial pues algunas de ellas no podían cobrar su nómina, quedando este derecho a poder ser ejercido únicamente por el marido.

Carboneras de la mina La Encarná, rodeadas de carbón y cargando un vagón con sus palas (Colección Asociación Amigos del Valle de La Hueria)

También tenían que vivir condiciones sociales denigrantes, ya que por otro lado las viudas de los mineros tienen el ‘privilegio’ de trabajar en la mina por la mitad del sueldo y trabajando más horas que el resto de sus compañeros varones. Tampoco se les respetaban pagas por daños laborales, no teniéndoseles en cuenta cuando enfermaban por culpa de los trabajos que desarrollaban. Por ejemplo, si enfermaban por silicosis, no se les reconocía el derecho a una paga por enfermar de este síndrome, pues legalmente se entendía que ellas trabajaban en labores de exterior de mina.

No olvidemos que, además de todo lo hablado, también estas mujeres mineras debían de soportar el acoso machista de la sociedad que dejaba recaer sobre ellas el peso de todas las obligaciones del hogar.

Concluiré diciendo que el trabajo de la mujer minera coincide con la expansión de las explotaciones a finales del S. XIX, cuya demanda y contratación de mano de obra femenina fluctuaba bastante en función de los diferentes periodos de escases de trabajadores varones debido a los devenires de la historia, como por ejemplo las guerras mundiales y otros. Tampoco debemos olvidar que desde 1897 la Ley vigente no permitía emplear mano de obra femenina para trabajos en interior de minas.

Toda esta situación tan injusta ha ido desapareciendo con los años. Prueba de ello es que en 1992 el Tribunal Constitucional quita la razón a uno de los gigantes estatales del carbón, fallando a favor de que el trabajo en interior de mina pudiese ser desarrollado por mujeres, o mejor dicho, por mineras.

Existen otras jurisprudencias a favor de esta lucha, pues fue reconocido en 2001, por parte del Tribunal Constitucional, el derecho de una mujer a trabajar dentro de la mina, sentencia que supuso un antes y un después en la nueva era de las mujeres mineras.

Aunque este proceso de cambios sea lamentablemente lento, al menos es un camino que ya se está recorriendo. Las mejoras y avances en las tecnologías que se emplean en las explotaciones de mineral posibilitan minimizar la carga física del trabajo, siendo esta una gran aliada. Gracias a los grandes avances en la tecnología, el trabajo en la mina se desarrolla mediante el empleo y manejo de las máquinas con otros dispositivos y no con nuestra fuerza; todo esto nos une en un solo sentir, haciendo posible la transición, permitiendo desaparecer esas islas del pensamiento machista que aún persisten en nuestros días.

Por Héctor Vélez, ingeniero de Minas

Foto principal: Mujeres de mineros llevando sacos de carbón. Acuarela de Vincent Van Gogh, La Haya, 1882