El pianista Manuel Moreno es toda una revelación en el mundo del flamenco. Este joven onubense se daba a conocer en el programa “Tierra de talentos” y a partir de ahí ha ido cosechando éxitos por muchos auditorios y teatros. Un paso adelante en su trayectoria ha sido el concierto que ofreciera el jueves en el Gran Teatro junto al percusionista Manuel de la Torre dentro del noveno Festival de flamenco “Ciudad de Huelva”, concierto enmarcado en la serie “Jóvenes flamencos” de la fundación “Cajasol”. Esta velada tuvo todos los ingredientes de lo memorable; y a su término comprobamos que el pueblo de Huelva se sentía unido al calor de las más hondas tradiciones.

Desde la primera pieza de la noche Manuel demuestra su rica inventiva para fundir con naturalidad los palos del flamenco con los géneros pianísticos de la música clásica, y también deja asomar alguna canción popular, como hiciera con “La tarara”. Su ímpetu interpretativo y su depuramiento estilístico recuerdan a Dorantes, todo un emblema del piano flamenco que sabe acercar a todos los públicos la mejor escuela. Para Manuel tocar el piano es una verdadera fiesta: escalas impecables que recorren todo el teclado, melodías sinuosas de mucho colorido y un sinfín de efectos en un total estado de gracia. De hecho, las alegrías pusieron al descubierto un sonido precioso, de acordes como perlas, la alfombra armónica para la participación de El Pecas, cuyo cante forjaba en la noche una atmósfera íntima irrepetible. Para la taranta Manuel subrayó que es un reto para todo pianista pues hay que conseguir el brío e incluso el timbre del rasgueo de una guitarra; desde luego, su impresionante técnica hizo posible una interpretación apasionada, que engancharía a cualquiera que lo escuchase por primera vez.

En sus temas este joven músico sabe ir del arrebato más desbordante hasta un remanso dulce, cambios de carácter que son ideales para un espectáculo flamenco donde la música puede evocar en el público las imágenes y sensaciones más extraordinarias. Como pianista radicado en el Conservatorio de Huelva, Manuel Moreno añadió su faceta de compositor incorporando variados géneros: la sonata, el concierto, la rapsodia y el preludio aparecían en medio de una farruca o una bulería. El oído puede pasar de lo flamenco a lo clásico sin darse cuenta. Asomaba en su música frases que recordaban a CHopin, Rachmaninoff o Janacék. ¡Y aquí estriba gran parte de su riqueza musical!

Por su lado, Manuel de la Torre tuvo una participación lucida, que a lo largo del espectáculo contribuía a esa entrega creciente del público. Su percusión daba fuerza y contrastes al piano de Manuel en los pasajes más rítmicos. El entusiasmo de algunas piezas se disfrutaba con un muy buen compás.

Pero el momento-cumbre de la noche llegaba con la música que dedicara al Niño Miguel, una pieza muy original dividida en dos secciones: una seria, apaciguada, a modo de elegía; otra briosa y arremolinada. Fue ahí cuando el alma del público despertó; todo el pueblo de Huelva unido que dejaba salir de su interior un quejío, ése que define a la admiración de la belleza, que en el fondo es un misterio de la vida. Manuel supo revivir toda la grandeza del Niño Miguel. Y con ello se hizo realidad ese sueño al que todo artista aspira. El aplauso del Gran Teatro era una sola alma hermosa e inabarcable que se elevaba a lo más alto. ¡Enhorabuena, Manuel, que la música te depare siempre frutos abundantes!