Durante las investigaciones que realicé en 2015 sobre la Columna Minera de Río Tinto, una de las grandes sorpresas fue el descubrimiento de un artículo publicado en Mundo Gráfico del 1 de septiembre de 1937, en el cual se entrevista a Silverio Castañón, persona de la cual ya tenía referencias al ser el que firmaba en prensa las peticiones de unión al Batallón Río Tinto.

Silverio Castañón pasó a ser desde ese momento para mí uno de los grandes protagonistas de la historia de la Cuenca Minera de Río Tinto. Les dejo algunos extractos de dicho reportaje:

De aquel venero de carbón y de energía revolucionaria que es la cuenca minera de Asturias, nació el 26 de agosto de 1906 Silverio Castañón.

El año 17, después de aquella sangrienta huelga de agosto, entró Silverio Castañón en la mina.

-Había muerto mi padre -dice- y fui a sustituirle, ingresé en el Sindicato Minero Asturiano y en la Juventud Socialista. Allí estudié. Y en los Ateneos de la cuenca minera. Poco a poco iba delineándose en mí el sentimiento socialista puro, que había de llevarme al Partido, en 1923, con un convencimiento y un entusiasmo que se expresaba en mítines y conferencias y en cuartillas escritas apresuradamente para la Prensa obrera, muchas de ellas publicadas en La Aurora Social, el periódico que sirvió de matriz al diario de Oviedo Avance. Una huelga en 1919 fue el motivo de que me detuvieran por primera vez. Luego, por otras huelgas, por artículos periodísticos, por discursos en mítines, me detuvieron otras muchas veces.

-En 1926 ingresé como voluntario en el Ejército, con un año de anticipación a la fecha en que me correspondería entregarme obligatoriamente en filas. Así podía elegir Cuerpo. Y elegí el regimiento de Artillería Ligera de Campaña, de guarnición en Burgos, donde me cogió el levantamiento de los artilleros contra Primo de Rivera. La Dictadura, que había chocado ya con los obreros y con los intelectuales, con el pueblo y con la burguesía -recuerda Castañón-, tropezaba también con la hostilidad de una de las más poderosas entidades militares. La sublevación tenía un carácter anti dictatorial, quizá más concretamente antiprimorriverista. Pero yo participé en ella por lo que pudiera servir a una auténtica revolución, al grito de «¡Abajo la Monarquía!»

Después, Castañón volvió a Asturias. Y a la mina. Y a las organizaciones socialistas asturianas.

-Volví a la mina, ya con la categoría de minero de primera. Y allí seguí haciendo propaganda revolucionaria. Así llegó Octubre de 1934.

La tragedia del Octubre rojo asturiano rehace sus más patéticas imágenes en el relato de Silverio Castañón.

-El día 5 de aquel Octubre habíamos proclamado ya en Turón, con sus veinte mil habitantes, la República Socialista. Nuestros combatientes habían conquistado dos cuarteles de la Guardia civil y uno de guardas jurados de las Hulleras, incautándose de algunas armas. Turón estaba tranquilo, y pudimos abandonarlo para dirigirnos a Campomanes, donde aguardamos al batallón Ciclista de Palencia, que iba a pasar por allí. Nosotros seríamos unos doscientos. Pocos para el número de hombres que llevaba el batallón. Pero la superioridad numérica del enemigo la compensó nuestra decisión de victoria. Y en Campomanes quedó aquel batallón Ciclista de Palencia destrozado.

-Todavía, con mis hombres, fui a Oviedo, y participamos en la toma de las principales calles de la capital, hasta que me nombraron comisario general de la zona del Caudal, con tres Concejos, que era uno de los frentes más duros de la lucha, por donde las fuerzas que enviaba el Gobierno para someternos presionaban más.

-Pero llegó un momento en que ya la resistencia y el heroísmo de las masas obreras revolucionarias de Asturias resultó inútil. Fue cuando, por acuerdo del Comité, pactó con el Mando militar, que representaba al Gobierno, Belarmino Tomás.

