Sección ‘Descubriendo el Mediterráneo’. Sexto artículo
Desde que se inició el programa Erasmus allá por 1987 como forma de intercambios universitarios en el ámbito de la Unión Europea, los estudiantes de muchos países se han beneficiado de una forma interesante de conocer nuevos lugares, nuevas culturas y, por supuesto, de estudiar en sistemas educativos diferentes y asignaturas que no se pueden cursar en sus países de origen. La vocación con la que nació la Beca Erasmus era la formación, la educación, la juventud y eldeporte; además, esta famosa beca recibe su nombre en honor a uno de los más ilustres humanistas del siglo XV y XVI: Erasmo de Rotterdam. Este sacerdote, dedicó buena parte de su vida a cultivarse y a escribir obras tan sonadas como su Elogio de la locura; en ese afán por conocer destacaron también sus viajes, sobre todo a Inglaterra e Italia.
Hoy en día, los estudiantes esperan emocionados a su tercer o cuarto año para acceder a estas becas que les permiten mirar más allá y conocer otros contexto, otros lugares, ya no solo de la geografía de los países de la Unión europea sino que este programa se ha ampliado a lugares que no pertenecen a la misma e incluso ya no es una beca exclusivamente universitaria, sino que estudiantes de la Enseñanza Secundaria o la FP solicitan y disfrutan, desde hace algunos años, de esta práctica.
Este artículo se inicia realizando una pregunta: ¿Es la beca Erasmus el nuevo Grand Tour? Para contestarla primero tenemos que hacer un viaje en el tiempo, en concreto acudir a los siglos XVII, XVIII y XIX y conocer qué fue el Grand Tour. Si traducimos del francés, las palabras significan “gran gira”o “gran viaje”. Debemos imaginarnos un momento histórico en que el acceso a la educación era sólo para unos pocos, únicamente para los aristócratas que podía pagar a instructores privados para sus hijos. Ni qué decir tiene que las mujeres recibían una educación más básica dentro de esta aristocracia. Hacia finales del siglo XVII, Inglaterra consolida su gobierno después de la instauración de su sistema parlamentario inglés. Se une a esta circunstancia un nuevo pensamiento que parece florecer con autores como David Hume, cuya aportación será el Empirismo, corriente filosófica que ayudará también a evolucionar en ámbitos como el de la Ciencia. En ese contexto, y con idea de buscar siempre el apoyo empírico de lo que puede ser palpado y comprobado, nace el Grand Tour, un viaje que incluía los países de Italia, Francia y Grecia para los ingleses y para los franceses Italia, Grecia e Inglaterra. Este viaje era, en cierto modo, una forma de clausurar los estudios superiores, era la puesta en práctica de lo aprendido en los libros a través del viaje de conocimiento; recordemos que esto era algo exclusivo de la aristocracia, sin ningún parecido, en este aspecto, con la beca Erasmus actual y su idea democrática de igual acceso a disfrutar de este aprendizaje, recordemos que es una beca. En el caso de los estudiantes que acudían al Grand Tour, estos eran hijos de aristócratas que podían permitirse ir a los mejores sitios e incluso solían alojarse en los palacios de sus padres o amigos de la familia. Los estudiantes permanecían en estos lugares un mínimo de seis meses, pero el viaje se podía prolongar años, e incluso llegaban a imbuirse de la cultura de los países que visitaban; así, algunos, se hacían retratar ataviados a la moda de esos lugares, como vemos, por ejemplo, en el retrato de Lord Byron vestido con traje de albanés por Thomas Phillips, que se conserva hoy día en la National Portrait Gallery de Londres.
Con el paso del tiempo, ya en el siglo XVIII, el Grand Tour se convirtió en un viaje ilustrado que buscaba completar, con la experiencia, aquello que había sido razonado a través de los densos años de estudio: Grecia con su arte clásico, Roma con sus ruinas, solían ser los puntos de referencia. En el siglo XIX, cambió la mirada y el viajero romántico ya no buscaba razonarlo todo sino que se dedicaba a contemplar y a disfrutar de aquello que le marcaban las emociones; por estos años nace la fascinación por Andalucía como destino exótico, misterioso, lleno de personajillos como el pícaro, la flamenca o el bandolero.
Fruto de ese Grand Tour romántico, en este caso por Italia, son los escritos que nos legó Henry Beyle (Stendhal) en su obra Roma, Nápoles y Florencia, donde podemos encontrar narrado el famoso síndrome que lleva su nombre. Pero, aunque el Grand Tour era un viaje que tenía como meta completar el conocimiento adquirido en los libros, no todo los aristócratas aprovechaban el tiempo cien por cien en el estudio, algunos se dedicaban más al ocio y a ser unos diletantes, otros a la compra o preparación de interesantes souvenir que le acompañarían toda su vida, retratos con esculturas griegas, o encargando a artistas como Canaletto, en Venecia, las llamadas “vedute” (puntos de vistas), para decorar sus futuros hogares. Estamos pues en un viaje, Grand Tour, que nos ha legado dos interesantes aportaciones en la actualidad: por un lado el aspecto formativo y de conocimiento que hoy día ha tomado como testigo la Beca Erasmus, y por otro el turismo que nace a mediados del siglo XIX con los primeros viajes organizados de Thomas Cook.
Por tanto, si bien podemos decir que hay una gran parte de verdad en que el Grand Tour es hoy día el origen de la beca Erasmus, en realidad es mucho más. Aunque de origen aristocrático, hoy día esta beca es una nueva versión de aquellos grandes viajes, fruto de nuestra sociedad occidental que ha democratizado una práctica que en siglos anteriores estaba reservada sólo a unos pocos. Esa democratización del acceso al conocimiento de otros países o a culturas distintas a las de origen, hace que nuestra mirada se ensanche con más facilidad y que el mundo quede interconectado, que valoremos nuestro lugar, y que podamos generar una sociedad más solidaria y empática.