Sección Descubriendo el Mediterráneo, duodécimo artículo

¡Ojalá te agarrara el gato, antipático! Hasta su madre dijo: – Quisiera que estuvieras a muchos kilómetros de distancia. Los patos y las gallinas lo picoteaban, y la muchacha que les traía la comida lo hacía a un lado con un puntapié”.

El patito feo, Hans Christian Andersen

En este artículo traigo de nuevo el análisis de otro cuento del gran autor danés Hans Christian Andersen. Él, junto a los hermanos Grimm, son los grandes representantes del cuento en el siglo XIX. Pero habría que preguntarse: ¿qué es un cuento? Un cuento es una narración corta en la que se mezclan elementos reales y maravillosos para contar una realidad de forma simbólica. En ocasiones, estos cuentos están tomados de la sabiduría popular, de leyendas que han quedado en el imaginario de las gentes de un lugar determinado y pertenecen a su folclore desde hace siglos.

El cuento funciona como una mitología de un lugar, son historias que han quedado entre las gentes y que explican, al igual que la mitología nórdica, griega u oriental, tanto cosas comunes como extraordinarias. Es muy habitual que el cuento tenga un mensaje final moral, más a partir del siglo XVIII, ya que es el siglo de la razón. El siglo XIX resignificó el cuento hacia otro estilo muchos más romántico. El inicio del siglo XIX es el momento en el que nacen los Nacionalismos y una forma de dar a conocer su folclore son sus cuentos. Estos autores lo harán buscando esa idea de identidad que generan las leyendas y narraciones de un lugar.

El cuento lo concebimos, hoy en día, como un texto destinado a niños. Pero éste no nació como una narración de tintes mágicos sino como una revelación “sui generis” de todas las emociones del ser humano, tanto bellas como terribles. Nadie se sorprende, hoy día, cuando se narra el mito de Europa y se explica, sin ambages, que es la historia de una violación; también se le puede decir a cualquiera que Zeus era un dios que habitualmente incurría en el incesto y en la infidelidad de forma reiterada. Hasta su padre Saturno incurre en el canibalismo, y no pasa nada.

En nuestro imaginario actual los cuentos clásicos del siglo XIX están totalmente imbuidos de las fórmulas “almibaradas” que planteó la factoría Disney a inicios del siglo XX. Es por eso que La bella durmiente no se tiene por un cuento tan terrible como realmente es, al igual que Blancanieves que vive un envenenamiento ¿Por qué cambiaron esos cuentos que rescataban las historias del folclore de un lugar y se convirtieron en una narración estándar con un mensaje positivo y, diríamos, que hasta nocivo?

La factoría Disney tiene un momento de fundación muy concreto, el periodo de Entreguerras. Hacía 1923 se creó el primer dibujo, coincidiendo con el inicio de los llamados Felices Años 20. Estados Unidos, después de ser “el salvador” de la I Guerra Mundial, se convierte en la primera potencia, emergente, fuerte y dominante. En ese contexto se desarrollarán las primeras ideas de Walt Disney, y su mensaje no podía ser un mensaje de realidad excesiva para un mundo que necesitaba reconstruirse tras el gran desastre de la I Guerra Mundial. Es por ello que, aunque retoma la tradición, le da un final con aire de esperanza, conforma un mensaje más optimista, creando con ello un concepto más amable para su público. Si bien los clásicos resignificados por Disney suponen hoy nuestra idea del cuento, es interesante conocer lo antes apuntado para entender el siguiente análisis de nuestro Patito Feo.

Hans Christian Andersen fue un escritor especial, soltero, se dice que homosexual, y no demasiado agraciado; vivió en una época donde la moral asfixiaba, ya de por sí, al diferente. No obstante, este “patito feo”, como podría decirse que fue el autor del cuento, era, por otro lado, un hombre imaginativo, sensible y de una gran creatividad que le llevó a pasar a la historia de la literatura. Esa visión interior que el propio Andersen tendría de sí mismo, es posible que se proyectara en nuestro cuento. Porque esta historia, sin ningún tipo de pudor, podríamos llamarla una historia de “bullying” (acoso), y rechazo a la diferencia.

Andersen, sin embargo, en su texto no hace moral en exceso, solo pone sobre la mesa los sinsabores que el diferente debe vivir antes de poder construir un alma bella; estas circunstancias se reflejan en fragmentos como el siguiente: “Se fueron todos al corral, donde encontraron un espantoso alboroto provocado por dos pollos que estaban peleando por la cabeza de un pescado. Al final terció en la discusión el gato que se llevó para sí la cabeza. – Así ocurren las cosas en el mundo-comentó la madre pata. Y se lamió el pico, pues ella también deseaba aquella cabeza de pescado”.

