El 70% de estos antiguos bailes detectados en Andalucía se encuentran en la provincia por diferentes factores culturales
Tienen siglos de historia, rememoran acontecimientos de un pasado perdidos en los anales del tiempo. Contemplar algunas de las danzas del rico patrimonio etnológico onubense es viajar en el tiempo hacia las formas de expresión más enraizadas de los pueblos, una cultura tan espectacular como auténtica que se sigue desarrollando como antaño con movimientos, vestimentas y rituales que evocan un sentir autóctono que ha marcado la identidad de muchos municipios de Huelva y que se traslada de padres a hijos, generación tras generación, perpetuando unos ritmos y movimientos que dibujan una historia en pretérito.
Huelva es sin duda la provincia andaluza que mejor conserva este patrimonio inmaterial vivo, con un enorme valor simbólico como seña de identidad de los grupos y comunidades que las recrean y que se reproducen anualmente. 14 de estas danzas onubenses están inscritas en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como actividades de interés etnológico y cultural, otras que también han sobrevivido a la historia, no lo están, pero mantienen viva su fuerza como el primer día. Abordamos en este reportaje algunas de las más significativas y curiosas.
En su tesis doctoral Aniceto Delgado ha estudiado estas danzas rituales onubenses, “el 100% de las de las danzas se concentran en el Andévalo y la Sierra y son comarcas que son tierras de fronteras y tierras de conflictos”, afirma y todas tienen que ver con la marginalidad y pobreza, pero al mismo tiempo son territorios “abiertos a Extremadura y Castilla y León” lo que a final de cuentas puede tener mucho que ver la génesis de estas danzas. Según el investigador, la repoblación de estos territorios con gentes procedentes de estas comunidades en siglos atrás es fundamental para entender el nacimiento de estas danzas en la provincia de Huelva.
Estos elementos se han instaurado tanto en las fiestas que hoy día “sería impensable que en las mismas no existieran los grupos de danzas” eso “no siempre ha sido así y ha cobrado mayor importancia ya que la propia sociedad se lo ha dado”.
Danza del Pandero o de los niños muertos. (Encinasola)
Es una de las que no está registrada en el catálogo de Patrimonio Histórico Andaluz pero que merecería estarlo. Lo que hace especialmente curiosa a esta danza es que, mientras que la mayoría de danzas se celebra en épocas concretas del año vinculadas a festividades religiosas, esta carece de una fecha fija para su celebración, lo que hace que la expectación para disfrutar del legendario ritual sea mayor todavía cuando se anuncia alguna actuación.
Pese a que en sus orígenes la danza era mixta, actualmente participan trece mujeres, ocho en el baile y cinco en el canto. Todas ellas portan en sus manos el pandero cuadrado, único instrumento de este baile en el que los golpes secos sobre la piel de los adufes artesanos marcan el compás.
El pandero de Encinasola, a diferencia de otras variantes más extendidas, tiene bastidor cuadrado, lo que le confiere un toque de originalidad y elegancia que se transmite en los pasos que interpretan las danzantes, siempre acompañadas por la sección vocal del grupo, que interpreta letras de amor, relacionadas con el saber popular o con el propio municipio.
Las danzantes de Encinasola llevan enaguas de lana en tonos fríos (tejidas originalmente en los telares del pueblo), con delantal, puchos, medias de croché blancas y zapatos negros de tacón. El corpiño de seda aporta cierto colorido al conjunto, que se ve coronado por la manteleta de tonos violetas o burdeos, una prenda de gran similitud a la utilizada en la vecina Portugal.
En Encinasola se comenta que la danza tiene su origen en el siglo XIII y que se bailaba a las puertas de las familias en las que había muerto un niño (de ahí su segundo nombre de danza de los niños muertos). La Danza del Pandero transmitiría la creencia de que a la vida se venía a sufrir y que la muerte de un alma inocente se aseguraba su llegada al paraíso.
Esta danza llegó a estar prácticamente extinguida a principios del siglo XX, pero el empuje de un grupo de mujeres del municipio en los años 40 del pasado siglo, consiguió rescatarla del olvido y hoy día se sigue ejecutando.
