Bernardo Romero, escritor y «hombre de su casa», atiende a Tinto Noticias para hablar sobre su última novela, ‘El Asunto don Simón’

El pasado mes se deba cuenta en TINTO NOTICIAS de la presentación en la Peña Flamenca de Huelva del último trabajo de Bernardo Romero, una novela con la que el escritor onubense presenta al fin a doña Alicia Goles y a Palacios. Esta redacción ha logrado contactar con el autor de ‘El Asunto don Simón’ (Editorial Niebla, 2021), un tipo curioso que rehúye las entrevistas sin ser «una celebridad ni famoso más allá del Huerto Paco, e igual ni en su barrio siquiera», como él mismo reconoce. En todo caso la novela está circulando gracias en parte a un instrumento que no pasa de moda, el boca a boca. Este periódico lo ha pillado en su casa, embadurnado de harina y con las manos en la masa, en este caso elaborando croquetas de buey de mar con alcaparras y cebolleta ¡cruda!

– Pregunta: ¿A quién se le ocurre no pochar la cebolla para hacer croquetas?

– Respuesta: Ni idea. Pero igual mañana te puedo decir el resultado. Una vez hecha la masa me gusta dejarla reposar un día en el frigorífico. En la parte baja y tapada.

(Se lava las manos, se quita el delantal y nos lleva a la terraza de su casa para realizar más cómodamente la entrevista. Ya sentado, se levanta y hace amago de coger una piedra, tras lo que da unos pasos rápidos hacia un gato que se escapa escalando con habilidad entre unas matas de geranio).

P: No es usted animalista, precisamente.

– R: Sí, pero procuro mantenerlos a raya. El otro día uno se escapó con una ristra de chorizos y no lo pude alcanzar. Unos carboneros hicieron un nido en la valla, entre la hiedra, y los putos gatos se cargaron el nido y su contenido. Pero no me interesa que huyan totalmente, tienen a raya a los ratones.

– P: ¿Y esos cacharros que tiene usted ahí?

– R: Es que igual esta noche llueve y me gusta oír las canales. Además el agua de lluvia es muy buena para fregar los cacharros.

– P: Y además tiene tiempo para escribir.

– R: No mucho, la verdad.

– P: De ahí que haya tardado tanto en que ‘El asunto don Simón’ haya visto la luz.

– R: No, eso es culpa de Rafa Pérez, conocido en los ambientes más noctámbulos de la ciudad con el sobrenombre de El Editor. Hemos quedado unas 50 veces para ver lo de la novela, pero siempre terminábamos más o menos afectados. El vino malo nos afecta bastante.

– P: ¿¡El vino malo!?

– R: Sí, suele ser más barato.

– P: Pero mucho antes de la pandemia, tenían ustedes intención de publicar ‘El asunto don Simón’.

– R: Sí, no insista hombre. Ya le digo que la culpa es de Rafael Pérez (a) el Editor y (a) Rabino.

– P: Bien, intentaremos centrarnos. No paramos de escuchar elogios sobre la novela. El personal se lo pasa bien.

– R: Claro, yo escribo para mí y para mis colegas. También para todo aquel que por hache o por be se haga con un ejemplar y lo lea. De alguna manera pasa a ser colega mío, o al menos protector, mecenas a pequeña escala.

– P: Pero además de divertida, la novela tiene mucha profundidad.

– R: Trato de diseccionar el mundo en el que vivimos. Mostrar lo que tenemos alrededor, en definitiva ser honrado conmigo mismo, permanecer asentado firmemente en el suelo. Y con los demás, no mentirles, que eso es cosa de políticos y otras gentes de mal vivir.

– P: Hay muchas referencias literarias, artísticas o filosóficas que se pueden escapar al lector poco atento.

– R: Sí, no pierdo la oportunidad de hacer referencias, pero no crea que lo hago por epatar o por quedar bien, sino porque me divierte. Cuando Palacios da un ciego y oscuro salto para dar a la rama alcance, está preparando el hurto del periódico en la notaría de don Hilario, que está en la plaza San Juan de la Cruz, que nos lleva al poema tras un amoroso lance. Hay un capítulo que es el Orlando furioso de Ariosto, y en otro se desarrolla el asalto de La Hipanyola a la cabaña de La Isla del Tesoro. Hay muchos más, pero no me acuerdo ahora. Igual habría que hacer una edición revistada, corregida y con notas a pie de página, pero eso mejor que lo hagan otros. Cuando yo ya no esté en este barrio ni en ninguno. De momento me quedo con los silencios y la tranquilidad como norma conductual.

