Nadie sabía de los antecedentes penales del asesino confeso de Laura Luelmo, que era un auténtico desconocido en el municipio, donde sólo llevaba unas semanas
El asesino confeso de Laura Luelmo, Bernardo Montoya Navarro, que salió de la cárcel el pasado mes de octubre tras cumplir condena por un asesinato cometido en Cortegana, municipio serrano en el que se asentó su familia muchos años antes, nunca fue una persona conocida en El Campillo. Llegó a la localidad tras salir de la prisión porque su padre tenía una casa en propiedad en este municipio, concretamente en la calle Córdoba, justo en frente de la casa en la que la joven zamorana de 26 años comenzó a residir recientemente tras incorporarse, el pasado 4 de diciembre, como profesora del Instituto de Enseñanza Secundaria (IES) Vázquez Díaz de la vecina localidad de Nerva.
Nadie pudo advertir el peligro que podría suponer la presencia de Montoya Navarro en el municipio. Ni siquiera las pocas personas que pudieran cruzarse con él en las últimas semanas. Tampoco los vecinos más cercanos a su vivienda. Algunos, como mucho, habrían podido detectar en él lo que coloquialmente se conoce como malas pintas, como le ocurrió a la propia Laura Luelmo, que incluso había contado a su pareja que tenía miedo de un vecino, tal y como ha trascendido durante estos últimos días.
Nada, en definitiva, que no haya experimentado alguna vez el común de los mortales en todos los pueblos y ciudades del mundo. Y nada, desde luego, que sea motivo para alertar a nadie de ningún peligro. Nadie conocía los antecedentes penales de quien era un auténtico desconocido para todos y, aunque los hubiesen conocido, tampoco habrían podido hacer algo para evitar su presencia en el pueblo, pues, una vez cumplida su condena, la ley le permite vivir donde quiera, como a cualquier otro ciudadano.
Esto, que desde el primer momento era conocido por esta redacción y puede resultar obvio para cualquier persona que haya estado atenta a esta tragedia, que ha sumido en el dolor y la consternación a todo el pueblo, ha tenido que ser defendido en estos últimos días por muchos campilleros y campilleras a través de las redes sociales, donde han asistido a no pocos comentarios en los que se ha estado acusando al municipio hasta de haber permitido lo sucedido por no avisar a la joven Laura del peligro que tenía en frente.
«A la gente de mi pueblo nos duele la boca de decir que no lo sabíamos», subraya Ana Parreño, quien refleja así a la perfección la realidad descrita anteriormente. «Cansada ya de repetir que no lo conocíamos y que la mayoría del pueblo no lo había visto nunca», agrega otra vecina de El Campillo, Teresa Escarramán.
Son sólo dos de los innumerables ejemplos de comentarios de este tipo que se han sucedido estos días en las redes sociales, como éste otro que pronuncia otra campillera, Mati Peral: «Si nos hubiéramos enterado de que estaba aquí el monstruo ese ya nos hubiéramos movido para echarlo del pueblo». O éste otro, de Mari Luz Bermejo: «El pueblo de El Campillo no sabía de la existencia de este monstruo. Soy y vivo en este pueblo y era impensable que algo así pasase. Jamás hubiésemos permitido una atrocidad de este tipo».
Precisamente de esta última campillera es uno de los post de facebook que los vecinos de El Campillo más han compartido tras conocerse el desenlace del caso de Laura y que refleja el sentimiento que vive el pueblo en estos momentos, por lo que Tinto Noticias -el periódico de la Cuenca Minera de Riotinto-, ha querido reproducirlo al completo:
No soy mucho de expresar mis sentimientos en ninguna red social, pero en días como éste, donde todo tu mundo se viene abajo, donde la impotencia, el miedo y la rabia se apoderan de ti, necesitas expresarlo. Muchos no entenderéis nuestras lágrimas, que estemos rotos por los acontecimientos, pero crean que es posible aún sin conocer a Laura, sin haberla visto y sin haber cruzado palabra con ella. Somos un pueblo muy pequeño, donde el miedo no tenía cabida, donde tod@s salíamos libremente a la calle a cualquier hora, incluso de madrugada, y no por ser excesivamente valientes, sino porque todos nos conocemos y donde una maldad así era impensable. Si es cierto que ha sido asesinada, solo tengo una pregunta para su asesino, ¿Por qué no nos convocaste a todas las mujeres del pueblo aquel día y buscaste a una sola? Créeme que tu poder de convocatoria hubiese sido un éxito, porque aquí cuidamos unas de otras, te hubiésemos hecho frente, no te íbamos a permitir algo tan horrible como lo que has hecho. Ahora Laura formará parte de nuestras vidas para siempre, pero no lo hará del modo en que suele pasar. De aquí uno se lleva amigos para toda la vida y para los campilleros el grato recuerdo de los momentos vividos; no era éste el tipo de unión que queríamos contigo, y al igual que hemos luchado por encontrarte sana y salva, ahora lucharemos para que se haga justicia, porque somos buenas personas, porque somos mujeres y hombres con un gran sentido de la justicia y porque sabemos luchar. Tod@s somos Laura hoy y siempre.
Con todo ello se pone de relieve lo que ya destacó este periódico el pasado martes, que Laura Luelmo ya es una campillera más. Los vecinos del municipio no tuvieron tiempo de conocerla, pues no llevaba ni tres días en el pueblo cuando desapareció, pero el dolor de la población, que durante casi cuatro días permaneció en vilo con la esperanza de encontrarla con vida, ha estrechado unos lazos entre los vecinos y la joven zamorana que nadie podrá destruir nunca.
El Campillo la tendrá siempre en su recuerdo y, para ello, el Edificio Multifuncional de la localidad, que sirvió de base operativa a la Guardia Civil y Protección Civil durante la búsqueda de la joven, llevará el nombre de Laura Luelmo, una decisión que ya ha adoptado el Ayuntamiento del municipio y a la que, casi con toda seguridad, seguirán muchas más.