Miembro de la Junta Directiva de Cistus Jara de Zalamea la Real, este apasionado de la historia acaba de adquirir la edición original de 1899 del libro Memorias de Hugh Matheson, una figura desconocida en la Cuenca Minera a pesar de su importancia en la explotación de las minas de Riotinto por parte de los británicos
El economista y asesor fiscal y contable Juan Carlos Domínguez Vázquez (Minas de Riotinto, 1967) es un campillero que vivió en El Campillo hasta que se casó con su mujer, Inma. Siendo así, estudió en los colegios de El Campillo y Minas de Riotinto, mientras que el Bachillerato lo cursó en el IES Vázquez Díaz de Nerva. Una etapa tras la que se licenció en Ciencias Empresariales por la Universidad de Huelva.
Tras casarse, Juan Carlos residió con su mujer y sus dos hijas, María y Celia, en Zalamea la Real, por lo que se considera campillero y zalameño. Eso sí, en la actualidad, por cuestiones laborales, viven en Huelva capital, aunque suelen venir mucho a la Cuenca Minera: “Normalmente, venimos a Zalamea todos los fines de semana. La población de la comarca está bajando y esta es una manera de mantener y valorar nuestros pueblos. Desde hace más de 10 años, pertenezco a la Junta Directiva de Cistus Jara, una asociación cultural de Zalamea cuya finalidad es la preservación del patrimonio y la naturaleza. Por ello, puede decirse que soy un enamorado de mi tierra y sus tradiciones. Y un apasionado por su historia, una historia muy rica”.

Un enamorado de su tierra que ha desarrollado una amplia trayectoria profesional. Primero, comenzó a trabajar en El Monte, Caja de Ahorros de Huelva y Sevilla (actual Caixabank), en los pueblos de El Campillo, Riotinto y Nerva, donde rotaba según las necesidades y requerimientos del puesto. Tras un año en esta entidad, Juan Carlos pudo acceder a una beca como economista en Minas de Riotinto, S.A.L., donde estuvo trabajando durante siete años, hasta 2003, llegando a ser Responsable de Contabilidad.
De aquella época, nuestro entrevistado recuerda cómo, “en el verano de 2001, junto con un compañero de trabajo, Rafael Sousa, bajamos al mismo corazón de la tierra, al corazón de la mina, a la sala de bombas del piso 45 de Corta Atalaya, a 435 metros de profundidad. Un poco más arriba, en el piso 33 del Pozo Alfredo, pudimos ver, entre otras, las maravillosas salas de colores de los vitriolos, unas formaciones de sulfatos creados en minas de interior”.

Tras esta etapa, la vida de este campillero cambió debido a que la minería entró en crisis. Según él mismo nos explica, “la minería entró en crisis debido, principalmente, a los bajos precios de cotización del cobre, llegando a cotizar en 2002 por debajo de los 1.300 $/tm. Actualmente, el cobre cotiza en el entorno de los 6.000 $/tm”.
Atrás quedaban unos años en Minas de Riotinto que para Domínguez, “como experiencia profesional y personal fue espectacular. Tengo que destacar que soy la cuarta generación de mineros en mi familia: mi padre Maxi, trabajó en la mina durante 35 años; mis dos abuelos, Maximiliano y José, también trabajaron en distintos departamentos de la mina; y mi bisabuelo, Sabas Domínguez, trabajó como contratista a principios del siglo XX. Como curiosidad, mi bisabuelo Sabas participó en el rescate de los mineros atrapados en el incendio del pozo Alicia el 3 de noviembre de 1913, recibiendo como reconocimiento por parte de la Rio Tinto Company Limited una medalla de oro grabada con su nombre”.
Su siguiente destino laboral fue Astilleros de Huelva, S. A., donde comenzó a trabajar en 2003, llegando a ser director financiero de la empresa. “Durante mi etapa en los Astilleros se llegaron a construir cerca de 20 barcos pesqueros, 4 Ro-Ro para transporte de carga rodada y 2 barcos quimiqueros de última generación”, nos comenta.
En la actualidad, Juan Carlos Domínguez trabaja como economista en Gabitel Ingenieros, S.L., una joven empresa onubense con una importante proyección internacional en el mundo de las telecomunicaciones, la ingeniería industrial y la consultoría software.
Un puesto de trabajo que compagina con su afición a la investigación y a la historia, dos pasiones que le han permitido hallar algunos documentos de gran interés para la Cuenca Minera. Descubrimientos a los que ha podido llegar, principalmente, por su pasión por los libros. Es más, según nos comenta, “nuestra comarca es una de las zonas donde más libros se han escrito y de la que más ha sido estudiada, bien por el tema minero o bien por temas históricos-culturales”.