– P: Pues la presentación de la novela no fue precisamente silencio ni tranquilidad para las casi 300 personas que allí se dieron cita.

– R: Hombre, de vez en cuanto hay que pasarlo bien.

– P: Tres horas y media para la presentación de un libro no es muy normal.

– R: Bueno, fue la presentación y de paso un poquito de fiesta, que no le viene mal a nadie.

– P: Se gastaría un dineral, pues usted siempre dice que huye de la subvención.

– R: Que va, vino todo el mundo gratis y la Peña no solo cedió el inmenso salón, sino que los profesores de cante jondo se unieron a la fiesta y protagonizaron toda la segunda parte del espectáculo. En cuanto a la subvención no es que esté en contra, es que no se utiliza correctamente y pasa a ser una auténtica perversión. La situación de Andalucía en todos los indicadores de bienestar social y calidad de vida así lo denuncian. Nos hemos pasado cuarenta años observando impasibles no ya escándalos tremendos que son un auténtico récord en el mundo de la corrupción española, sino que el amiguete sentado en la silla de la antesala del despacho oficial o la subvención que persigue publicidad o propaganda electoral es la que designa a dónde van los dineros. Lejos de utilizarse los presupuestos en mejorar las condiciones de vida de los andaluces, se ha estado mangoneando y tirando el dinero a espuertas. Así nos va.

– P: No tiene usted muy buena imagen de los políticos.

– R: Hay excepciones, pero desgraciadamente son eso, excepciones.

– P: Tampoco está exenta su obra de celebradas cargas de profundidad.

– R: Claro, ya le digo que intento diseccionar y mostrar los interiores de este momento que nos ha tocado vivir. El escritor tiene que ser notario de su tiempo. Las fantasías no me valen. Las desprecio tanto como a los malos políticos.

(Le llaman por teléfono y tiene lugar una conversación irreal y no solo porque solo escuchamos a una parte del diálogo, sino porque mezcla a Mozart con Schopenhauer, al Segundo Periodo Intermedio con el mineral de la faja pirítica de Huelva y al chocolate del Dioni con la torre Eiffel. Cuando termina la breve pero intensa conversación se nos queda mirando, como dándose cuenta de que no estaba hablando. Se pone serio, luego sonríe y nos pregunta de qué estábamos hablando. De su novela, le aclaramos. «Ah», dice, y ríe a carcajadas. Nosotros intentamos continuar).

– P: ¿Habrá más aventuras de Alicia Goles?

– R: Desde luego. En primavera, probablemente en marzo, tendremos en las librerías ‘Palacios, falsificador’. Estoy terminándola. Palacios se mete en un lío de falsificaciones y tráfico de obras de arte. Es un mundo desconocido que quiero abordar en esta nueva entrega. Doña Alicia y el señor Comisario hacen lo que pueden para desenredarlo. No te cuento más, pero es una road movie en realidad. Palacios no tiene coche ni carné de conducir, pero anda todo el día en el Damas para arriba y para abajo. Buena parte de la acción se desarrolla en Sevilla, aunque para no gastar dinero en pensiones, todos los días vuelve a Corvera. Es un ir y venir.

(Llaman al timbre y es Pilar Barroso. La pintora es una gran amiga del escritor. Viene de Portugal y le trae vino. Se abrazan y se largan a la cocina. Dos minutos después estamos bebiendo y comiendo al tibio sol de noviembre. Pongo la grabadora en la mesa y el escritor y docente la coge y la pone en un tiesto de albahaca lejos de mi alcance. «Cuando te vayas a ir la coges, verás lo bien que huele. Déjate de entrevistas y prueba este choricito picante, es del Alosno. El fiambre de oreja de cerdo se lo he copiado a Diego el de la Bohemia, no sé cómo no se me había ocurrido a mí antes». Y así acabó la entrevista, bebiendo vino. Después le echa las culpas a Rafa Pérez, El Editor).