Y se hizo la luz
Sección Descubriendo el Mediterráneo, décimo artículo
Imaginemos un frío día de diciembre de 1880 hace justo 143 años; dos amigos, William y Joseph, han trabajado durante mucho tiempo en lo que será un importante acontecimiento, un proyecto muy ambicioso, novedoso y singular que podría transcender a todo lo realizado hasta ese momento. Ese gran evento sería iluminar, con luz eléctrica, la preciosa casa victoriana de William, en cuanto cayeran los tímidos rayos del sol de la tarde inglesa.
Joseph Wilson Swan que así se llama uno de nuestros protagonistas era físico y químico y, justo un año antes que Thomas Alva Edison, en 1870, había creado ya la bombilla incandescente. El otro protagonista era el barón William Amstrong un ingeniero y, como muchos otros en su época, inventor y filántropo gracias a su buena posición social. Lo que hoy día puede ser la tarea de un electricista durante un fin de semana, fue preparada por estos dos amigos en varios años porque, en el siglo XIX, los experimentos con la electricidad eran tareas casi mágicas.
Hoy en día con facilidad damos a un interruptor y en cuestión de segundos encontramos una fácil iluminación, pero el caso de Cragside en esos momentos fue, para aquellos que lo vivieron, un momento mágico e innovador; fue el hito necesario para que luego pudiera realizarse el sistema de alumbrado de casas privadas y también del alumbrado público. Tienen que imaginar a esta casa victoriana como único punto luminoso que se alzaba en el área de Northumberland (Inglaterra) y que, para todos los habitantes, suponía el símbolo
de poder de su dueño y también era el signo de los nuevos tiempos que llegaban en el siglo XIX al primer país que había desarrollado su Revolución Industrial.
Poco tiempo después, en 1881, tenemos en España el primer momento de iluminación pública cuando el Marqués de Comillas (Cantabria) promueve el alumbrado público para recibir la visita del rey Alfonso XII. Aquí el marqués desplegó un juego de luces para asombrar al viandante y a su majestad, mostrando algo novedoso y mágico como era contar con luz eléctrica. En Huelva, entre 1881-1884, se instaló la luz eléctrica en el lujoso Gran Hotel Colón, que había sido construido por iniciativa inglesa.
Estos primeros experimentos, que hicieron posible la iluminación de una casa o espacios públicos, estuvieron marcados por el empeño y el afán de una burguesía que contaba con tiempo y con posibles para hacerlo realidad. Hoy esto es bien distinto porque, aunque delegamos en nuestro gobierno local la tarea de poner el alumbrado navideño, éste se paga con nuestro dinero público, es decir, eso aquello surgió como algo exclusivo de algunos, es hoy “beneficio” de todos. Es digamos, para la sociedad actual, una forma de sentir esa opulencia y poder que siglos atrás iniciaron estos pioneros de la luz eléctrica.
Hoy, por tanto, los espectadores, al contemplar esos inmensos alumbrados navideños son como William y Joseph, pero con algunas diferencias. Ellos se maravillaban porque eran conscientes de un hito en el que fueron creadores y pioneros. Sin embargo, el ciudadano de a pie se maravilla con el alumbrado, no como creador, sino solo como mero observador de un espectáculo, las luces navideñas.
William y Joseph estaban haciendo historia con el alumbrado de su vivienda, y qué duda cabe que eso era una demostración de poder de los creadores de Cragside. Sin embargo, este luminoso y opulento inicio de la Navidad ¿No desvirtúa el sentido profundo de la Navidad? Habría que pensar, cuando acudimos a contemplar estos alumbrados maravillados, si estamos celebrando la fiesta cristiana o nos estamos acercando a otra fiesta más desenfrenada como las Saturnales romanas, la fiesta que la precedió, y que celebraba el Sol invicto, aquel que vence a la oscuridad y se renueva. Los alumbrados navideños de hoy día parecen haber asimilado esa simbología, que evade la oscuridad y que se adapta plenamente al signo de los tiempos.
La llegada de la luz eléctrica, a finales del siglo XIX, estuvo plagada de momentos mágicos que generaron, en los primeros testigos, el asombro y la idea de bienestar y de progreso que se vislumbraba. Por eso, resulta extraño que, en ciudades donde el progreso está consolidado en pleno siglo XXI, todavía ese asombro y fascinación vuelva con las luces navideñas que adornan nuestras ciudades. Y podemos preguntarnos si todavía es que admiramos uno de los hitos más relevantes de nuestra Edad Contemporánea, la luz eléctrica, o es que con esa acción sólo nos convertimos en un actor más de la sociedad del espectáculo en la que desde hace tiempo vivimos.
Foto: El palacio Cragside, primera casa con luz eléctrica en Inglaterra (1880)