Nos pasamos la vida tratando de organizar el caos, obviando que el universo tiende al desorden.
Es lo que se conoce como el principio de entropía: desde el Big Bang, el universo entró en un estado de expansión y desorden creciente, relacionándose, a su vez, con la flecha del tiempo. La cual, como sabemos, sólo avanza en un sentido.
¿Quiénes somos para luchar contra la física?
Hay que dejar fluir el curso natural de las cosas.
No te obsesiones con doctrinas, dogmas, leyes, protocolos y convicciones sociales.
Haz lo que quieras. Haz lo que sientas. En cada momento.
Estamos conectados al cosmos. Estamos compuestos de átomos que forman moléculas, que a su vez forman células, tejidos y, bueno, ya sabéis a lo que me refiero.
Somos pequeñas galaxias. Funcionamos igual.
Y si pensamos en la vejez, no sería más que el culmen de nuestro desorden. El ocaso de nuestro tiempo. Cuando dejamos de ser un conjunto de átomos que forman individuos y volvemos a ser universo.
Y vuelta a empezar. Una y otra vez.
Por eso nos desenvolvemos perfectamente en el caos.
Por eso nos seduce la entropía.
Deja que la vida te lleve donde te tenga que llevar, y no trates de frenarte.
El tiempo pasa irremediablemente.
El desorden aumenta.
Y si, tras tantos miles de millones de años, tras tantos ciclos, tras tantas vueltas por el cosmos, los átomos de tu cuerpo y del mío se han ido a encontrar, no es casualidad.
Porque como decía Henry Miller: «El caos es la partitura en la que está escrita la realidad»…
Así que deja que el caos nos guíe este baile.