Sección ‘Descubriendo el Mediterráneo’. Cuarto artículo
“Rea tuvo de Cronos hijos preclaros: Histia, Deméter, Hera, la de las áureas sandalias, el fuerte Hades, que mora en subterráneo palacio y tiene un corazón despiadado, el estruendoso Poseidón, que bate la tierra, el próvido Zeus, padre de los dioses y de los hombres, que con el trueno hace estremecer la anchurosa tierra. A todos los iba devorando el gran Cronos, así que, saliendo del sagrado vientre de la madre, llegaban a sus rodillas, con el propósito de ningún otro de los nobles descendientes del Cielo tuviera entre los inmortales la divinidad real (…) por este motivo no vigilaba en balde, sino que, siempre al acecho, devoraba a sus hijos, causando a Rea vehemente pesar…”
La Teogonía de Hesíodo (453-467)
El ser humano ha tenido desde tiempos inmemoriales en un lugar destacado de su quehacer diario, puntos de ruptura o de cambios; me refiero, naturalmente, a los rituales o las fiestas. La Navidad es una de las fiestas más importante dentro del calendario cristiano occidental, pero en muchos aspectos es ya solo una excusa para romper la rutina diaria o para tener unos días de asueto. La Navidad marca una parte muy importante dentro del calendario litúrgico cristiano, pero ¿te has preguntado qué había antes de ella? ¿Ha existido siempre?
La realidad es que antes de que se consolidara el Cristianismo y su calendario, el ser humano ya tenía sus propios ciclos muy marcados por la naturaleza. Y es que parece que esa frase popularizada hoy día de: No me toques las palmas que me conozco, ya era dicha o tal vez pensada, desde la antigüedad, y nuestros antepasados sabían disfrutar también de fiestas patronales, no necesariamente cristianas, aunque sí dedicadas a un dios.
He titulado este artículo Saturno devorando ¿polvorones? Porque nos habla del maravilloso sincretismo religioso que simboliza nuestra Navidad. Sincretizar es aunar tradiciones de un lugar o un pueblo, y en esto podemos sentirnos reconocidos los Europeos y occidentales cuando hablamos de la festividad que originó la Navidad, las Saturnales romanas.
Las Saturnales reciben ese nombre porque están dedicadas a uno de sus dioses fundacionales, el dios Saturno (Cronos en la mitología griega). El dios Saturno es uno de los dioses más curiosos del panteón romano porque, aunque se asemeja a Cronos, padre de Zeus, en el mito griego, es además un dios agrario, con lo cual realmente aúna en sí mismo las cualidades de Cronos dios del Tiempo y Deméter la diosa hija de Cronos, dedicada a la agricultura. Es un dios terrible y taimado, como cuenta Hesíodo en su Teogonía, ya que primero para poder reinar castró a su padre Urano y luego, para poder mantener su poder soberano, cada vez que nacía uno de sus hijos los engullía, hasta que Rea encontró la solución ofreciéndole una piedra y haciendo que su hijo Zeus se salvara convirtiéndose finalmente él en dios supremo. Es un dios, además, que da nombre al saturnismo, una enfermedad que se produce por el exceso del contacto con el plomo y que provoca cierto trastorno neurológico; el personaje del Sombrerero Loco en Alicia en el País de las Maravillas la padece, ¿y por qué un sombrerero? Porque usaba pigmentos con plomo para dar color a sus sombreros…
Lo más interesante de este dios eran las fiestas que se dedicaban a él a partir del 17 de diciembre, las Saturnales. Eran fiestas en las que todo se ponía patas arriba, los ritmos vitales cambiaban absolutamente y casi podemos decir que Roma se convertía en un verdadero carnaval: las mujeres se vestían de hombres y viceversa, los patricios servían a sus esclavos, todo ello completado por una bella decoración vegetal, uso de velas y, finalmente, el intercambio de obsequios y regalos ¿os suena? Pues bien, del 17 de diciembre las fiestas se extendían mágicamente hasta el día 25 de diciembre, cuando concluían con la celebración del Natalis Solis Invicti: El nacimiento del sol Invicto porque, a partir del 21 de diciembre y del Solsticio de invierno, los días comienzan a crecer y todo se va preparando para el renacimiento que supone más tarde la Primavera. A esto se une el cambio de año que es toda una renovación. De manera que cuando hacia el 320 d.C el papa Julio I fijó la Navidad como festividad que sustituía las Saturnales, hizo todo un acto simbólico convirtiendo a Jesucristo en el Sol que nace y que además inicia un nuevo ciclo. Este cambio no se realizó antes porque hasta el 313 d.C con el Edicto de Milán no será cuando el emperador Constantino acepte el cristianismo como religión; antes, de forma clandestina, es probable que en esos días de asueto, en las Saturnales, los primeros cristianos en sus Domus Ecclesiae (casas dedicadas a iglesias) o en sus catacumbas ya homenajearan la Natividad del Señor.
Hoy día se ha desdibujado la simbología de la Navidad, en el sentido cristiano. La Navidad es una excusa para el gasto, el exceso y todo está marcado por el marketing (la imagen de Papá Noel vestido de rojo remite directamente a una campaña de Coca Cola). Aunque sea ya la Navidad una fiesta más pagana que religiosa, lo cierto es que el ser humano no ha perdido su intención de romper la rutina, si bien es verdad que su sentido lo ha desacralizado buscando otros nuevos. Ahora parece que la Navidad es más una vuelta a las Saturnales romanas que un ritual en torno a un humilde niño nacido en un pesebre. Aunque ahora, a Saturno, en vez de devorar a sus hijos, lo tengamos entre nosotros devorando polvorones de “El Patriarca” por Navidad. Intentemos mantener, de alguna forma los rituales, como dice el filósofo surcoreano Byung- Chul Han en su obra La desaparición de los rituales: “los rituales son en la vida lo que el espacio son a las cosas”. Este filósofo viene a decirnos que no perdamos ese, para el ritual, en nuestras vidas. Así pues, homenajeemos a Jesucristo, al Sol o a Saturno, pero no perdamos esa perspectiva de lo que significan los ritos solo por la mera marcha que nos va marcando la sociedad actual y el consumismo.
Imagen: Saturno devorando polvorones, collage realizado por Diego Yáñez Revuelta