La Lanza (Hinojales)
La Danza de Hinojales, «Lanza» para sus vecinos, es una tradición que se celebra en honor de la Virgen de Tórtola.
Se baila el 30 de abril, cuando los danzantes, un grupo de 7 hombres (o un número impar) acompañan a su patrona desde la ermita a la iglesia de Nuestra Señora de Consolación, el 1 de mayo en el recorrido de esta por las calles del pueblo y por último el segundo sábado de agosto que es el día que la patrona vuelve a su ermita.
Se cree que la danza de Hinojales es una manifestación cultural de origen celta, que en la antigüedad se atribuía a la exaltación de la primavera y que últimamente según algunos estudios se demuestra que era un ritual de fertilidad.
La danza está formada por un grupo de siete, nueve u once hombres, siempre número impar, que bailan de cara ante la Virgen de Tórtola durante todo el recorrido que realizan.
La vestimenta de los lanzantes es singular. Está compuesta por pantalones bombachos azules, que termina a la altura de la rodilla, acabados con borlones (borlas) de colores y una fila de botones en la cara exterior del pernil, boleros (dos piezas bordadas) sujetas por un cinturón rojo adornado con flores, alpargatas y medias de hilo, blancas, camisa blanca y cinta.
En la cabeza llevan un gorro redondo con un pico, en la parte delantera, descubierto por arriba y adornado con pequeñas flores. En la parte trasera del gorro, una flor de mayor tamaño sostiene seis cintas de colores. También las castañuelas se adornan con cintas de colores, que tocan los hombres al son de la gaita y el tamboril, tanto dentro de la iglesia, como en la procesión por las calles del pueblo.
Todos los «lanzantes» van vestidos igual, excepto el guion (director del grupo) que lleva una banda cruzada en su pecho, en la que se refleja el nombre de la virgen «Ntra. Sra. De Tórtola», y tanto su gorro como el cinturón son de color verde.
Sólo la gaita, el tamboril y las castañuelas marcan el compás que sigue el grupo de «lanzantes» de Hinojales, durante el traslado y la procesión de la Virgen de Tórtola por las calles de pueblo.
El fandango parao (Alosno)
Se trata de un baile que los llamados cascabeleros realizan después de la procesión y misa de San Juan Bautista, el 24 de junio de cada año, en el paseo o plaza de la Constitución de Alosno. La danza es un baile en pareja, distribuyéndose el grupo entre cuatro y seis pares dispuestos en dos hileras en el que se simula una disputa bailada a través de varios pasos o mudanzas ejecutados sin desplazamiento del lugar. El baile, al igual que la música de gaita y tamboril se estructura según dos secuencias melódicas repetidas ocho veces que incluyen un paso común y mudanzas por parejas, finalizando con un paso bailado y un abrazo de confraternidad entre las parejas de danzantes.
Los símbolos que identifican a la danza son las «cascabeleras», la indumentaria y el abrazo final, como símbolo de reconciliación.
Los cascabeleros llevan una camisa blanca sencilla con un chalequillo sin mangas de piel de cabra por delante y de paño en la espalda. El pantalón es rojo cardenal, engalanado en el lateral con muletillas doradas o plateadas, amarrado a las rodillas, también llevan unos machos dorados. Adorna el pantalón también una faja roja terminada en flecos dorados y una banda con inscripción en oro que dice “Viva San Juan Bautista”. Como complemento a la vestimenta llevan un pañuelo blanco al cuello con la misma leyenda detrás, medias caladas de garbancillo sobre las que sujetan, a la altura del tobillo, las cascabeleras de cuero con tres tiras de cascabeles que son las que dan nombre a estos curiosos danzantes.
Completa la indumentaria las castañuelas adornadas con madroños y cintas de color rojas, amarillas y blancas.
Danzas de Cumbres Mayores
Las danzas de Cumbres Mayores se dividen en dos categorías, la de la Virgen de la Esperanza y la de Santísimo Sacramento.