Una afición que inició hace más de 20 años, cuando comenzó a coleccionar libros, porque, según dice, “creemos que los libros son la fuente del conocimiento y de la sabiduría”.
Este interés le ha permitido coleccionar cerca de 900 ejemplares de todas las temáticas, autores y ediciones, entre los cuales se encuentran más de 80 volúmenes dedicados a las Minas de Rio Tinto o a la comarca minera, como ocurre con estudios mineros actuales, facsímiles de viejos libros de los siglos XV al XIX, libros publicados por tesis doctorales y una amplia variedad de obras que ponen de manifiesto la riqueza de la comarca a nivel cultural.

El último ejemplar adquirido por Juan Carlos ha sido la edición original de 1899 del libro Memorias de Hugh Matheson, escrito por su esposa tras fallecer su marido un año antes. Tal y como nos explica este apasionado de la historia, “Hugh Matheson es poco conocido en nuestros pueblos mineros, pero él fue el artífice que creó la sociedad para comprar al estado español las Minas Nacionales de Riotinto. De origen escocés, fue uno de los hombres de negocios más conocidos de Londres. En 1873 creó un consorcio de financieros internacionales llamado Casa Matheson y Cía. y, el 14 de febrero, adquirió las minas por 92.800.000 pesetas. Además, fue presidente de la Rio Tinto Company Ltd. durante 25 años, desde 1873 hasta su muerte en 1898. Huhg Matheson tuvo muchas amistades españolas y se codeó con las más altas autoridades de la esfera política y social de la época, como el rey Alfonso XII, del que recibió La Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, o el presidente del Gobierno Cánovas del Castillo”.

Una joya para los amantes de la historia y coleccionistas a nivel general, que se une a otros ejemplares de su colección realmente interesantes, como ocurre con la primera edición de 1920 de El Metal de los Muertos de Concha Espina y la edición de 1875 del libro de Lucas de Aldana Las Minas de Rio Tinto en el transcurso de siglo y medio, desde su restauración por Wolters en 1725…, libro difundido a través de impresión bajo demanda por Consulcom.es.
Del mismo modo, en su biblioteca particular hay una gran variedad en formato de libros-facsímil como sucede con la Memoria antigua de romanos nuevamente descubierta en las Minas de Rio-Tinto, escrito por Francisco Thomas Sanz en 1762, cuando se descubrió en la galería de San Carlos la placa romana dedicada al emperador Nerva; Ensayo sobre las Minas de Riotinto, de Rúa Figueroa del año 1852; Descripción Física, Geológica y Minera de Huelva, de 1898 por Joaquín Gonzalo Tarín; Diccionario geográfico estadístico de Huelva, del año 1845 de Pascual Madoz; Memorias sobre las minas Nacionales de Rio Tinto, de Anciola y Cosio de 1856; o Memorias de Rio Tinto de Joaquín Ezquerra del Bayo de 1852.
Del mismo modo, cuenta con tres facsímiles que han sido publicados por la asociación Cistus Jara, que pueden ser considerados como auténticas joyas patrimoniales: Las Reglas de la Hermandad de San Vicente de 1425; Las Ordenanzas de la villa de Zalamea de 1535; y El Libro de los Privilegios de Zalamea la Real, otorgado por Felipe II en 1592.
En este punto, Domínguez aclara que, “hasta 1845, los pueblos y aldeas que configuran la actual comarca minera de Riotinto pertenecían al término municipal de Zalamea la Real. Por tanto, puede decirse que la historia de Zalamea es la historia de la Cuenca, la historia de nuestros cuatro pueblos y de las más de diez aldeas que conforman nuestra comarca”.
En cuanto a los libros escritos en el siglo XX, este campillero nos resalta obras como Piritas de Huelva, de Pinedo Vara; Nunca en el cumpleaños de la reina Victoria de David Avery; El Desastre en el Pozo Alicia de Pedro Real Valdés; Cuatro volúmenes publicados por la tesis doctoral de Flores Caballero, Las Minas de Río Tinto hasta su venta a los ingleses; Historia de la arquitectura inglesa en Huelva, escrito por Miguel Vílchez; El Gibraltar económico: Franco y Riotinto 1936-1954, de Antonio Gómez; A cielo abierto de Félix Lunar; Minería y poder: Antropología política en Riotinto de Esteban Ruiz Ballesteros; Génesis del anarquismo en Minas de Río Tinto de Alfredo Moreno Bolaños; El Campillo. El gran desconocido de Gilberto Hernández Vallecillo; El Campillo, de la independencia a la democracia de Josema Vázquez Lazo; y Zalamea La Real: Aproximación histórica, de Antonio Domínguez y Manuel Domínguez.
Y, junto a todo ello, un largo etcétera de volúmenes, así como artículos de periódicos de la época, de revistas mineras, documentos extraídos de libros, de la gaceta, crónicas, reportajes, noticias, ensayos, escritos, folletos, textos sueltos…
En definitiva, una biblioteca personal de incalculable valor, que, como nos cuenta Juan Carlos, “al ser, principalmente, en formato papel podrá transmitirse de mano en mano, por lo que perdurará para las futuras generaciones, para que puedan disfrutar de estas joyas literarias”.