Sección ‘Descubriendo el Mediterráneo’. Primer artículo
Un “clásico” es, si atendemos a dos de las definiciones más extendidas, un objeto, un libro, una obra de arte, que sirve de modelo a seguir y que nunca pasa de moda, o también puede ser algo que heredamos de una etapa histórica, en concreto, nuestro pasado grecorromano.
Qué duda cabe que la Odisea de Homero ha sido, a lo largo de la historia de la literatura, un libro citado, parafraseado e incluso el escritor irlandés James Joyce elaboró su Ulises inspirado en la idea de ese viaje largo, plagado de aventuras y sin sabores, que Ulises, rey de Ítaca, vivió con sus hombres para volver de la Guerra de Troya. Dentro de la Odisea, encontramos a multitud de personajes que están construidos siguiendo una minuciosa observación del alma y el carácter humano, desde tiempos inmemoriales; es como si la Odisea ya fuera, además de un libro de aventuras, todo un volumen de psicología humana que no pasa de moda y que sigue vigente y por tanto, en este aspecto, la Odisea es todo un clásico.
Tanto en la Odisea como en el libro que la precede, la Ilíada, aparecen múltiples personajes femeninos y cada uno de ellos encarna valores concretos, formas de comportarse en el mundo. Penélope es una de las protagonistas femeninas, su marido y héroe de la Odisea es Ulises. Tiempo antes, él había estado enamorado de Helena, la mujer más bella de la Hélade, pero ella se fue finalmente con Paris de Troya. Como vemos, ya la historia empieza regular para esta abnegada mujer que es Penélope, porque Ulises se casa con ella como segundo plato. Cuando están todavía casi en su luna de miel y su hijo Telémaco es un bebé, Ulises se va con sus hombres a la guerra de Troya, dejando a Penélope desolada pero ella, mujer comprometida y fiel, está segura de esperarlo y lo hace, no sin dificultades y dudas. Al principio comienza su espera tranquila y sin desgaste, y aun con pretendientes que intenten convencerla de que Ulises es probable que no vuelva de la guerra. Pero ella decide, para postergar el tener que casarse o aceptar a algún pretendiente, tejer el famoso “paño de Penélope” que no era otra cosa que el sudario para enterrar a su suegro Laertes. El tejer diario de Penélope tenía truco, puesto que por el día lo tejía y por la noche lo deshacía para alargar esas respuestas a los príncipes que la pretendían. Pero esta mentira no iba a ser eterna: una esclava, a los cuatro años de esta decisión de nuestra protagonista, descubre el truco y, sin otro remedio, Penélope comienza a aceptar los regalos de los pretendientes y a coquetear con ellos ¿Es esta historia un recurso literario de Homero? ¿Podría enmascarar, este mito, el desgaste que se puede sentir cuando alguien desaparece de tu vida sin dar señales durante mucho tiempo y, casi de forma inconsciente, necesitas volver a sentirte deseado? A Penélope no se le acaban ahí los problemas ya que esos cuatro años no son más que el comienzo de un camino en el que no solo va a coquetear con los pretendientes, sino que algunos de ellos que se sienten “esperanzados” comienzan a orbitar y a hacerse en cierta forma dueños del palacio con la esperanza de convertirse, finalmente y si ella acepta a alguno, en rey de Ítaca. Pero Penélope tiene las esperanzas puestas en la vuelta de Ulises, ese hombre que se ha ido hace muchos, muchísimos años y del que, a pesar de su fidelidad, en ocasiones duda de si volverá a su patria, Ítaca. Ulises volverá, tras 20 años de ausencia, habiendo sido infiel a Penélope, con hijo ilegítimo y todo e incluso en otras versiones del mito hasta intentará matarla. Una historia de mujer abnegada, de valores firmes, aunque no sin que estos se tambaleen durante largo tiempo en el relato.
En la Odisea, como buen clásico, podemos ver cómo se han ido conformando, a lo largo de generaciones las relaciones humanas, las dificultades que estas entrañan. La era digital ha alejado en cierta forma esas relaciones de carne y hueso, ese contacto físico y excesivamente emocional que promueve el aparecer frente a una persona con la que tenemos sentimientos, a veces encontrados. Y nos parece muy distinto y moderno cuando hablamos de términos en anglosajón que están insertos en las relaciones fugaces, digitales y en ocasiones no tangibles que mantenemos hoy día, neologismos como el gosthing, que es cuando alguien con quien mantienes una relación amorosa, de repente y sin mediar explicación deja de hablarte y de quedar contigo ¿No podría haber sentido Penélope cuando Ulises parece que no volverá, ese sentimiento de desazón que ocurre cuando alguien no vuelve y sin saber realmente porqué?
Penélope podría ser la protagonista, con su actitud, de otra práctica que en las redes sociales se ha llamado breadcrumbing, que es cuando alguien con el que mantienes una relación, habitualmente amorosa, te da la famosa “una de cal y otra de arena” o, siendo más correctos con la terminología del inglés, “te da migajas”. Nuestra protagonista con su decisión de tejer el sudario ya estaba alargando las esperanzas de sus pretendientes, y esto se hace aún más presente cuando decide aceptar sus regalos, esperanzando a aquellos que deseaban hacerla su esposa, aún sabiendo ella que nunca se casaría con ninguno ¿Alguna vez has hecho lo que Penélope? Seguro que sí, aún sin darte cuenta.
Otro término nuevo, pero que hace referencia a una práctica no menos antigua, es el orbiting y se refiere a cuando alguien en tus redes sociales visualiza tus estados, te da me gusta, pero no tiene porqué interactuar contigo en una conversación. ¿No es acaso un poco ese orbitar de los pretendientes en Ítaca algo parecido a esta práctica? ¿No has rondado a alguien observando sus movimientos, visualizando lo que de él o ella te gusta?
Seguro que más de uno y más de una tiene claro ya lo que es un clásico, no solo porque no pasa de moda sino porque revela todavía las actitudes, valores y formas de actuar del ser humano. Lo digital nos da muchas posibilidades, pero es solo un cambio de forma, en el fondo el ser humano no puede fundirse todavía con la máquina porque tiene sentimientos, y es por ello que puede sentirse identificado incluso con un personaje mítico y literario como es el personaje de Penélope en la Odisea homérica.