La Cuenca Minera de Riotinto asiste este sábado al 82 aniversario de la entrada de las tropas franquistas en la comarca, que se produjo el 25 de agosto de 1936 tras varios días en los que ya previamente habían estado bombardeando la zona desde el aire a través de la aviación.
De esta manera se consumaba lo que los rebeldes fascistas denominaron el ‘Plan para la ocupación de la Cuenca Minera de Riotinto’, diseñado de forma concienzuda para llevar a cabo un asalto militar que consideraban «tan difícil e importante para toda la provincia», tal y como expone Francisco Espinosa Maestre en su libro ‘La guerra civil en Huelva’.
El plan consideraba «peligroso» el enemigo a batir, así como que Salvochea -ahora El Campillo- La Atalaya, La Dehesa y Nerva eran «las poblaciones más fieles al Gobierno republicano». «Sin embargo -añadía- no existen en ellas elementos que puedan coartar la aviación» y, «como podían tener protegidos los accesos con minas, habría que desconectar la central eléctrica de la Riotinto Company Limited».
Y así lo hicieron. El asalto fascista a la Cuenca Minera de Riotinto comenzó con un bombardeo aéreo «indiscriminado» sobre Salvochea el 20 de agosto de 1936 a las 9.00 horas, expone el investigador Fernando Pineda Luna en su libro ‘Memorias Recuperadas. El Campillo – Salvochea’, donde se explica que este primer bombardeo acabó con la vida de seis personas: Elena Domínguez Castaño, de 23 años; su hija Dolores González Domínguez, de seis meses; Rafaela López Carrera de 44 años; Rafaela López Yuvero, de 45 años; Baldomera López Rodríguez, de 38 años; y Jacinto López Zarza, de 36 años.
«Al día siguiente, a las 12.00 horas -continúa esta publicación-, se bombardeó La Atalaya y, un día después, fueron bombardeadas de nuevo Salvochea, La Atalaya y La Dehesa», tras lo que, dos días después, el 24 de agosto, un avión recorrió la comarca lanzando octavillas en las que alertaban a la población, textualmente, de que «podéis salvar vuestras vidas si antes de 24 horas, a partir de las cinco de la tarde de hoy, nos entregáis rehenes en cantidad suficiente para garantizar la entrega de armas, rehenes que serán puestos en libertad tan pronto como dichas armas sean recogidas».
Un día después, el 25 de agosto de 1936, miembros de una columna fascista comandada por Gumersindo Varela Paz, que venía de conquistar Valverde del Camino, unida, como explica el investigador Joaquín Gil Honduvilla, a tres grupos de guardias de asalto, guardias civiles y falangistas y requetés, «asaltaron Zalamea la Real con la artillería y entraron en sus calles, provocando la huida de los milicianos republicanos, que sólo tenían una ametralladora en la torre de la Iglesia Parroquial», continúa la obra de Pineda, que indica que los asaltantes «abrieron puertas a patadas, registraron multitud de viviendas y asesinaron a muchos vecinos», momento que se refleja en la imagen que ilustra esta información.
A continuación, tal y como se relata en ‘Memorias Recuperadas’, la columna fascista fue sorprendida «por una numerosa columna minera procedente de Salvochea que provocó la huida de los retenes militares golpistas, apostados en las salidas de Zalamea», mientras que «los republicanos explotaron las minas colocadas en la zona para dificultar el avance por la parte nordeste de Zalamea la Real hacia Salvochea y el corazón de la Cuenca Minera», operaciones que «produjeron bajas en ambos frentes», añade. Sin embargo, a continuación, «la aviación, que volvía para facilitar el asalto a Salvochea, bombardeó la columna miliciana y la obligó a replegarse definitivamente».
«Con el camino ya expedito» y «con más de mil hombres», el capitán Gumersindo Varela Paz comenzó el avance hacia Salvochea el 26 de agosto de 1936 a las 7.00 horas, tras lo que, a las 8.00 horas, de nuevo apareció un avión que «bombardeó la localidad durante horas», informaba el periódico Odiel, mientras que la columna fascista del comandante Eduardo Álvarez de Rementería-Martínez, que procedía de El Castillo de las Guardas, entraba en Nerva. Por su parte, la columna del comandante de los requetés Luis Redondo García, que había llegado el día 25 a Campofrío procedente de Aracena, avanzaba «sin oposición» hacia La Dehesa, donde «desconectó la central térmica de la RTCL, como estaba previsto, pasó por la barriada de Mesa de los Pinos, también denominada Alto de la Mesa, donde dejó dos cañones orientados hacia Nerva, y llegó a Salvochea».