Verdad, justicia y reparación son urgentes para los desaparecidos de la aldea zalameña de El Buitrón, donde entre 20 y 30 vecinos fueron víctimas de la represión franquista. Recuperar sus nombres, sus historias y devolverles la dignidad que se les negó es una deuda que la sociedad no puede seguir posponiendo.
Hace décadas, en Valverde del Camino y sus alrededores, se silenciaron historias de dolor, miedo y pérdidas irreparables. Entre ellas, las de los vecinos de El Buitrón, donde desaparecieron entre 20 y 30 personas durante la Guerra Civil. Es importante recordar que, en 1937, Huelva no era frente de guerra: los sublevados controlaban el territorio desde el año anterior. Por ello, la violencia ejercida contra la población civil no respondía a combates o enfrentamientos, sino que fue represión sistemática y dirigida, con el objetivo de eliminar cualquier resistencia real o potencial. Fue, en términos contemporáneos, crimen de lesa humanidad.
La reciente exhumación de la fosa común del cementerio de Valverde del Camino representa mucho más que un trabajo arqueológico o forense. Es un acto de reparación histórica, una oportunidad para reconocer a quienes sufrieron injustamente y devolverles, al fin, la dignidad que se les negó. Pero para que este proceso sea completo, es fundamental la participación de sus familias, y en especial la aportación de ADN.
Según indica la legislación vigente, los crímenes de lesa humanidad, como las desapariciones forzadas, las ejecuciones extrajudiciales y la tortura, deben ser investigados y juzgados, independientemente del tiempo transcurrido o de la posición de los responsables. España tiene obligaciones internacionales de no otorgar impunidad a los autores, reconocer a las víctimas y garantizar su derecho a la verdad y a la reparación. Reconocer y documentar estas violaciones es clave para la reparación moral y social, y para que los nombres de las víctimas no se pierdan en el olvido.
Aportar ADN no es solo un acto técnico; es un acto de compromiso con la memoria y con la verdad. Cada muestra puede convertirse en la clave que permita identificar a un abuelo, un tío o un vecino de El Buitrón, y devolverles su nombre, su historia y su lugar en la memoria colectiva. Sin estas aportaciones, muchos restos podrían permanecer sin identificar, y con ellos, el silencio sobre lo que ocurrió.
El pasado sábado, la jornada celebrada en el cementerio fue un ejemplo de cómo la comunidad puede involucrarse. Familias enteras se acercaron, escucharon los avances de los trabajos y tuvieron la oportunidad de aportar muestras de ADN. La respuesta de la gente fue conmovedora: un gesto pequeño en apariencia, pero enorme en significado, porque significa que no queremos olvidar, que no estamos dispuestos a dejar que el tiempo borre a nuestros muertos.
Como sociedad, tenemos la obligación de mantener viva la memoria de las víctimas de la represión franquista, especialmente de quienes fueron asesinados en territorios controlados por los sublevados, donde la violencia fue intencionada y planificada. Cada nombre recuperado, cada historia documentada y cada cuerpo identificado es un paso hacia la justicia histórica y la reparación.
Por eso, hago un llamado especialmente a los familiares de El Buitrón y a todos aquellos con vínculos con las víctimas: participen, aporten su ADN y ayuden a que la historia se complete. No se trata solo de ciencia: se trata de dignidad, de justicia y de humanidad.















