Sección ‘Descubriendo el Mediterráneo’. Segundo artículo

En bosque nacida,
en río casada,
así yo mi vida
la quiero, ¡tan larga!
Había hoy soñado
Con las hondas aguas
Y yo allí en lo oscuro
Dormir no lograba.

Fragmento del poema Melusina de Hugo Von Hofmannsthal

Estoy prácticamente segura de que todos o casi todos nuestros lectores se han tomado alguna vez en su vida un café con Melusina. Este hada, cuya leyenda celta tomó relevancia allá por el siglo XIV, hoy día nos ofrece, cuando vamos a verla a su casa, ricos cafés, smoothies y una gran variedad de dulces y bollería, no a un precio muy barato, pero lo confortable de su pequeño palacio hace de su casa uno de los lugares de ocio con más fama en todo el mundo.

Pero, ¿Quién es este hada que tan amablemente todavía nos ofrece cosas y que hoy día, con la magia del marketing, sigue pululando en nuestro imaginario social aún sin darnos cuenta?

El hada Melusina, o también llamada en algunos textos Melisenda, es un hada cuya historia hay que buscarla en la mitología celta. Con el tiempo y la llegada de la Edad Media su leyenda se insertó en el Ciclo artúrico, porque ella y sus hermanas serán enviadas a la isla de Ávalon, ese lugar mítico donde también vivió la famosa hermana del rey Arturo, Morgana.

Pues bien, podría haberse quedado la historia de Melusina como una leyenda más en los pueblos de Francia o Inglaterra si no fuera porque en el contexto de la Guerra de los Cien años, que enfrentó precisamente a los dos países antes citados en el siglo XIV, el duque de Berry decidió que, para dar prestancia y honor a su feudo en Lusignan, Melusina se convirtiera en la imagen matriz de su escudo heráldico y que su estirpe entroncara con su familia. Para llevar a cabo esta tarea de ennoblecimiento y de conexión entre el mito celta y la realidad, le encargó a un escritor Jean D’ Arras que trazara un árbol genealógico cuya madre fuera precisamente nuestra hada y su marido el bello Raimodín. Hoy día todavía, en los pueblos que pertenecieron a la familia Lusignan, se escucha cuando alguien muere el famoso grito de Melusina porque ella, como antes os he dicho, nunca ha dejado de estar entre nosotros ni entre los habitantes de su feudo, a los que protege.

Melusina era de origen noble, su madre era hada y su padre Elinas era el rey de Escocia. Tanto la historia de la madre de Melusina, Presina, como la de ella, están marcadas por secretos mágicos que son incumplidos cuando la curiosidad de sus respectivos maridos es extrema. Es decir, Presina antes de casarse con Elinas le pide que nunca la vea dormida, incumpliendo este su promesa. Presina debe huir con sus hijas a la isla de Ávalon, aun amando todavía a su esposo. Melusina es la hija mayor y desarrolla, ante la situación, un rencor inusitado hacia su padre y eso hace que decida, junto con sus hermanas, encerrarlo en una montaña. Presina, al enterarse, castiga a sus tres hijas, cada una a una cosa. Melusina se convertirá, cada sábado de su vida, de cintura para abajo, en un animal de dos colas a modo de sirena y su marido nunca debe verla ese día, o perderá el derecho a seguir viviendo con ella.

Melusina acepta su castigo pero un día, mientras danza en el bosque en la llamada Fuente de la Sed, aparece Raimodín, taciturno tras matar accidentalmente a su tío en una cacería. Melusina se enamora de inmediato de él y, como es un hada, consigue atraer la atención del caballero de forma instantánea. Pronto se enamoran y se casan. Según cuenta Jean D’Arras en su genealogía, ella será la artífice de todos los bienes y maravillas que hoy día pueden verse en el antiguo ducado de los Lusignan: su castillo, palacio, iglesia; cuenta la leyenda que todo ese esplendor del Bajo Gótico del siglo XIV es fruto de las manos mágicas de este hada que, llena de felicidad, colmaba a su esposo de regalos, además de darle una gran estirpe de muchos hijos; aunque el texto deja claro que todos estos hijos tenían o un defecto o una peculiaridad, ninguno había nacido con la extraordinaria belleza de sus padres.

Raimodín había aceptado que cada sábado su esposa desapareciera pero la curiosidad fue creciendo e incluso los celos, es por ello que un sábado se asomó por la ventana de la habitación de nuestra hada y la descubrió disfrutando de un baño, con sus dos colas de serpiente, aunque en otros textos aparece con una sola cola de sirena. Quedó horrorizado ante el espectáculo y Melusina, indignada y muy triste, maldijo la futura vida de su marido y desapareció del feudo para siempre. Desapareció para los ojos de sus hijos y su marido pero cuenta la leyenda que siempre los cuidó y que, desde la distancia, siguió construyendo edificios y dando esplendor al ducado de los Lusignan. Era una madre y esposa tan amorosa que, cada vez que tañían las campañas por la muerte de un integrante de la familia, se escuchaba en lontananza el grito de dolor del hada.

En mitología, la mujer sierpe o la sirena están asociadas con mujeres poderosas pero que hacen o pueden llegar a hacer el mal. Melusina es una más de ese mundo antiguo que marcó a la mujer poderosa y sabia como aquella que debía ser condenada, como le ocurrió a Melusina. Es interesante que recordemos hoy esta leyenda viendo, a pesar de su enfoque, algunos rasgos innovadores: aunque es una mujer que se convierte en sierpe, es la fundadora de un linaje, dadora de vida, que cuida con amor a Raimodín y el duque de Berry la hace artífice de todas las maravillas de su señorío.

Hoy Melusina, ese personaje legendario, es además la imagen de la marca de la conocida cadena de cafeterías Starbucks. Si se observa el logo, ves a una mujer de larga melena coronada simbolizando su nobleza y rodeada por su doble cola de sirena. Y es que los clásicos, los mitos y las leyendas, como se puede ver, siempre nos acompañan hasta en lo cotidiano. Hoy las cosas han cambiado y se han reinventado; la diseñadora de la imagen de este establecimiento, desde su estudio en EE.UU, vio las posibilidades que todavía aporta la mitología al mundo real y le dio una nueva vida a Melusina; la sacó de su castillo y la puso entre nosotros a modo de marca. Es un cambio, el signo de los tiempos, pero nos hace saber de lo necesario y perdurable que son los mitos aún en nuestra sociedad actual.