Se desconoce la fecha de su origen, pero como dato que nos aporta una referencia indirecta de su posible antigüedad, se sabe que cuando en 1629 se hizo el «voto de la villa» se agradeció a las imágenes del pueblo por su intercesión para acabar con las calamidades provocadas por una epidemia de garrotillo, se celebraron con tal motivo fiestas en la plaza del pueblo en las que «al son del tamboril y la gaita, bailaron por toda ella unas mudanzas primorosas que divirtieron a las gentes». Sin embargo, el documento más antiguo que podemos fechar es de 1749 cuando por entonces se decía que existía la costumbre inmemorial de «hacer danzas a la Virgen desde las vísperas del día del corpus de cada año, para en dicha tarde traer a Nuestra madre titular para que asista y acompañe al Santísimo Sacramento en la procesión del dicho día del corpus…”
Los grupos de danzantes están compuestos en la actualidad por diez niños, cuatro a cada lado y en medio un Guión y un Contraguión, que se acompañan de palillos y danzan al ritmo del tambor y la gaita. Este grupo tiene la particularidad de danzar andando hacia atrás mirando de frente a la Custodia. La danza tiene dos tonadas o ritmos: Uno de callejeo o Procesión y otro de parada haciendo adornos y florituras.
Danza de las Espadas de San Bartolomé
La danza de las espadas, es una danza ritual en honor a San Bartolomé, patrón del municipio. Tiene lugar en el contexto de las fiestas patronales dedicadas al santo, durante los actos centrales del 23 y 24 de agosto. En día 23, los danzadores acompañan a los mayordomos desde su casa hasta la iglesia, formando arcos de honor con sus espadas, mientras que el 24, en la iglesia, ejecutan la serie completa de mudanzas.
Los danzadores constituyen un único grupo formado por un número impar de siete a nueve hombres, destacando el maestro de danza o «cabeza» y el rabeador, que cierra el coro. La danza interpretada con espadas presenta algunas figuras y mudanzas destacadas.
La indumentaria de los danzadores se compone de camisa blanca, chaleco de terciopelo rojo bordado con hilo negro con motivos geométricos y florales, caireles de plata en lugar de botones, faja verde rematada en tres borlas, pantalón de terciopelo negro, con madroños en la parte inferior, botas camperas y espadas fabricadas exprofeso para este fin. Los colores del chaleco y la faja del maestro son inversos a los del resto.
Danza de los Palos (Villablanca)
La danza de los Palos se lleva a cabo en la plaza de la Constitución de Villablanca, en el camino entre el pueblo y la ermita de Nuestra Señora de la Blanca, en la propia ermita así como en su entorno. Se trata de una danza ritual en honor a Nuestra Señora de la Blanca realizada en el contexto de la romería del último domingo de agosto y en la procesión urbana de San Roque, el 16 de agosto.
La danza, interpretada con palillos y «arcos» (palos curvos cubiertos con cintas de colores), la ejecutan tres grupos de danzantes: niños, jóvenes y mayores. Su número es impar (de siete a trece danzantes). Dentro de la danza destacan las figuras del «arco», el «corro», la «fila», el «cruce de filas», la «vuelta», la «culebra» y la «danza en pareja». El danzante que dirige las mudanzas es denominado manijero.
La indumentaria de los danzantes consta de pantalón de terciopelo azul marino hasta media pierna, camisa blanca, faja de color salmón, medias blancas y zapatillas negras. Al cuello lucen un pañuelo de cachemira y en la cabeza un bonete abierto, puntiagudo por delante, forrado del mismo color salmón con flores y cintas que cuelgan sobre la espalda.
Cabezas Rubias, El Almendro, El Cerro de Andévalo, Puebla de Guzmán, Sanlucar del Guadiana, Villanueva de los Castillejos, Villanueva de las Cruces o la pedanía de San Telmo (con la curiosidad añadida de que la música que se ejecuta es la Rianxeira gallega) son otros lugares en los que se ejecutan estas danzas rituales que siguen haciendo historia en la actualidad.