-Después de asegurada la retirada de nuestros hombres—continúa recordando Castañón-, cuatro de los más responsables salimos juntos en busca de refugio con dirección a los Picos de Europa. No nos quedaba abierta otra salida ya. Ocho días anduvimos escondidos por puertos y montañas. En Ponga nos salvamos de la Guardia civil, ocultándonos en una presa de molino, en el agua, debajo de los juncos. Así pudimos llegar hasta Torrelavega. Pero allí alguien que nos reconoció nos denunció a los guardias, y nos encontramos, por sorpresa, envueltos por fuerzas de Carabineros, de Guardia civil y de Policía. El consejo de Guerra me condenó a pena de muerte y trescientos cuarenta años de prisión. La sentencia la confirmó el Tribunal Supremo. Pero no se cumplió.

-Mientras tanto, yo desde la cárcel, reorganicé las Juventudes Socialistas Asturianas, y seguí escribiendo artículos y folletos revolucionarios.

Cuando la revolución asturiana triunfó en las elecciones con el Frente Popular

-Con el triunfo del Frente Popular en las elecciones salí de la cárcel. Y volví a Asturias. Otra vez a los mítines y a las organizaciones mineras, que, rehechas, tenían que seguir actuando hasta conseguir un sistema social más justo. Para la elección de Presidente de la República vine a Madrid como compromisario, con la representación de doscientos doce mil electores. Y desde Madrid fui a la provincia de Huelva como secretario general de la organización de los mineros de Ríotinto.

Con los mineros de Ríotinto ante la sublevación militar

-Estaba en Nerva, un pueblecito de la demarcación de Ríotinto -sigue diciendo Castañón-, cuando estalló la sublevación militar. De allí me trasladé a Sevilla con doscientos mineros. Delante de nosotros iba una compañía de la Guardia civil. Yo había querido impedir que saliesen los guardias. Luché con el gobernador y con las representaciones del Frente Popular, que los creían leales. Pero yo no me fiaba de su lealtad. Y no me equivoqué, porque al llegar a Sevilla se volvieron contra nosotros y nos acribillaron a tiros. Tres días estuvimos en Sevilla, donde el pueblo todavía luchaba. Hasta que comprendí que allí ya nada podíamos hacer. Y regresé a Ríotinto a organizar las Milicias Mineras. Sobre Ayamonte tropezaron estas Milicias con las primeras fuerzas moras que los generales rebeldes habían incorporado a la sublevación.
Había que venir a Madrid a pedirle auxilios al Gobierno. Ante la superioridad de armamento del enemigo, los bravos mineros Ríiotinto no podían defenderse ya. Andando atravesé toda la provincia de Badajoz, evitando el encuentro con las líneas facciosas, que iban cerrando todos los caminos. Y pude, al fin, llegar a Madrid. Pero aquí no pudieron darme lo que pedía. Además, dispersos, fugitivos, aquellos mineros, los que quedaban de aquellos mineros, llegaban ya a Madrid también. Entonces ingresé como miliciano en las Milicias de El Socialista, con las que fui a Ciudad Leal.

Pero Silverio Castañón había visto combatir a los mineros de Ríotinto, y conocía su admirable resolución en la lucha. Y con los que llegaron a Madrid organizó el batallón Ríotinto, con el que, ya de comandante, no tardó en salir para Maqueda.

Herido en un pie, en uno de los combates del mes de Noviembre, ante Madrid infranqueable ya, Silverio Castañón fue destinado como inspector de la Comandancia General de Milicias en la Sección de Organización. Luego, al batallón Vanguardia Roja, con el que participó en los combates de la Casa de Campo, Cuesta de las Perdices, Puerta de Hierro, el jarama… Hasta que se le confió el mando de una brigada.

-Una brigada -dice- que hace para el enemigo inaccesible una de las entradas a Madrid. Aquel «¡No pasarán!» del mes de Noviembre lo han escrito ya en este frente muchas veces, con las puntas de sus bayonetas, mis soldados.

Pero calla que lo que sus soldados escribieron lo dictó antes, con la firmeza de sus veintitantos años de combatiente socialista, el comandante que encarna reciamente la voluntad revolucionaria de España.
J. R. C.

Miguel Ángel Harriero, secretario de investigación de la Asociación de Memoria Histórica de la Provincia de Huelva