Por Carmen Pichardo, afectada de fibromialgia

La fibromialgia, se conoce como la enfermedad invisible. Una persona suele tardar años con síntomas hasta ser diagnosticada. ¿Por qué sucede eso?

Hablo desde mi experiencia: hay muchos factores. Por un lado está el lado médico y por otro lado está la invisibilidad que la propia persona hace de esos síntomas.

Normalmente, una persona comienza teniendo síntomas. En mi caso era dolor corporal, mal cuerpo muy a menudo, inestabilidad al andar, cansancio extremo, etc. Por el lado médico lo que sucedía es que todos esos síntomas tenían la excusa perfecta, ya que se camuflaba con los síntomas de una enfermedad autoinmune que ya tenía. La excusa perfecta. Tratamiento “date unos masajitos, haz ejercicio, etc Yo lo hacía todo: masajes, yoga, me alimentaba sano, meditaba, etc. Cada vez estaba peor y a la vez INVISIBILIZABA esos síntomas que me hacían sufrir.

Soy mamá, criando sola a mi hijo, trabajaba en un Banco, un trabajo duro y estresante y ya que los médicos decían que con esos consejos mejoraría, yo pensaba que lo que me sucedía era algo con lo que tenía que convivir. Vamos que tenía que aguantarme. Como el dolor es desagradable, mejor no lo miro. Como me avergüenzo de tenerlo, mejor no lo digo, no sea que no me crean, no sea que piensen que soy débil, no sea que yo empiece a creer que me suceda algo. Mejor escondido, invisible. Y aguantaba. Y sufría.

El dolor cada vez era peor. Pero como casi siempre surge algo que hace saltar las alarmas.. Tuve una lesión grave que me impidió volver a sentarme. Ahora, después de más de dos años, me siento a ratos, pero durante dos años, no podía sentarme, ni estar de pie y muchos días ni caminar. Paralizó mi vida.

Sucedió lo que le sucede a muchas personas, no miro al dolor, y el dolor en vez de susurrarme, avisando que algo pasaba a mi cuerpo, comenzó a gritarme.

Por tanto, volviendo al principio, claro que es importante dar visibilidad. Tanto a las personas que tienen síntomas como a la población en general, empresas y personal médico: no nos quejamos por gusto.