La madre ya deja entrever lo dura que es la vida. Pero, el alma bella que se supone que debe construirse a través de actitudes bondadosas y de escaso enfrentamiento entre el patito y sus atacantes, realmente no se resalta en el cuento. Si bien en los análisis de esta historia siempre se dice que hay esa idea simbólica de belleza interior, lo que se deja claro en el texto explícito es un rechazo más bien por el aspecto físico, sobre todo al principio.

Al inicio del artículo hemos extractado un fragmento en el que el rechazo al patito se hace tanto por su madre, como por la dueña de la granja y todos los demás animales. La palabra que se repite constantemente es “feo” y, aludiendo a su aspecto físico, ni siquiera los animales reparan en hablar con él, con lo cual no sabemos si es un ser bello, interiormente. Con ese rechazo a través de la ignorancia de los otros, el patito empieza continuamente a creer en su fealdad real, y a justificar su mala suerte a través de eso.

La gente que sufre acoso, en ocasiones, se siente culpable de sufrirlo, debido a la desaprobación que el otro hace de él o ella. En el cuento, lo que en principio es un rechazo a su aspecto físico, se vuelve un rechazo a su personalidad. Una vez que el patito huye de la granja donde nace, llega a una casa donde vive un gato y una gallina. El gato y la gallina, suponen, en el cuento de Andersen, un nivel más alto de trato despectivo, porque lo asedian con cosas como si sabe poner huevos, y le dejan claro que son los jefes de la casa y que tienen derecho de abusar y gobernar a los otros con su famosa frase: “Nosotros y el mundo”.

El patito, como le ocurre a mucha gente, intenta ver en estos “jefes” un referente, aunque para ello deba replegar su personalidad. Decide, por ello, compartir con la gallina sus deseos e ilusiones que son flotar en un estanque continuamente. La gallina, como ocurre también con “las gallinas” que a veces nos encontramos en la sociedad, destruye su ilusión dejando claro que eso son solo sueños que lo que tiene que hacer es realizar cosas reales como poner huevos y que debe callar porque desde luego su opinión no merece la pena, y nadie lo va a comprender. No creo que Andersen eligiera al azar a estos dos animales que representan las personas tóxicas con las que en ocasiones nos encontramos en la vida. El gato es un animal independiente e interesado, la gallina es alocada y bullanguera, poco reflexiva. Estos dos animales pueden proyectar bien cómo se comporta el ser humano, no en su individualidad, sino en sus relaciones con los otros, y crear asociaciones que promueven la crítica.

Sorprende que el patito feo en todo el cuento no se enfrente a la realidad que le está superando, solo se va yendo de los lugares donde no encuentra aceptación, digamos que está dejándose dominar por la opinión de los otros y aceptando una fealdad que, finalmente, no es tal.

En una de esas huidas, se encuentra con una bandada de cisnes y ahí sí se siente reconocido, y se acerca a ellos con la intuición de que será aceptado. Esto supondría el encuentro del rechazado con sus iguales, de forma que Andersen en su cuento no solventa el miedo a la diferencia que a todos nos afecta en algunos aspectos de nuestra vida. Tampoco resuelve el rechazo de los otros con un momento en el cuento de toma de conciencia de aquellos que han ejercido el abuso, sino que promueve la huida del rechazado y diferente. Más significativo es el mensaje que Andersen da, al final del cuento, en el que carga en el personaje principal del Patito Feo la transformación del alma y el físico del Cisne.

Hoy en día, parece que todavía no hemos aprendido a aceptar la diferencia y a no exigir al otro que sea como nosotros lo hemos imaginado en nuestra mente, marcados por nuestros modelos sociales. Véase cómo se promueven, con fuerza, las dietas milagrosas, las operaciones estéticas, para que no tengas que ser un “patito feo” en la sociedad, y los continuos consejos y charlas que nos podrían ayudar a conseguir un ideal de felicidad y bienestar que, en ocasiones, ni siquiera deseas. Aunque se está avanzando en la aceptación de la diferencia, no deja de ser real el bullying en los colegios o el rechazo en los centros de trabajo. Y me pregunto ¿es inherente al ser humano ese miedo insuperable a la diferencia del otro o hemos construido ese rechazo a través de cánones y modas que cercenan la diversidad en nuestro entorno?