La cantaora onubense interpretó en Sevilla una de sus canciones más significativas
El quejío flamenco de la onubense Rocío Márquez y el rock eterno de Miguel Ríos se conjungaron a la perfección en el concierto que el cantante granadino ofreció ayer en Sevilla y en el que Rocío Márquez fue la sorpresa de la noche, acompañando a esta gloria en una de sus canciones más conocidas, El Río y con el que deleitaron a los miles de asistentes que quedaron encantados con el nuevo devenir flamenco de la canción.
A sus 79 años y convertido en un auténtico icono de la cultura rockera nacional, Miguel Ríos ya no tenía absolutamente nada que demostrar, pero salta cada noche al escenario con la misma fuerza, con la misma ilusión y con las mismas ganas de pasarlo que bien que en sus comienzos, algo a lo que ayer se sumó Rocío Márquez que está siendo capaz de poner el flamenco en primera línea de la música.
Rocío Márquez y Bronquio
La cantaora onubense Rocío Márquez ha definido su último trabajo, el resultado del programa de residencias artísticas In-Progress, como “un regalo”, entre otros cosas por poder contar con AKA Bronquio, el joven músico jerezano de tradición punk y una de las sensaciones de la escena electrónica.
La considerada por la crítica como “la voz de la nueva generación del cante jondo”, presentó hace un año el trabajo denominado ‘Tercer cielo’.
Según ha explicado, en el flamenco actual, “experiencias como estas nos dan la oportunidad de trabajar en otros grados de profundidad”, al que “solo lo permite la convivencia, los días continuados, el tiempo, la calma», y también “las posibilidades materiales y logística que tiene el teatro y la casa ofrece”.
Y es que, permite “tener una actitud creativa que consigue crear y transmitir momentos únicos”, y el resultado es ‘Tercer cielo’, un proyecto que surge para querer acoger “la zona desconocida, como decía Julia Uceda”, una “zona mental y creativa donde las dicotomías entre traición, oración, puro e impuro se diluyen”.
Con todo, se llega a “un espacio no construido, a un no lugar, donde el arte es un juguete, una búsqueda desesperada, una caja de sorpresa”, donde los artistas “disfrutan de la incertidumbre, “que quizás es el rasgo que marca más este proyecto, junto con la libertad”.