Los trabajos de perforación fueron realizados en Peña de Hierro, entre Nerva y Riotinto
El hallazgo reciente de cianobacterias (microorganismos fundamentales para la evolución de la vida) a 600 metros de profundidad en el subsuelo donde nace el río Tinto acerca mucho la posibilidad de encontrar vida extrema en el subsuelo de Marte.
Esa es una de las principales conclusiones que pueden extraerse de los estudios liderados por el Centro de Astrobiología/Centro Superior de Investigaciones Científicas y el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC/INTA), que, tal y como ya informó Tinto Noticias -el periódico de la Cuenca Minera de Riotinto-, han detectado por primera vez estos organismos vivos en una zona de la biología oscura que tiene muchas similitudes con lo que se puede encontrar en Marte cuando se logre perforar su superficie y conseguir muestras de lo que se oculta bajo una superficie tan hostil para la vida.
El único problema para tener una mínima posibilidad de encontrar vida en Marte es que habrá que perforar en profundidad el subsuelo y no bastará con arañar la superficie. Los dos rovers que lancen al planeta rojo en misiones previstas para 2020 no podrán llegar muy lejos en este sentido, pero es el camino.
Es un reto que unido a la presencia de señales de agua líquida en el polo sur de Marte puede llegar a provocar la constatación de que hemos estado buscando mal la vida y sus señales más allá de la tierra. Al final, los ovnis y marcianos serán simples bacterias confinadas en zonas específicas de algún planeta donde se pudieran dar condiciones para la vida.
Lo que nadie puede hurtar a las cianobacterias es su poder: bombear oxígeno a la atmósfera facilitando así el camino para que la vida llegue al estado en que se conoce hoy.
Los trabajos de perforación realizados en Peña de Hierro, entre Nerva y Riotinto, durante el desarrollo del proyecto europeo Desarrollo de Ciencia y Tecnología para la detección y caracterización in situ de vida en el subsuelo de la Faja Pirítica Ibérica (IPBSL), liderado por el microbiólogo Ricardo Amils, no buscaban cianobacterias, sino microorganismos capaces de oxidar el hierro y el azufre de la pirita en condiciones anaerobias, los elementos más comunes en las aguas rojas del Tinto, con el fin de explicar su origen.
Pero la sospecha científica se confirmó y aparecieron cianobacterias en las fracturas de rocas a distintas profundidades, sobreviviendo a duras penas. Por eso la pregunta inmediata fue: cómo sobreviven sin luz las cianobacterias. La respuesta está en el hidrógeno, un gas convertido en su fuente de alimentación habitual.
Ahora la publicación de este estudio evidencia la adaptabilidad de la vida y la posibilidad real de encontrar en el subsuelo de Marte comunidades subterráneas.
¿Estamos pues ante el principio o el fin (de la vida)?. Más bien los científicos coinciden en que se trata de un estadio intermedio de la evolución. El camino evolutivo es estocástico (sin dirección) y obedece al concepto darwiniano de adaptación. En lo que sí hay acuerdo es en que encontrar señales de vida en Marte, aunque sea procariótica (unicelular, sin núcleo), sería un bombazo.
Puede que al final seamos marcianos, con un origen común, porque la vida se puede crear si se dan las condiciones adecuadas. Al fin y al cabo, cuando apareció la vida en la Tierra, las condiciones en los dos planetas hermanos eran muy pero que muy similares.
Según la información facilitada desde el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) sobre el proyecto y recogida por E. Press, las muestras analizadas fueron obtenidas mediante la realización de dos perforaciones dentro del proyecto IPBSL (Iberian Pyrite Belt Subsurface Life, vida subterránea en la Faja Pirítica Ibérica-FPI), realizado por el CAB entre 2010 y 2015 conel objetivo caracterizar la geomicrobiología de los ecosistemas profundos de la FPI.
Durante las perforaciones, los testigos extraídos fueron analizados con el sistema ‘SOLID-LDChip’, un biochip detector de signos de vida que se desarrolla actualmente en el CAB para la exploración planetaria. Los investigadores detectaron desde el primer momento indicios inmunológicos de la presencia de cianobacterias.
Por tanto, el resultado inicial de los análisis fue confirmado posteriormente por otras técnicas, como la secuenciación del gen ARN ribosomal 16S extraído de las rocas analizadas y la visualización de las cianobacterias mediante microscopia con sondas fluorescentes específicas.
Posteriormente, la secuenciación de dos metagenomas (conjunto de genes de una muestra ambiental) a diferentes profundidades, 420 y 607 metros, ha permitido a los investigadores confirmar definitivamente la presencia de cianobacterias. El análisis de la gran cantidad de genes de cianobacterias encontrados ha permitido dilucidar su potencial para utilizar hidrógeno como fuente de energía.
Estas cianobacterias parecen aprovechar una «válvula de seguridad» natural, que en la superficie sirve para protegerlas del exceso de luz, un sistema que desvía la energía sobrante hacia el exterior de la célula, transfiriendo electrones a sustancias como metales oxidados o materia orgánica. Paradójicamente, el mismo sistema se activaría en las condiciones de oscuridad y anoxia presentes en el subsuelo profundo, permitiéndoles obtener energía independientemente de la luz.
En definitiva, los resultados del estudio sugieren que las cianobacterias pueden jugar un papel «muy importante» como productores primarios dentro de la biosfera profunda de la Tierra.
Además, según han indicado, este nicho ecológico, hasta ahora desconocido, pone de manifiesto la gran versatilidad de las cianobacterias, uno de los microorganismos más antiguos de nuestro planeta, y permite plantear nuevos modelos sobre su origen y evolución, así como la presencia de organismos similares en biosferas actuales o primitivas en otros planetas o lunas.
Foto: Rafael Cortés