Zalamea ha celebrado este 3 de febrero, como cada año por esta fecha, el día de San Blas, su ‘romería de invierno’. Zalameños y zalameñas se han desplazado a la ermita del santo ubicada a unos dos kilómetros del casco urbano, junto al antiguo camino que comunicaba la villa con la aldea de Las Delgadas, donde han pasado una auténtica jornada campestre y de convivencia.
Desde mediodía, los alrededores de la ermita comienzan a llenarse de grupos de amigos y familias para disfrutar de una fiesta que también tiene un componente solidario, pues los participantes han tenido la oportunidad de adquirir los productos puestos en el stand de Manos Unidos, que destina la recaudación a causas benéficas.
Asimismo, se ha producido una convivencia entre los municipios vecinos de Zalamea y El Campillo, pues el Ayuntamiento de esta localidad ha organizado un pequeño senderismo para la jornada de este sábado con el objetivo de recuperar la tradición de San Blas como una celebración de convivencia entre zalameños y campilleros.
La parte litúrgica de la celebración la compuesto, como cada año, la celebración de una misa en el interior del templo, que incluye la bendición del aceite que posteriormente les fieles se ungen en la garganta.
Historia
La ermita data de finales del siglo XV y es la segunda más antigua erigida en Zalamea la Real, después de la ermita de San Vicente. En sus inicios estuvo dedicada a Santa María de Ureña, tal y como se recoge en las Ordenanzas Municipales de Zalamea la Real del año 1534. Posiblemente la advocación a la Virgen perduró hasta principios del siglo XVIII.
A mediados del siglo XIX, los documentos que citan a dicho edificio ya lo hacen con el nombre de Ermita de San Blas, omitiéndose ya el de Santa María de Ureña. Actualmente sigue dando culto en su interior a este Santo. Debió ser un edificio de tipo mudéjar muy reestructurado en el siglo XVIII. En su construcción fueron aprovechados sillares de piedra de época romana, que aún hoy se pueden ver.
San Blas fue un obispo de origen armenio, concretamente de la zona de Sebaste. Hizo vida eremítica en una cueva del Monte Argeus. Era conocido por su don de curación milagrosa, pues se considera que salvó la vida de un niño que se ahogaba con una espina de pescado. Este es el origen de la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta.